EL VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(Génesis
2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)
El mundo deplora lo que ha pasado en
Afganistán. Gentes en todas partes
lamentan el hecho que el Talibán han retomado las riendas del gobierno. Por veinte años las muchachas han asistido en
las escuelas. Ahora están restringidas a
aprender en privado. Por veinte años las
mujeres han podido tener puestos en la sociedad. Ahora tienen que limitarse a sus casas. Por supuesto, Jesús se entristece por esta
realidad nueva.
En el evangelio Jesús propugna por el bien
de las mujeres. Los fariseos quieren
tropezarlo con la pregunta sobre el divorcio.
Parece que para ellos no es problema que el hombre puede divorciarse de
su mujer. La prospectiva que la mujer
quedará sin recursos no parece su preocupación.
La única cuestión parece teorética: ¿qué es el motivo para el divorcio? Están preguntando a Jesús si se puede
divorciarse por cosa incidental como se ha encaprichado con una chica. O ¿hay
que ser una ofensa seria como el adulterio de parte de la mujer? La respuesta
de Jesús prohibiendo el divorcio salva a la mujer tanto de la pobreza como de la
vergüenza de ser dejada por su esposo.
Por prohibir el divorcio Jesús también
rescata la institución del matrimonio.
Si se pudiera entrar y salir el matrimonio tan fácilmente como comprar y
vender un burro, pronto estaría considerado insignificante. Las personas no querrían comprometerse
completamente a uno a otro. Estarían
creando peros en su mente especificando los indicativos para dejar la
relación. Desgraciadamente estamos
viendo la caída del matrimonio en nuestros días por esta razón. En muchas partes por cien años no ha habido
estigmas grandes con el divorcio. El
resultado ha sido no solo muchos divorcios sino también menos deseo de casarse,
menos niños para prolongar la cultura, y, el peor de todo, muchos niños sin
padres en casa para guiarlos.
Necesitamos matrimonios estables por muchas
razones. Es el mejor ambiente de criar a
niños. Si los muchachos van a hacerse
adultos responsables a la familia, a la comunidad, y a Dios, la fuerza, la
ternura, y la sabiduría de ambos padre y madre son casi indispensables. También el matrimonio facilita la maduración
de las dos personas. Los recién casados
aprenden pronto que otras personas se crían de maneras diferentes que él o ella
de modo que cada uno tenga que ajustarse al otro para evitar grandes problemas.
Finalmente, el matrimonio provee el apoyo incondicional para superar los
grandes retos de la vida: entre otros, la pérdida de trabajo, la muerte de
seres queridos, y la enfermedad grave. En
este sentido el matrimonio también le proporciona a la persona sentido del amor
de Dios.
Sin embargo, no queremos decir que el
matrimonio sea necesario para vivir con éxito.
Hace poco murió un hombre que era el jefe de una de las corporaciones
más grandes del mundo. Cuando se jubiló,
se dedicó a ayudar a los niños en escuelas y hospitales. Dijo que podía lograr tanto porque era soltero
toda su vida. Ni queremos decir que la
persona casada tiene que quedarse con esposo abusivo. Si la persona está siendo golpeada o está
forzada a cometer pecados, debe separarse.
Y aquellas personas que están en un segundo matrimonio, ¿qué deberían
hacer? Primero, tienen que cumplir sus
responsabilidades a todos sus niños y, tal vez, la primera esposa o
esposo. Entonces, se puede examinar la validez
del primer matrimonio. No pocas veces los hechos alrededor del matrimonio
estropearon la validez de la alianza desde el principio.
Es una medida del amor de Jesús y la
importancia del matrimonio que él se molesta para responder al interrogante de
los fariseos. Se da cuenta de los de
parte de los fariseos para tropezarlo.
No obstante, sabe que sus discípulos necesitan la orientación correcta
hacia el matrimonio. La vida humana no
sería posible sin el matrimonio bueno. Sí personas pueden nacer fuera del
matrimonio, pero marchitarían pronto si no hubiera otras personas de cerca que
conocen el amor de padres casados.
PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué veo como la razón más importante para el matrimonio?
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