El domingo, 19 de junio de 2022

 SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

(Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17)

Cada vez más se asoman.  Están en las calles, aún las carreteras.  Ciertamente se encuentran en esquinas con semáforos.  Siempre piden limosnas.  Junto con una copa de cartón llevan letreros diciendo: “Cualquiera cosa ayudará”; “Dios te bendiga”; “Trabajaré para comida”.  Son de diferentes edades, de diferentes géneros, y de diferentes razas.  Son adictos y alcohólicos, desamparados y desempleados.  En algunos casos son también impostores. En un sentido son semejantes a los necesitados en el evangelio hoy. 

La gente viene de muchas partes para escuchar a Jesús.  Ya siendo muy tarde del día, tienen hambre.  Los apóstoles vienen a Jesús preocupados.  Le piden que le deje ir a la gente para comprar comida.  Pero Jesús tiene otra idea para atender las necesidades de la gente.  Les dice a sus compañeros: “’Denles ustedes de comer’”.  Nos dice también a nosotros en el caso de los mendigos de la calle: “’Denles ustedes de comer’”. 

Este mandato cubre más que comida.  Algunos de los mendigos no tienen ni casa ni ropa ni medicinas.  Otros están en necesidad seria de atención médica y psicológica.  ¿Cómo podemos nosotros cumplir el mandato?  Si les damos efectivo, es muy posible que lo derrochen en drogas.  Si sólo les damos comida, ¿no estaríamos solo tratando una hemorragia con un curita?  Podemos pasar la responsabilidad a otras entidades.  Tal vez queremos escribir a nuestro congresista que el gobierno provea más ayuda.  O podemos dar un aporte a una caridad para que haga algo en nuestro nombre.  Pero ¿es esto lo que nos quiere hacer el Señor cuando dice: “’Denles ustedes de comer’”? 

Los apóstoles no se frustran en la lectura sino esperan la directiva del Señor.  Cuando él se lo dice, le ponen a la gente en grupos de cincuenta.  Este número es, más o menos, la cantidad de cristianos en las comunidades de la Iglesia primitiva.  Luego Jesús bendice los cinco panes y dos pescados que tienen a mano.  Se los pasa a los apóstoles para que se distribuyan entre la gente.  Resulta que hay más que necesario para alimentar a los más que cinco mil de personas.

Como la iglesia primitiva tenemos que esperar en el Señor.  Es de nosotros para rezar a Jesús que nos ayude cuidar a las personas de la calle.  A la misma vez queremos hacer algo si solo es hacerles un asentir con la cabeza del reconocimiento.  No son fulanos sino hijos e hijas de Dios.  A lo mejor el Señor nos conducirá de este gesto a actos más significativos. De esta manera, “’Denles ustedes de comer’” no será solo una petición para proveer alimentos a los demás.  Más bien se hace en una recomendación para reorientar nuestras vidas hacia al Señor.

La segunda lectura nos apoya en la reorientación.  San Pablo habla de “una nueva alianza” entre Dios y los humanos.  Esta alianza nos ha unido a Dios tan íntimamente que seamos incorporados en su Cuerpo.  Podemos contar con su apoyo aun su dirección cuando nos lo acerquemos con nuestra necesidad.  Con él podemos resolver los retos sociales más apremiantes.  Asimismo, podemos contar con él con nuestras preocupaciones personales.  No nos dejará solos porque somos miembros de él.

Algunos están molestos cuando ven a los mendigos de la calle.  Tal vez se ponen aún más perturbados cuando escuchan a Jesús dice: “’Denles ustedes de comer’”.  Pero este tipo de reacción no es deseable ni beneficioso.  Más bien que los pongamos en las manos del Señor.  Recemos tanto por nosotros como por ellos.  Pidámosle que quiera exactamente que hagamos.  No nos olvidemos pedirle la ayuda para cumplir su recomendación.

Para la reflexión: ¿Qué te dice el Señor a hacer por los mendigos de la calle?


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