El
vigésimo sexto domingo ordinario, 26 de septiembre de 2021
(Números
11:25-29; Santiago 5:1-6; Marcos 9:38-43.45.47-48)
Hace quinientos años Europa destalló en
conflictos religiosos. Los protestantes
estaban separándose de la Iglesia católica.
A menudo los católicos reaccionaron con intentos para mantener la
integridad de religión de sus ciudades a fuerza. En los lugares donde los protestantes ganaron
la mayoría, acosaron a los católicos.
Hubo martirios en todos lados.
Después de más de cien años de guerras, los pueblos se acordaron vivir
con la tolerancia. No perseguirían a uno
a otro más.
Las lecturas hoy tocan este tema de
tolerancia. En la primera, Josué pide a
Moisés que prohíba a profetizar a los dos hombres que no estaban presentes cuando
vino el espíritu. En el evangelio los
discípulos de Jesús le vienen con una propuesta semejante. Le hablan que prohibieron a dos hombres echar
demonios en su nombre porque no son de su grupo.
Sin embargo, Jesús se opone a su acción.
Dice que aquellos que no están contra él están en su favor.
En los años recientes la tolerancia no
parecía difícil en el mundo occidental, al menos hasta que vino Covid. La mayoría de las gentes no tenían problemas
conviviendo en el mismo vecindario con personas de diferentes religiones, razas,
y naciones. Si las personas obedecían la
ley, podían ir a cualquiera iglesia, tomar cualquier tipo de comida, y llevar
cualquiera moda de pelo que quisieran.
Sin embargo, la pandemia ha creado
tensiones. En el principio, a muchos no
les gustaba ver a otros no llevando mascarillas o no practicando el distanciar
social. Ahora la vacuna ha creado nuevas
intolerancias. Aquellos que han sido
vacunados miran a los no vacunados con disgusto aún desdén. A veces dicen abiertamente que están
amenazando las vidas de los demás.
Entretanto los no vacunados acusan a sus criticas de no respetar el
juicio de sus conciencias. Tienen sus
propias razones por no ser vacunados tal como la vacuna no es segura o no es
moral. En una iglesia les han pedido a
los no vacunados que no vengan a misa en persona. En otra iglesia hay ninguna restricción
acerca de mascarillas o cualquiera otra protección del virus.
Parece que la tolerancia, de que Jesús
insiste en el evangelio, tiene lugar en el conflicto que experimentamos hoy. Desde que la mayoría de los profesionales
aconsejan la vacuna, hay que respetar a aquellos que siguen sus consejos.
Cuando los no vacunados están en su presencia, deberían llevar mascarilla y
mantener la distancia para evitar la contaminación. No obstante, los vacunados tienen que
reconocer el derecho de los que resisten la vacuna para seguir sus
conciencias. Si no hay indicaciones que
el no vacunado tenga el virus, entonces no hay razón de excluirlo de su presencia. Sin embargo, parece justo pedirles que sigan
los protocolos de mascarillas y distanciar social para evitar la dispersión del
virus.
Desgraciadamente parece que la pandemia va a continuar por mucho tiempo. Ha sido difícil, particularmente para aquellos que han sido internados con el virus y para aquellos que han perdido a seres queridos. Sin embargo, la pandemia nos ha dado oportunidad de practicar la tolerancia y aun el amor social. Por practicar la tolerancia respetamos a personas que piensan en la pandemia de maneras diferentes. Por practicar el amor hacemos sacrificios por el bien de los demás.
Para la reflexión: ¿Cómo debería yo cambiar para practicar
mejor la tolerancia y el amor social en la cuestión de Covid?
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