TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas
3:10-18)
Usualmente celebramos la fiesta de Nuestra
Señora de Guadalupe de manera aparte de la temporada de Adviento. Brindamos a la Virgen ahora como si hubiera
en el medio del verano. Pero esta separación
de fiesta y temporada litúrgica es apenas necesaria. Ella representa mucho que corresponde a este
tiempo de espera. De todos modos este
año no se puede aislar la fiesta de la temporada. Cayendo en domingo, el doce de diciembre
tiene que ceder prioridad al tiempo de Adviento.
Durante Adviento deberíamos estar
reflexionando en la tripartita venida del Señor. Vendrá de nuevo al final de los tiempos como
vino hace 2000 años y como viene todos los días. Primero, vino en carne y hueso como redentor
del mundo. Ahora viene en la Eucaristía
como el sustento para los creyentes. Al
final del tiempo vendrá en la gloria como salvador de sus fieles. Cuando llegue, nos justificará nuestros modos
de vivir con la rectitud. El mundo
entero se dará cuenta por qué apreciamos el pudor y usar la moderación. Sabrá que nos hemos dedicado al bien de ambos
Dios y el prójimo para un motivo puntual.
Queremos que nos reconozca como suyos el Señor de la gloria.
Se puede decir que Juan Bautista y la Virgen
María representan el espíritu de Adviento.
Los dos anuncian la venida de Cristo.
Juan la hace en el evangelio hoy por decir que “’ya viene otro más
poderoso que yo…’” La Virgen lo hizo
por aparecer al indígena Juan Diego como mujer encinta. Las cintas en su vestido mostraron que
llevaba al bebé Jesús a Tepeyac, el lugar de los indígenas. Además, pidió la construcción de una iglesia
para que su hijo tuviera morada entre ellos.
Los dos también indican cómo hemos de
prepararnos para la llegada del Señor.
Juan es tan directo como un sargente a un soldado. Manda a la gente que compartan sus vestidos
con los pobres. Dice a los publicanos
que no defrauden y a los soldados que no extorsionen. Hemos de llevar a cabo estas directrices en
nuestras vidas. También nosotros tenemos que ser siempre honrados con el dinero
y compasivos hacia los pobres.
La Virgen era mucho más sutil en sus
instrucciones. Nos indicó la necesidad
de centrarse en Dios cuando se presentó como “Madre de verdadero Dios por quien
se vive…” También su empeño de tener
construido un templo enseñó las virtudes de la justicia social y la
fortaleza. Era solo el derecho de los
indígenas de tener un lugar donde podían alabar a Cristo. Sin embargo, si la Virgen no le insistiera,
Juan Diego nunca habría regresado al obispo para obtenerlo.
Hoy, el tercer domingo de Adviento, el
sacerdote lleva ornamentos de color rosa en la misa. Lo hace para levantar el espíritu de los
fieles. Es tiempo de regocijo. Tenemos que esperar sólo dos semanas más para
la venida de Cristo en la Navidad. La
primera lectura nos instruye: “Canta, hija del Sión”. ¡Qué cantemos con ánimo porque el Señor está
muy cerca! La segunda lectura resuena
este tema. Dice: “Alégrense siempre en
el Señor”. Otro motivo para cantar y alegrarse
es la presencia de la Virgen ya entre nosotros.
Ha venido para socorrer a nosotros, su pueblo. Ha llegado para presentarnos a su hijo, el
redentor. Como a Juan Diego, ha venido
para ser nuestra Madre.
Para la reflexión: ¿Por qué Jesucristo es más importante para nosotros que su madre, Nuestra Señora de Guadalupe?
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