LA SAGRADA FAMILIA, 26 de diciembre de 2021
(Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)
El otro día una mujer llevó a sus cuatro hijos a la misa de mediodía. Todos los hijos se sentaron con calma. Cuando vino el momento para la Comunión, ellos entraron en la fila sin discusión. Uno tras otro extendió a sus manos para recibir la hostia. Se comportaron como bien criados, acostumbrados a la etiqueta de la iglesia. En el evangelio hoy Jesús muestra la misma docilidad en el Templo de Jerusalén.
María y José llevan a Jesús al Templo para
familiarizarlo con las costumbres del pueblo judío. Celebran la pascua en la cual se cuenta la
historia de la liberación del pueblo Israel.
Se muestran como buenos judíos fieles a la Ley de Dios todo momento de
sus vidas. Se necesita este tipo de
piedad ahora más que nunca.
Vivimos en un tiempo de individualismo
intensivo. Cada uno tiene su propio
teléfono, el símbolo de esta vuelta al yo.
Con el teléfono la persona no tiene que participar ni en la familia, ni en
las clases del aula, ni siquiera en el grupo que le rodea. Más bien, puede tener con el teléfono una
comunidad virtual a su disposición. En
lugar de escuchar a sus padres, puede ser instruido por un gurú más ameno a su
modo de pensar. En lugar de leer libros
inspiradores, puede ver imágenes estimulantes.
Entre otras cosas, la cuestión de la
intimidad sexual en el mundo del individualismo vale la atención. La cultura reinante no más dice que los
jóvenes deben esperar hasta que se casen para tener relaciones sexuales. Ahora aún en las escuelas, me dicen, se
enseña que la intimidad puede ser beneficial para todos. Según el individualismo, los no casados tanto
como los casados tienen el derecho de aprovechárselo. Se implica que el sexo fuera del matrimonio está
bien porque le proporciona a la persona el placer. Hay solo dos restricciones para el sexo libre. Las dos personas tienen que dar su
consentimiento. También, deben hacer el
acto “seguro”, eso es no productivo.
Es una gran mentira. La intimidad sexual es mucho más que una experiencia
inocente de placer al individuo. Más
bien une a dos personas en una relación a la misma vez espiritual, emocional, e
intelectual tanto como física. Así, deja
a los dos, particularmente a la mujer, afectados profundamente. Por la mera forma del acto los participantes
se dan cuenta que no son átomos en la vida.
Más tarde o más temprano, se darán cuenta que son partes de unidades más
grandes. Son como partes de moléculas en
que los átomos siempre tienen su existencia.
Esto significa que no podemos aprovecharnos de la vida solos. Cada uno de nosotros se necesita de otras
personas y particularmente de un compañero estable. No se puede superar la soledad, las tonterías,
y los reproches de la vida sin este apoyo.
En la intimidad sexual sin un compromiso fuerte del otro, uno o las dos
personas van a quedar un día sintiendo defraudados.
Es particularmente el deber de ustedes
padres para relatar tanto la promesa como la responsabilidad de la intimidad
sexual. Como en otras cosas, cumplen
este deber por ambas palabras y acciones.
Tienen que sentarse con sus hijos para hablar sobre el tema. También tienen que modelar el compañerismo
del matrimonio por su apoyo mutuo. Se
termina el evangelio por decir que Jesús se pone a sí mismo sujeto a la
autoridad de sus padres. Es lo que se
espera de los hijos de ustedes.
Ya es tiempo de hacer resoluciones para el
Año Nuevo. ¿Qué vamos a hacer diferente
para aprovecharse más de la vida?
¿Asistir en la misa del mediodía?
Muy bien. ¿Pasar menos tiempo con
el teléfono? Sí, sería bueno. ¿Hablar con los muchachos acerca de
cuestiones íntimas? Así pueden imitar la
familia de Jesús en Nazaret.
Para la reflexión: ¿Por qué es tan difícil hablar
con los adolescentes? ¿Qué podría hacer
para superar esta dificultad?
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