QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
(Ezequiel
37:12-14; Romanos 8:8-11; Juan 11:1-45)
Nos estamos
acercando la Pascua, el corazón del misterio de Cristo. Las lecturas de la misa hoy tratan de la
muerte y la resurrección. Vale la pena reflexionar
en ellas bien para que comprendamos el significado de los estos mismos eventos
en la vida de Cristo durante la Semana Santa.
El profeta
Ezequiel nos lleva al valle de los muertos.
Dice que Dios va a hacer al pueblo creer en Él por abrir sus
tumbas. Ezequiel mismo entiende estas
palabras como profecía de que va a renovarse el pueblo Israel. La capital Jerusalén ha sido arrasada por el
ejército babilonio. Sus palacios fueron
derrumbados y sus fortalezas derribadas.
Ahora Dios anuncia que Jerusalén tendrá un futuro. Él mismo la reconstruirá de los escombros.
Estamos
tentados a interpretar a Ezequiel por decir que Dios prometa la resurrección de
los muertos. Pero las gentes del sexto y
quinto siglos antes de Cristo no pensaban así.
Eran personas con espíritu colectivo, no individualista. Que Jerusalén sería grande de nuevo era lo
importante, no la vida de cualquier hombre o mujer.
Se realiza
la mayor consciencia de la vida después de la muerte unos siglos después. Por el tiempo de Jesús Israel fue dividido acerca
de la cuestión. Unos esperaban la vida
después de la muerte y otros no. En la
lectura hoy Jesús entra el debate.
Quiere enseñar no solo que la resurrección es la voluntad de Dios sino
también que sea dentro de la posibilidad de todos. Para recalcar esta lección va a resucitar a
su amigo de entre los muertos. Ésta es la razón que espera hasta que sea seguro
que Lázaro es muerto antes de visitar su hogar.
Cuando
finalmente Jesús llega a la casa de Lázaro, Marta, la hermana del fallecido, se
lo acoge Marta. Como la conocemos del
Evangelio de Lucas, Marta no es persona tímida.
Le dice a Jesús francamente: “’…si hubieras aquí, mi hermano no habría
muerto…’” Jesús debe explicarle que él
es la resurrección y la vida de modo que la persona que crea en él aun si muere
físicamente, vive espiritualmente. Marta
dice que cree que Jesús es el Mesías e hijo de Dios, aunque no parece
consciente de lo que signifiquen estos títulos.
Muchos hoy
en día viven con las dudas de Marta.
Dicen que creen en Jesucristo como Salvador, pero su seguimiento de él
es anémico. No quieren hablar con los
demás de Jesús. Vienen a misa solo
cuando no sea inconveniente. Tal vez no hablen
con palabrotas, pero parece que les gustan los chismes y los chistes
sucios. Ésta es solo la fe a medias.
Por la
tumba de Lázaro Jesús hace tres cosas significantes antes de llamarlo
afuera. Primero, llora porque es un
hombre que simpatiza con los demás. Segundo, se conmueve con la ira. Esto no es muestra de aflicción sino de
disgusto profundo. Porque está cerca el
príncipe de la muerte, Jesús le muestra desdén.
Tercero, reza a Dios Padre. Este
no es simplemente un gesto para suscitar la fe de la gente sino una petición
que se haga la voluntad de Dios en favor de la vida.
Entonces
lleno de la tristeza de los afligidos, ira al diablo, y confianza en su Padre, Jesús
grita a Lázaro que salga. Se ve el
hombre emergiendo de la tumba envuelto en vendas porque esta resurrección solo
es temporánea. Cuando otra vez muera,
Lázaro se le vestirá de vendas de nuevo.
Será al contrario con Jesús.
Cuando se resucita de entre los muertos, las vendas se quedarán en el
sepulcro porque vivirá para siempre. Si
creemos en él, nunca moriremos espiritualmente.
Si lo seguimos fielmente, resucitarán nuestros cuerpos con lo suyo para
siempre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario