La
Solemnidad de la Santísima Trinidad
(Deuteronomio
4:31-34.39-40; Romanos 8:14-17; Mateo 28:16-20)
En los primeros siglos de cristianismo había mucha discusión
sobre la naturaleza de Jesucristo. Un
sacerdote llamado Arrio no pensó que Cristo pudiera ser igual con Dios Padre.
Racionalizó que Dios tiene una naturaleza infinita que no podía caber en un
sujeto humano. Dijo que sería como
tratar de poner una montaña en una caja. El gran obispo y teólogo San Atanasio
refutó la reclamación de Arrio. Dijo que
Dios no es como otros sujetos sino un misterio incomprensible. Entonces, concluyó, no podemos negar lo que
las Escrituras señalan: Dios se humilló para hacerse humano. En esta fiesta de la Santísima Trinidad será
educativo examinar las Escrituras para aprender otros aspectos de Dios.
En la primera lectura Moisés describe a Dios como
poderoso. Él liberó a su pueblo de una
nación fiera y potente. Lo probó como
cuando le negó el agua en el desierto. Y
le hizo milagros como el partir del mar.
Por supuesto, nosotros creemos que Dios creó de la nada todo que
existe. Ciertamente se puede acreditar
ambos al Hijo y al Espíritu Santo con la creación también. Pero especialmente imaginamos a Dios Padre
como el Creador.
La segunda lectura cuenta del Espíritu Santo. Sí Dios es santo. No tiene ninguna mancha. Más bien transciende todas las cosas del
universo por su infinito amor, justicia, y sabiduría. La lectura recalca que el Espíritu nos hace
santos también. Cómo el pueblo de Dios,
la Iglesia sobresale en contraste con un mundo conocido por la codicia, la
lujuria, y la violencia.
Desgraciadamente no todos entre nosotros vivimos la santidad. Sin embargo, la Iglesia tiene a muchas personas de virtud que nos sirven como modelos.
Hay voluntarios dando lecciones particulares a los niños pobres. Hay los “guerreros de oración” rezando en la
adoración eucarística que no se borre la vida humana naciente. Y hay los padres que trabajan dos empleos
para enviar a sus hijos a escuelas católicas.
Aún si no hacemos ninguna de estas cosas, somos mejores personas por
conocer a estas gentes y por imitarlas cuanto posible.
El evangelio hoy destaca a Jesús prometiendo a sus
discípulos que quedará con ellos “hasta el fin del mundo”. Ciertamente se debe decir que Dios es
fiel. No cesa de ayudar a su pueblo aun
si sus sujetos se olvidan de él. Sin
embargo, algunos piensan en Dios como si fuera uno de nosotros. Ven su amor como inconstante como, en muchos
casos, nuestro amor. Recientemente se
reportó que una pareja bien conocida por la filantropía está terminando su
matrimonio. No sorprende que alrededor del caso ha habido informes de
infidelidad. El amor de Dios nunca está
presente un día y ausente el próximo.
Más bien ello es aún más permanente y profundo que el agua en los
océanos.
Cuando nos dirigimos al Padre o al Hijo o al Espíritu Santo,
realmente estamos rezando a los tres.
Son indivisible. Sin embargo, no
queremos desconocer las distinciones entre las personas. Podemos cumplir este objetivo por hacer un
examen de conciencia cada noche en esta manera.
Rezamos, “Gracias a Ti, Padre”, recordando una bendición que experimentamos
durante el día. Entonces decimos,
“Perdón, Señor”, al Hijo que murió por nuestros pecados. A la misma vez
mencionamos un modo en que fallamos a imitar a Cristo. Concluimos por decir, “Por favor, Espíritu,
ayúdame” con un reto que prevemos mañana.
El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo forman un solo Dios. Cómo es, esto es incomprensible. Sin embargo,
Él está siempre presente para escuchar nuestras oraciones.
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