EL SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(Levíticas
19:1-2.17-18; I Corintios 3:16-23; Mateo 6:38-48)
Estamos
para comenzar un viaje de cuarenta días.
No es marcha individual, ni familiar, ni siquiera de la comunidad
local. Este viaje incluirá a todos
miembros de la Iglesia a través del mundo.
Es el retiro anual de cuaresma que nos conducirá a nuestro salvador en Jerusalén
hace dos mil años. Como un gesto de
solidaridad de caminante se nos ha dicho que no comamos la carne los viernes
durante los cuarenta días. También,
deberíamos apoyar a uno a otro en nuestros actos individuales de
autoabnegación. Algunos estarán renunciando
chocolates para la cuaresma. Otros, tal
vez más rigurosos, dejarán su porción diaria de café.
Hacemos el
retiro cuaresmal con toda la Iglesia porque Dios nos ha llamado para formar su
pueblo reconstituido. Seremos asemejando
a los israelitas en la primera lectura.
Ellos viajan por el desierto cuarenta años para que Dios pueda formarlos
como su pueblo especial. Tienen que
aprender cómo ser santos como él; eso es, justos y veraces, prudentes y, sobre
todo, misericordiosos. El motivo de esta formación es más que la edificación de
individuos. Más bien Dios quiere
usarlos, y ahora nosotros, para instruir al mundo sus modos.
Es cargo
bastante difícil para cumplir, particularmente cuando se considera la tendencia
humana de pecar. Necesitamos la ayuda de
Dios sin la cual estaríamos tan perdidos como caminantes en una tormenta
desértica. La ayuda nos vendrá
precisamente como resultado del viaje cuaresmal. Como Pablo dice en la segunda lectura, nos
forma Dios como el “templo del Espíritu Santo”.
Este título
implica tareas tanto dentro como fuera de la comunidad. Primero, afuera, se deja específicamente a
los laicos para transformar el mundo según el evangelio. Lo hacen por vivir sus vidas en modos demostrativos
del Espíritu Santo. Una maestra de
Kindergarten acude a sus niños preparada y entusiasmada acerca de su trabajo. Un dueño de quiosco de café da al desamparado
el desayuno. Estos actos pequeños
siembran semillas del Reino. Aunque no
es obligatorio, muchos laicos tienen ministerios dentro de la iglesia. Enseñar el catecismo, que han hecho por
siglos, tanto como leer la Palabra de Dios y distribuir la Santa Comunión en la
misa se cuentan como ministerios.
Cristo nos
pone en el viaje cuaresmal hoy con la parte del Sermón del Monte que lo más
anticipa nuestro destino. En el Reino de
Dios no vamos a experimentar enemistades.
Más bien todos trataremos a uno a otro con el amor. Como discípulos de Jesús hemos de practicar
este amor universal en nuestras vidas diarias.
La cuaresma nos sirve como entrenamiento. Primero, debemos condicionarnos para no
reaccionar defensivamente cuando otras personas nos maltratan. Esto no es cuestión de permitir a un matón
golpearnos sino de no preocuparnos de cómo aparecemos a otras personas. En lugar de volver insulto por insulto y
golpe por golpe, dejamos a la otra persona maravillando cómo el Espíritu Santo
nos ha rendido pacíficos y bondadosos en medio de amenazas e insultos.
En cuanto
al amor del enemigo recordémonos del Mahatma Gandhi, el líder indiano del siglo
pasado. En el cine contando de su vida
un hindú acude a él diciendo que va al infierno. Preguntado por qué, el hombre dice que
después de que los musulmanes mataron a su hijo, él mató a un niño
musulmán. Gandhi le dijo que podría
salvarse del infierno por adoptar a un huérfano musulmán y criarlo como fuera
su propio hijo, pero como un musulmán.
Gandhi nunca se bautizó. Sin
embargo, en su autobiografía escribió que tuvo mucho afecto para Jesús después
de leer el Sermón en el Monte.
Parece que
muchos católicos piensan que es suficiente acudir a la iglesia el Miércoles de
Ceniza para cumplir su obligación de cuaresma.
Pero las cenizas sirven solo como los tenis para el viaje
cuaresmal. En la ruta vamos a enfrentar
varios tipos de retos. Con nuestros ojos
fijados en Cristo crucificado no vamos a desfallecer ante ellos. Más bien, terminaremos más conformados a
él. Seremos hechos, tan raro como suene,
santos. Seremos santos para mostrar al
mundo la maravilla de Dios.
PARA REFLEXIÓN: ¿Qué sacrificio voy a hacer durante la Cuaresma?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario