EL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
(Samuel 16:1-6.10-13;
Efesios 5:8-14; Juan 9:1-41)
Se llama
el siglo dieciocho el “siglo de las luces”. Marcó el principio de
investigaciones científicas. El grande
físico Isaac Newton murió en 1727. En
1776 James Watt introdujo la máquina de vapor que hizo posible la revolución
industrial. También durante el “siglo de
las luces” muchos pensadores querían descartar la religión como campo de
tinieblas. Dijeron que si no se puede
comprobar las creencias con experimentos, no valen.
Cuando
se habla de luces, nosotros pensamos en una persona no de una época. En el evangelio hoy Jesús llama a sí mismo
“la luz del mundo”. Sus enseñanzas nos
han iluminado el camino fuera del pantano de codicia y lujuria en que nos
encontramos. Su gracia nos dirige a la
comunión con Dios, nuestro Creador. En
este evangelio Jesús, la luz eterna, enciende la luz en un hombre que
supuestamente no es capaz de mantenerla.
Jesús se
manifiesta como luz en varias maneras.
Primero, corrige el concepto equivocado que la debilidad del hombre
nacido ciego resulte del pecado. No –
dice Jesús -- ni él ni sus padres fueron responsables por su incapacidad de
ver. Jesús va a mostrar como este
hombre, aunque es ciego, ve mejor que la mayoría de personas.
De nuevo
Jesús se muestra a sí mismo como luz cuando cura al ciego con el lodo hecho de
saliva. No permite que el hecho que es
sábado destruya la oportunidad de hacerlo íntegro. Jesús no quiere decir que se puede hacer lo
que le dé la gana al sábado. Pero si la
obra le lleva al hombre al aprecio de Dios, está bien.
Aún más
Jesús se prueba como luz cuando llama al hombre a ser discípulo suyo. Muchos con la vista no pueden ver más allá
que su pan diario. Viven para satisfacer
los deseos más rudimentarios. Otros no pueden ver más allá que casa, coche y el
sueño de hacer crucero cada año. Viven
para tener una vida cómoda y duradera.
Pero nosotros junto con este hombre reconocemos un destino eterno. Cargando nuestra cruz detrás de Jesús vivimos
para ver a Dios, que nos dará la felicidad sin fin.
Una vez
más Jesús se presenta como luz del mundo.
En su confrontación con los fariseos los critica por tener mentes
cerradas. Piensan que tienen razón
porque las Escrituras prohíben el trabajo al sábado. No quieren ver que Jesús tiene aún más
autoridad que las Escrituras. Siguen
viéndolo como una amenaza al bien común a pesar del hecho que siempre muestra
la misericordia característica de Dios.
En la
primera lectura se dice que Dios no ve según las apariencias sino que se fija
en los corazones. Nosotros no podemos
ver el corazón de otras personas como Dios.
Pero podemos ver con el corazón que es característico de Dios. Es lo que Jesús quiere decir cuando dice que
ha venido “’para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos’”. Cuando reconocemos una vida humana en el
feto, vemos con el corazón. Cuando nos
protegemos del virus corona-19 para que los débiles no lo contraten de nosotros,
vemos con el corazón. Cuando compartimos
de nuestra riqueza con los necesitados,
vemos con el corazón. Este es el modo de
Jesucristo a través de los evangelios. Esto
es lo que él pide de nosotros, sus discípulos.
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