El domingo, 30 de mayo de 2021

La Solemnidad de la Santísima Trinidad

(Deuteronomio 4:31-34.39-40; Romanos 8:14-17; Mateo 28:16-20)

En los primeros siglos de cristianismo había mucha discusión sobre la naturaleza de Jesucristo.  Un sacerdote llamado Arrio no pensó que Cristo pudiera ser igual con Dios Padre. Racionalizó que Dios tiene una naturaleza infinita que no podía caber en un sujeto humano.  Dijo que sería como tratar de poner una montaña en una caja. El gran obispo y teólogo San Atanasio refutó la reclamación de Arrio.  Dijo que Dios no es como otros sujetos sino un misterio incomprensible.  Entonces, concluyó, no podemos negar lo que las Escrituras señalan: Dios se humilló para hacerse humano.  En esta fiesta de la Santísima Trinidad será educativo examinar las Escrituras para aprender otros aspectos de Dios.

En la primera lectura Moisés describe a Dios como poderoso.  Él liberó a su pueblo de una nación fiera y potente.  Lo probó como cuando le negó el agua en el desierto.  Y le hizo milagros como el partir del mar.  Por supuesto, nosotros creemos que Dios creó de la nada todo que existe.  Ciertamente se puede acreditar ambos al Hijo y al Espíritu Santo con la creación también.  Pero especialmente imaginamos a Dios Padre como el Creador.

La segunda lectura cuenta del Espíritu Santo.  Sí Dios es santo.  No tiene ninguna mancha.  Más bien transciende todas las cosas del universo por su infinito amor, justicia, y sabiduría.  La lectura recalca que el Espíritu nos hace santos también.  Cómo el pueblo de Dios, la Iglesia sobresale en contraste con un mundo conocido por la codicia, la lujuria, y la violencia.  Desgraciadamente no todos entre nosotros vivimos la santidad.  Sin embargo, la Iglesia tiene a muchas personas de virtud  que nos sirven como modelos.  Hay voluntarios dando lecciones particulares a los niños pobres.  Hay los “guerreros de oración” rezando en la adoración eucarística que no se borre la vida humana naciente.  Y hay los padres que trabajan dos empleos para enviar a sus hijos a escuelas católicas.  Aún si no hacemos ninguna de estas cosas, somos mejores personas por conocer a estas gentes y por imitarlas cuanto posible.

El evangelio hoy destaca a Jesús prometiendo a sus discípulos que quedará con ellos “hasta el fin del mundo”.  Ciertamente se debe decir que Dios es fiel.  No cesa de ayudar a su pueblo aun si sus sujetos se olvidan de él.  Sin embargo, algunos piensan en Dios como si fuera uno de nosotros.  Ven su amor como inconstante como, en muchos casos, nuestro amor.  Recientemente se reportó que una pareja bien conocida por la filantropía está terminando su matrimonio. No sorprende que alrededor del caso ha habido informes de infidelidad.  El amor de Dios nunca está presente un día y ausente el próximo.  Más bien ello es aún más permanente y profundo que el agua en los océanos.

Cuando nos dirigimos al Padre o al Hijo o al Espíritu Santo, realmente estamos rezando a los tres.  Son indivisible.  Sin embargo, no queremos desconocer las distinciones entre las personas.  Podemos cumplir este objetivo por hacer un examen de conciencia cada noche en esta manera.  Rezamos, “Gracias a Ti, Padre”, recordando una bendición que experimentamos durante el día.  Entonces decimos, “Perdón, Señor”, al Hijo que murió por nuestros pecados. A la misma vez mencionamos un modo en que fallamos a imitar a Cristo.  Concluimos por decir, “Por favor, Espíritu, ayúdame” con un reto que prevemos mañana.  El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo forman un solo Dios.  Cómo es, esto es incomprensible. Sin embargo, Él está siempre presente para escuchar nuestras oraciones.


No hay comentarios.: