EL VIGÉSIMO UNO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías 22:19-23; Romanos 11:33-36; Mateo 16:13-20)
(Isaías 22:19-23; Romanos 11:33-36; Mateo 16:13-20)
La pandemia
es cosa única porque el mundo entero lo experimentan. En veinte años la gente preguntará a todos ya
vivos: “¿Cómo pasaste la pandemia de 2020?” En el evangelio hoy Jesús hace una pregunta
que también vale para el mundo entero. Es
preciso que todos sepan exactamente quién es él.
Al principio los discípulos responden que la
gente piensa en Jesús como figura profética.
Evidentemente algunos lo veían como Juan Bautista reencarnado o Elías
regresado de los cielos. Mucha gente hoy
en día tiene una idea semejante de Jesús.
No dicen que es una persona regresada del cielo, pero lo consideran como
profeta que ha defendido los derechos de los pobres. Lo ven como el doctor Martin Luther King, Jr.,
o el monseñor Óscar Romero.
Esperadamente
nosotros podemos aceptar a Jesús como alguien con más preeminencia que un
profeta. En el evangelio Simón, hijo de
Juan, puede distinguir a Jesús de aún los profetas más significativos. Él contesta al interrogante de Jesús que él es
“’el Mesías, el Hijo de Dios vivo’”. Por
decir “’Mesías’”, tiene en cuenta que Jesús es hijo de David, el rey insigne de
Israel. Y por añadir, “’el Hijo de Dios
vivo’” Simón reconoce a Jesús como representante de Dios con poder divino. En otras palabras, Pedro ve a Jesús como un príncipe
administrando una tierra de parte del rey, su padre.
Jesús
afirma esta respuesta. Dice que no es
simplemente intuyo brillante o conclusión de investigación. Más bien, la llama “una revelación” de Dios
Padre. Es decir, que es imposible saber
los orígenes de Jesús sin una conexión directa con Dios. Por esta razón Jesús le proporciona a Simón
un título nuevo junto con un nombre nuevo.
De ahora en adelante Simón será el cimiento de la Iglesia. Se llamará, “Pedro” o piedra, sólida tanto en
la autoridad como en nombre. Ahora vemos
a Simón como el primer “papa”; eso es, la cabeza de la comunidad de fe.
En la
lectura Jesús dice que se le presentará a Simón Pedro “las llaves del
reino”. Con estas llaves Pedro y sus
sucesores pueden pronunciar doctrinas o prácticas como obligando a todos
cristianos. Hace dos años, el papa
Francisco declaró doctrina de la Iglesia obligando a todos católicos aceptar la
no aceptabilidad de la pena de muerte. Asimismo,
el papa puede prohibir doctrinas y prácticas.
En 1968 el papa San Pablo VI creó gran controversia cuando prohibió el
uso de anticonceptivos artificiales. Las palabras dan eco a la primera lectura. En ella el buen varón Eleacín, mayordomo del
palacio del rey de Judea, recibe la llave para abrir y cerrar todas las puertas
del palacio. Con ésta Eleacín tiene la
autoridad sobre quien pueda ver al rey para recibir su favor.
La
autoridad del papa ha sido un tropiezo para varios cristianos a través de los
siglos. En el siglo quince los ortodoxos
dejaron la Iglesia Católica por esta razón entre otras. En el siglo dieciséis Martín Lutero se hizo
el primero de muchos europeos para renunciar el sometimiento al papa. Nosotros católicos tenemos que reconocer cómo
algunos papas escandalizaron a la gente resultando en las huidas. En cambio, los ortodoxos y los protestantes
tienen que reconocer que la autoridad del papa viene de Jesús mismo. También, se debe admitir que los papas
recientes – Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco -- han sido varones
justos y santos. ¿Qué más podemos añadir?
Sólo lo que dice San Pablo en la segunda lectura: “¡ … qué impenetrables
son (los) designios de Dios e incomprensibles sus caminos!”
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