El domingo, 19 de febrero de 2023

 EL SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(Levíticas 19:1-2.17-18; I Corintios 3:16-23; Mateo 6:38-48)

Estamos para comenzar un viaje de cuarenta días.  No es marcha individual, ni familiar, ni siquiera de la comunidad local.  Este viaje incluirá a todos miembros de la Iglesia a través del mundo.  Es el retiro anual de cuaresma que nos conducirá a nuestro salvador en Jerusalén hace dos mil años.  Como un gesto de solidaridad de caminante se nos ha dicho que no comamos la carne los viernes durante los cuarenta días.  También, deberíamos apoyar a uno a otro en nuestros actos individuales de autoabnegación.  Algunos estarán renunciando chocolates para la cuaresma.  Otros, tal vez más rigurosos, dejarán su porción diaria de café.

Hacemos el retiro cuaresmal con toda la Iglesia porque Dios nos ha llamado para formar su pueblo reconstituido.  Seremos asemejando a los israelitas en la primera lectura.  Ellos viajan por el desierto cuarenta años para que Dios pueda formarlos como su pueblo especial.  Tienen que aprender cómo ser santos como él; eso es, justos y veraces, prudentes y, sobre todo, misericordiosos. El motivo de esta formación es más que la edificación de individuos.  Más bien Dios quiere usarlos, y ahora nosotros, para instruir al mundo sus modos. 

Es cargo bastante difícil para cumplir, particularmente cuando se considera la tendencia humana de pecar.  Necesitamos la ayuda de Dios sin la cual estaríamos tan perdidos como caminantes en una tormenta desértica.  La ayuda nos vendrá precisamente como resultado del viaje cuaresmal.  Como Pablo dice en la segunda lectura, nos forma Dios como el “templo del Espíritu Santo”.

Este título implica tareas tanto dentro como fuera de la comunidad.  Primero, afuera, se deja específicamente a los laicos para transformar el mundo según el evangelio.  Lo hacen por vivir sus vidas en modos demostrativos del Espíritu Santo.  Una maestra de Kindergarten acude a sus niños preparada y entusiasmada acerca de su trabajo.  Un dueño de quiosco de café da al desamparado el desayuno.  Estos actos pequeños siembran semillas del Reino.  Aunque no es obligatorio, muchos laicos tienen ministerios dentro de la iglesia.  Enseñar el catecismo, que han hecho por siglos, tanto como leer la Palabra de Dios y distribuir la Santa Comunión en la misa se cuentan como ministerios.

Cristo nos pone en el viaje cuaresmal hoy con la parte del Sermón del Monte que lo más anticipa nuestro destino.  En el Reino de Dios no vamos a experimentar enemistades.  Más bien todos trataremos a uno a otro con el amor.  Como discípulos de Jesús hemos de practicar este amor universal en nuestras vidas diarias.  La cuaresma nos sirve como entrenamiento.  Primero, debemos condicionarnos para no reaccionar defensivamente cuando otras personas nos maltratan.  Esto no es cuestión de permitir a un matón golpearnos sino de no preocuparnos de cómo aparecemos a otras personas.  En lugar de volver insulto por insulto y golpe por golpe, dejamos a la otra persona maravillando cómo el Espíritu Santo nos ha rendido pacíficos y bondadosos en medio de amenazas e insultos. 

En cuanto al amor del enemigo recordémonos del Mahatma Gandhi, el líder indiano del siglo pasado.  En el cine contando de su vida un hindú acude a él diciendo que va al infierno.  Preguntado por qué, el hombre dice que después de que los musulmanes mataron a su hijo, él mató a un niño musulmán.  Gandhi le dijo que podría salvarse del infierno por adoptar a un huérfano musulmán y criarlo como fuera su propio hijo, pero como un musulmán.  Gandhi nunca se bautizó.  Sin embargo, en su autobiografía escribió que tuvo mucho afecto para Jesús después de leer el Sermón en el Monte.

Parece que muchos católicos piensan que es suficiente acudir a la iglesia el Miércoles de Ceniza para cumplir su obligación de cuaresma.  Pero las cenizas sirven solo como los tenis para el viaje cuaresmal.  En la ruta vamos a enfrentar varios tipos de retos.  Con nuestros ojos fijados en Cristo crucificado no vamos a desfallecer ante ellos.  Más bien, terminaremos más conformados a él.  Seremos hechos, tan raro como suene, santos.  Seremos santos para mostrar al mundo la maravilla de Dios.

PARA REFLEXIÓN: ¿Qué sacrificio voy a hacer durante la Cuaresma?

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