El domingo, 18 de julio de 2021

 DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO

(Jeremías 23:1-6; Efesios 2:13-18; Marcos 6:30-34)

Hay una tendencia entre los jóvenes que preocupa a nuestros obispos.  Con mucha frecuencia los jóvenes no quieren identificarse con la religión.  No importa que sean bautizados, no quieren considerarse miembros de ninguna comunidad de fe.  Por esta razón, se les refiere a estos jóvenes como los “ningunas”.  Dicen las ningunas que no existen normas absolutas para determinar lo bueno y lo malo.  Más bien el sentido común y la ciencia los guiarán en las situaciones difíciles. Por eso, el sexo antes de casarse les parece bueno como también el cambio constante de trabajos simplemente para ganar más dinero.

Seguramente, los ningunas no son los únicos que alarma a los líderes de la Iglesia.  Un tal grupo pequeño pero resoluto consiste en los católicos progresistas completamente desilusionados con la jerarquía.  No aguantan más a los líderes de la Iglesia por varias razones. En una época los obispos no hacían mucho caso del abuso sexual.  Siguen ahora no ordenando a mujeres como sacerdotes ni permiten a los sacerdotes que han casado celebrar la Eucaristía.  Prohíben a los divorciados y vueltos a casarse a recibir la Santa Comunión.  Este grupo rebelde a menudo forma sus propias comunidades eucarísticas con su clero no autorizado.

En las palabras del evangelio de hoy los ningunas y los rebeldes son como “ovejas sin pastor”.  No parecidos a la gente en el pasaje, ninguno busca a un pastor. No obstante, Jesús, el Buen Pastor, busca a ellos.  Él se compadece a todos para que no arruinen sus vidas.  No quiere que los jóvenes pierdan sus almas en la búsqueda de placer y la plata.  Ni quiere que los rebeldes sigan amargándose por no tener las cosas según su manera de pensar.

Más bien Jesús quiere guiar a ambos grupos a la paz.  La lectura de Efesios hoy llama a Jesús “nuestra paz”.  Él es nuestra paz porque ha llamado a todas las gentes a un pasto común que proporciona la vida.  Eso es el verdadero bien de la vida humana la cual termina en la vida divina.  En este pasto se nutren hispanos, europeos, negros y asiáticos.  Por supuesto, muchos eligen no entrar el pasto de Jesús.  No obstante, la mayoría de los humanos le admira y, hasta un punto, lo emula por haber dado su vida por amor a los demás.

En el evangelio Jesús primero muestra la compasión a sus apóstoles cansados.  Los lleva a un lugar tranquilo para que se descansen.  Lo muestra de nuevo cuando ve a la gente andando como si fuera perdida.  No demora enseñarles.  Querremos pedirle a él en la oración que ayude a nuestros hermanos perdidos hoy en día.  Tiene más modos para resolver los problemas que se puede imaginar.  Siempre queremos aprovecharnos de su buena voluntad.

Más que esto, nosotros deberíamos seguir con nuestros compromisos para que los grupos distanciados de la Iglesia vean sus frutos.  En primer lugar, no debemos imitar sus errores por abandonar las tradiciones de la Iglesia.  A veces encontramos a un viudo y una viuda cohabitando en lugar de casarse para que no pierdan los ingresos de un esposo muerte.  Tal acción desafía ambas la ley de Dios y la ley del estado.  Asimismo, que sigámonos con nuestras obras caritativas.  Hoy en día no es necesariamente los curas que recuerden a los demás de Jesús. Son las Misioneras de la Caridad y los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul que los hacen pensar en el Señor.

Como la Carta a los Efesios llama a Cristo “nuestra paz”, el profeta Jeremías en la primera lectura lo anticipa como “’nuestra justicia’”.  Jesús es la justicia que hace a nosotros hermanos y hermanas al uno al otro.  Es la justicia que les quita a los progresistas la amargura que les impide nutrirse en el pasto del Señor.  Es la justicia que transforma a los ningunas en sus seguidores comprometidos.  Jesús es nuestra paz y justicia.


PARA LA REFLEXIóN:  Cóm ha sido Jesús la paz y la justicia entrus usted y sus asociados?

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