EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
(Génesis
2:7-9.3:1-7; Romanos 5:12-19; Mateo 4:1-11)
Miren a la
gente en la misa contigo. La mayoría de
ellos probablemente tienen canas, al menos a las raíces de su pelo. En grandes números ambos jóvenes y adultos
han abandonado asistir la misa. No pocos
de estos consideran a aquellos que acuden a la iglesia supersticiosos. Y si los que asisten la misa expresan dudas
sobre el aborto, matrimonio gay, o reparaciones por la esclavitud, ellos les
consideren como chauvinistas y racistas.
A pesar del
sospecho del mundo, sabemos que ser cristiano católico practicante no nos perjudica. Al contrario, es nuestra salvación y la
salvación del mundo de las ideologías perversas como el comunismo o el
hedonismo. Pero ¿somos cristianos dignos
del nombre? Eso es, ¿somos hijos e hijas
verdaderas de Dios? Podemos probarnos
así junto con Jesús en el evangelio hoy.
No dudemos que el demonio nos tienta todos los días como tienta a Jesús
aquí.
El diablo
nunca nos ofrece pecado como algo destructivo.
Más bien, siempre nos presenta algo malo bajo una semejanza buena. En la primera lectura la serpiente le ofrece
a la mujer el fruto prohibido enfatizando que al comerlo se haría sabia. Jesús tiene gran hambre cuando el demonio se
le atreve a cambiar las piedras en pan.
De la misma manera nos atrae a satisfacer nuestros anhelos desmesurados
para comida, bebida y el placer sexual.
Jesús rechaza la oferta del demonio porque da mayor importancia a
atender la palabra de Dios Padre que al comer.
Siguiendo a él, nosotros debemos recordar la necesidad de la moderación
en cuestiones del apetito.
El diablo
no solo tienta nuestras necesidades físicas sino también nuestras ansiedades
más profundas. Toda persona humana quiere asegurarse de que Dios está presente
para salvarla cuando se siente desesperada.
En situaciones que nos exigen extremo sacrificio personal nosotros
cristianos esperamos que Él nos protege.
Una mujer recuerda cómo sentía vacía y perdida cuando recibió noticias
que sus dos hermanos tuvieron un accidente vehicular. El choque mató a uno e hirió gravemente al
otro. Ella no tuvo paz interior hasta
que recibiera el consuelo que Dios permite estos trastornos para producir algo
mejor. En la segunda tentación el
demonio tienta a Jesús a matarse para asegurar a sí mismo del amor de Dios
Padre. Pero Jesús sabe que el amor del
Padre es infinito de modo que siempre le cuide.
Finalmente,
el demonio tienta a Jesús con el poder.
Dice que le concederá la soberanía sobre el mundo a cambio de un acto
sencillo de adoración. Pero Jesús sabe
que el poder buscado por sí mismo solo corrompe. No demora nada en ahuyentar al demonio de su
presencia. Nosotros no somos tan
perspicaces. El poder nos atrae mucho. Queremos forzar el tributo, el respeto, aún
el amor de otras personas. Por eso, la
violencia doméstica sigue rasgando familia tras familia. Debemos resolvernos que cualquier poder que
tengamos será usado para el mejoramiento de los demás, jamás para
perjudicarlos.
En el
desierto de Arizona alrededor de la ciudad de Yuma, el ejército americano tiene
un polígono de pruebas. El calor y
aridez hacen las condiciones brutales, al menos durante el verano. Las tropas que soportan el entrenamiento se
prueban listos para el combate. La Cuaresma nos provee un tipo de polígono de
pruebas. Nos prepara a resistir las
tentaciones del diablo. De igual
importancia nos capacita a contribuir a la salvación del mundo. En estos cuarenta días de auto entrega a Dios,
nos probamos como sus verdaderas hijas e hijos.
PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué te tienta lo más? ¿Cómo te ayuda Dios superar la tentación?
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