LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(Hechos
1:1-11; Efesios 4:1-13; Marcos 16:15-20)
Hace un año hubo muchas manifestaciones
después el asesinato de George Floyd. En
medio del alboroto el jefe policial de una ciudad sureña hizo un reto al
público. Preguntó: ¿cuándo mostrarán la preocupación por los homicidios que
ocurren en sus propios barrios? El jefe,
un afroamericano, tenía en mente a los centenares de familias de la ciudad que
cada año pierden a un miembro por la violencia.
Desgraciadamente, a menudo nosotros humanos nos emocionamos sobre los
asuntos políticos tal como manifestaciones mientras desconocemos los
cotidianos. Los discípulos de Jesús
hacen este tipo de error en la primera lectura.
Jesús está dejando a sus discípulos para
que se reúna con Dios, su Padre. Desde
el cielo enviará al Espíritu Santo para capacitarlos a ellos relatar al mundo
su mensaje. Sin embargo, ellos en lugar
de enfocarse en esta tarea retadora le preguntan sobre la política. Dicen: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la
soberanía de Israel?” Por decir esto,
tienen en mente el reino de David que incluía la tierra de Israel y los
territorios alrededores. Su preocupación
se palidece, al menos en la perspectiva grande, en comparación de lo que les
propone Jesús.
Jesús ha sembrado las semillas de un
proyecto que cubrirá el mundo entero.
Predicó el Reino de Dios por anunciar su perdón y amor. Entonces regó el proyecto con su sangre para
que tomara raíz en sus discípulos. Ahora después su resurrección manda a sus
discípulos que propaguen el mensaje hasta los rincones de la tierra. Han de
anunciar el amor de Dios y el resultante perdón de pecados a todos. Proclamarán a Jesús mismo, la misericordia
encarnada de Dios, cuya muerte compensó los pecados de todos.
Entonces Jesús asciende al cielo. Deja a los misioneros con ojos fijados en las
nubes. A lo mejor se están preguntando:
¿cómo vamos a cumplir la misión sin la guía del maestro? Pero para ayudarles con la misión ha
ascendido. La ascensión de Jesús cumple
tres objetivos. Primero, coloca a él en
la derecha de Dios Padre para indicar que tiene el poder para lograr
maravillas. El evangelio cuenta de estas
cuando dice que sus apóstoles hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes,
beberán venenos, y sanarán a enfermos.
Segundo, de su posición encima de todo enviará al Espíritu Santo. Los apóstoles se encenderán para predicar el
evangelio en tiempo y destiempo. Sin el
Espíritu la evangelización, como el bailar sin música, no durará mucho. Tercero, Jesús va a abrir un espacio para el
cuerpo humano donde había solo fragancias espirituales. Con este espacio físico como su destino se
motivarán los misioneros a llevar a cabo su tarea.
La segunda lectura retrata a Pablo
predicando a Cristo desde la prisión.
Porque no puede aparecer en público, entrega el mensaje de la salvación
por carta. Nos da ejemplo de que tenemos
que hacer. Hay que evangelizar, pero no
todos por predicar del púlpito. Algunos,
aun la mayoría, predican por sus vidas de caridad. Una persona hace sándwiches para llevarse a
los desamparados. Otra reza el rosario
delante de la clínica de aborto. Otra
pone flores en el santuario para crear un espacio de paz para los
misioneros. Otra muestra el cariño a un
niño problemático. Cada uno tiene papel
en el proyecto según su capacidad.
Algunos preguntan: ¿Por qué no celebramos la Ascensión en el cuadragésimo día después de la resurrección como dice la primera lectura? Pero ¿exactamente qué dice la primera lectura: que Jesús ascendió al cuadragésimo día o que estuvo entre sus discípulos unos cuarenta días? Los cuarenta días son sólo una manera del autor de los Hechos de los Apóstoles para indicar que los discípulos tuvieron un buen rato para conocer a Jesús resucitado. De todos modos, no vale preocuparnos de esto. Queremos cumplir la misión que Jesús dejó a nosotros tanto como a los demás de sus seguidores. Somos para anunciar su amor y perdón desde nuestros barrios a los rincones del mundo. Somos para anunciar su amor y perdón.
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