El domingo, 5 de diciembre de 2021

 SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Baruc 5:1-9; Filipenses 1:4-6.8-11; Lucas 3:1-6)

Todo el mundo ha escuchado del calentamiento global.  Dicen los científicos que las temperaturas a través de la tierra están subiendo.  Los obsesionados con el tema opinan que el calentamiento implica desastre por el final del siglo.  Ven los océanos levantando para cubrir las áreas costales y dislocando billones de personas.  Anticipan tormentas más fuertes junto con períodos de sequía más largas que jamás hemos experimentado.  Su mensaje es tan amenazador como lo de Juan en el evangelio.

Juan Bautista no es nuevo a los lectores del Evangelio de Lucas.  El saluda a Jesús cuando los dos están formándose en los vientres de sus madres.  También los dos predican la necesidad de la reforma personal con la venida del reino de Dios.  Sin embargo, sus mensajes no son idénticos.  Juan hace más hincapié en lo negativo que Jesús.  Para Juan cuando venga el día del Señor, los no reformados serán destruidos como paja en horno.

Sin embargo, aún a Juan, aquellos que se arrepientan tiene futuro esperanzador.  La primera lectura describe cómo será este futuro.  Retrata la esperanza de Jerusalén al fin del exilio. Dice que los exiliados vendrán de diferentes partes liberados tanto del desprecio como de las cadenas de sus captores.  Estarán cantando de alegría por haber visto la gloria del Señor.

En la segunda lectura San Pablo da a los filipenses una idea de la reforma personal requerida.  Sobre todo enfatiza el amor como el modo de vivir.  Dice que el amor cristiano tiene que florecer en una “sensibilidad espiritual”.  Tiene en mente una espiritualidad sencilla.  Quiere que la disposición de los cristianos hacia los demás se preocupe más de la virtud que de los víveres.  Frecuentemente se ve la falta de la sensibilidad espiritual en el tiempo navideño. 

Los padres a menudo se apuran para comprar iPads y PlayStations, aunque sean extravagantes.  Pero los mismos padres suelen a no proveer a sus hijos la paciencia, el cariño, y el buen ejemplo.  Se puede imaginar cómo resultarán sus hijos como adultos.  Si no se corrigen, a lo mejor serán poco agradecidos y muy exigentes.  Un pedazo de las noticias recientes muestra esta falta de valores espirituales.   Hace un par de años algunos padres ricos pagaron cientos de miles de dólares para que sus hijos fueran aceptados en universidades prestigiosas.  Evidentemente estos padres no consideraron que estuvieran enseñando a sus hijos que el dinero valga más que el estudio.

El evangelio hoy coloca la predicación de Juan en la historia de ambos Israel y el mundo.  Nos recordamos a nosotros de una colocación semejante para el nacimiento de Jesús.  San Lucas, el evangelista más preocupado con la historia, está indicando la importancia de Juan.  ¿Tan importante como Jesús? No por mucho.  Además de mencionar el liderazgo del mundo cuando nace Jesús, Lucas relata su genealogía desde Adán.  Juan es grande porque es el último profeta para anunciar la venida del reino de Dios.  Después de Juan, Jesús introduce el reino con sus curaciones, otras hazañas, y predicaciones.  La comparación de Juan con Jesús es como ver primero la belleza del campo, entonces la gloria de las montañas.  Vale la pena hacer caso al mensaje de Juan, pero no es más que preludio a la sabiduría de Jesús.

Se dice que es más fácil escuchar a un profeta que vivir con uno.  Los profetas son tan obsesionados con su mensaje que no puedan relajarse.  Juan no parece excepción a este dicho.  Es exigente y poco cariñoso.  De todos modos, queremos seguirlo al menos por un rato. Pues él nos guía a Jesús.

 

Para la reflexión: ¿Cuáles son y cómo enseñamos a los niños los valores del Reino de Dios?

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