EL QUINTO DOMINGO DE PASCUA
(Hechos
6:1-7; I Pedro 2:4-9; Juan 14:1-12)
En el
Evangelio según San Juan Jesús se describe a sí mismo con imágenes
llamativas. Dice: “’Yo soy la luz del
mundo’”; “’yo soy el pan de vida’”; y “’yo soy el buen pastor’”. Estos términos sacuden la imaginación de modo
que pensemos en Jesús como más que un hombre.
Nos hacen pensar en Jesús como un ser que toca cada dimensión de nuestra
existencia. Es la luz que ilumina
nuestra mente, el pan que aumenta nuestra fuerza, el pastor que guía nuestro
destino. En el evangelio hoy Jesús nos da no sólo una imagen para contemplar
sino tres. Jesús dice: “’Yo soy el
camino, la verdad y la vida’”. ¿Cómo es
Jesús “el camino”? ¿Qué quiere decir que es “la verdad” y “la vida”?
En el
Evangelio de San Mateo Jesús dice que el camino a la salvación es estrecho y
recorrido por pocos. Tiene en mente un
modo de vivir que exige el compromiso de un marino estadounidense en
entrenamiento. Tal vez por esta razón
se llamaba la comunidad de discípulos en los Hechos de los Apóstoles “el
camino”. Son personas que se han
dedicado a sí mismos totalmente a los modos de Jesús. Por llamar a sí mismo “el camino”, Jesús
indica que él es la ruta a Dios Padre.
Como continua, “’…nadie va al Padre si no es por mí’”. Se puede seguir este camino sólo con su
acompañamiento. Lo encontramos en los sacramentos. En el Sacramento de la Reconciliación nos
endereza nuestros modos chuecos. En la
Eucaristía fortalece nuestros espíritus debilitados para cumplir el viaje.
Jesús es
el camino porque es la verdad. En su
juicio ante Pilato, el gobernador pregunta a Jesús, “’¿Qué es la verdad?’” Esta pregunta es profundamente irónica porque
Pilato está mirando la verdad en la cara cuando se dirige a Jesús. Se puede considerar a Jesús como la verdad en
dos sentidos. Primero, Jesús es la
verdad porque revela a Dios Padre al mundo.
Nos enseña su amor para todo ser humano y también lo que espera de
nosotros. Segundo, es la verdad porque
él mismo es Dios, la fuente de toda verdad.
Por eso, cuando los investigadores encuentren un remedio para el virus
Corona-19, vamos a decir, “Gracias a Dios”.
Sí, los investigadores habrán hecho un trabajo duro y merecerán nuestra
gratitud. Pero sabemos intuitivamente
que detrás de sus esfuerzos queda Dios como el origen de toda realidad.
Cuando
Jesús habla de “la vida”, tiene en cuenta más que la vida biológica. Para Jesús, “la vida” es “la vida en
abundancia”. Es la vida de Dios: el
amor, la paz, y el gozo. Es la vida que
nos enseña los santos como el papa Juan XXIII. Este hombre de Dios no permitía que las preocupaciones del papado quitaran su sonrisa.
Por este segundo tipo de vida honramos a nuestras madres hoy. Sí, nos han dado la vida biológica. Pero si
fuera sólo eso que nos han proporcionado, no valdrán nuestro agradecimiento
perpetuo. Una mención como una contribuidora a nuestras vidas, sí. Pero nuestro amor profundo
busca una base en aportes más completos. Celebramos a nuestras madres hoy
especialmente porque nos han mostrado el amor de Dios. En nuestro miedo, nos susurraron palabras de
apoyo. En nuestros comportamientos
malos, nos corrigieron. Sobre todo, en
nuestras necesidades se sacrificaron a sí mismas para proveer por nosotros.
La
pelicana es imagen que se han usado para Jesús pero puede ser aplicada también
a nuestras madres. Según una leyenda la
pelicana da de comer a sus polluelos su propia sangre. Por esta razón la parte inferior de su pico
se apoya en su pecho. Es del color rojo porque, según la leyenda, está picando
su propia sangre para alimentar a sus proles. Es como Jesús dándonos de beber
su propia sangre en la Eucaristía. Es
como nuestras madres sacrificándose a sí mismas continuamente por
nosotros. En esta misa damos gracias a Dios
Padre por Jesús. Este es sólo lo que deberíamos hacer. Que no nos falte hacer una oración también por nuestras madres.
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