DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Jeremías 23:1-6; Efesios 2:13-18; Marcos
6:30-34)
Hay una tendencia entre los jóvenes que
preocupa a nuestros obispos. Con mucha
frecuencia los jóvenes no quieren identificarse con la religión. No importa que sean bautizados, no quieren
considerarse miembros de ninguna comunidad de fe. Por esta razón, se les refiere a estos jóvenes
como los “ningunas”. Dicen las ningunas
que no existen normas absolutas para determinar lo bueno y lo malo. Más bien el sentido común y la ciencia los
guiarán en las situaciones difíciles. Por eso, el sexo antes de casarse les
parece bueno como también el cambio constante de trabajos simplemente para
ganar más dinero.
Seguramente, los ningunas no son los únicos
que alarma a los líderes de la Iglesia.
Un tal grupo pequeño pero resoluto consiste en los católicos
progresistas completamente desilusionados con la jerarquía. No aguantan más a los líderes de la Iglesia
por varias razones. En una época los obispos no hacían mucho caso del abuso
sexual. Siguen ahora no ordenando a
mujeres como sacerdotes ni permiten a los sacerdotes que han casado celebrar la
Eucaristía. Prohíben a los divorciados y
vueltos a casarse a recibir la Santa Comunión.
Este grupo rebelde a menudo forma sus propias comunidades eucarísticas
con su clero no autorizado.
En las palabras del evangelio de hoy los
ningunas y los rebeldes son como “ovejas sin pastor”. No parecidos a la gente en el pasaje, ninguno
busca a un pastor. No obstante, Jesús, el Buen Pastor, busca a ellos. Él se compadece a todos para que no arruinen
sus vidas. No quiere que los jóvenes
pierdan sus almas en la búsqueda de placer y la plata. Ni quiere que los rebeldes sigan amargándose
por no tener las cosas según su manera de pensar.
Más bien Jesús quiere guiar a ambos grupos
a la paz. La lectura de Efesios hoy
llama a Jesús “nuestra paz”. Él es
nuestra paz porque ha llamado a todas las gentes a un pasto común que
proporciona la vida. Eso es el verdadero
bien de la vida humana la cual termina en la vida divina. En este pasto se nutren hispanos, europeos,
negros y asiáticos. Por supuesto, muchos
eligen no entrar el pasto de Jesús. No
obstante, la mayoría de los humanos le admira y, hasta un punto, lo emula por
haber dado su vida por amor a los demás.
En el evangelio Jesús primero muestra la
compasión a sus apóstoles cansados. Los
lleva a un lugar tranquilo para que se descansen. Lo muestra de nuevo cuando ve a la gente
andando como si fuera perdida. No demora
enseñarles. Querremos pedirle a él en la
oración que ayude a nuestros hermanos perdidos hoy en día. Tiene más modos para resolver los problemas
que se puede imaginar. Siempre queremos aprovecharnos
de su buena voluntad.
Más que esto, nosotros deberíamos seguir
con nuestros compromisos para que los grupos distanciados de la Iglesia vean
sus frutos. En primer lugar, no debemos
imitar sus errores por abandonar las tradiciones de la Iglesia. A veces encontramos a un viudo y una viuda cohabitando
en lugar de casarse para que no pierdan los ingresos de un esposo muerte. Tal acción desafía ambas la ley de Dios y la
ley del estado. Asimismo, que sigámonos
con nuestras obras caritativas. Hoy en
día no es necesariamente los curas que recuerden a los demás de Jesús. Son las
Misioneras de la Caridad y los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul
que los hacen pensar en el Señor.
Como la Carta a los Efesios llama a Cristo
“nuestra paz”, el profeta Jeremías en la primera lectura lo anticipa como “’nuestra
justicia’”. Jesús es la justicia que
hace a nosotros hermanos y hermanas al uno al otro. Es la justicia que les quita a los
progresistas la amargura que les impide nutrirse en el pasto del Señor. Es la justicia que transforma a los ningunas
en sus seguidores comprometidos. Jesús
es nuestra paz y justicia.
PARA LA REFLEXIóN: Cóm ha sido Jesús la paz y la justicia entrus usted y sus asociados?
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