El domingo, 26 de marzo de 2023

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

(Ezequiel 37:12-14; Romanos 8:8-11; Juan 11:1-45)

Nos estamos acercando la Pascua, el corazón del misterio de Cristo.  Las lecturas de la misa hoy tratan de la muerte y la resurrección.  Vale la pena reflexionar en ellas bien para que comprendamos el significado de los estos mismos eventos en la vida de Cristo durante la Semana Santa.

El profeta Ezequiel nos lleva al valle de los muertos.  Dice que Dios va a hacer al pueblo creer en Él por abrir sus tumbas.  Ezequiel mismo entiende estas palabras como profecía de que va a renovarse el pueblo Israel.  La capital Jerusalén ha sido arrasada por el ejército babilonio.  Sus palacios fueron derrumbados y sus fortalezas derribadas.  Ahora Dios anuncia que Jerusalén tendrá un futuro.  Él mismo la reconstruirá de los escombros.

Estamos tentados a interpretar a Ezequiel por decir que Dios prometa la resurrección de los muertos.  Pero las gentes del sexto y quinto siglos antes de Cristo no pensaban así.  Eran personas con espíritu colectivo, no individualista.  Que Jerusalén sería grande de nuevo era lo importante, no la vida de cualquier hombre o mujer.

Se realiza la mayor consciencia de la vida después de la muerte unos siglos después.  Por el tiempo de Jesús Israel fue dividido acerca de la cuestión.  Unos esperaban la vida después de la muerte y otros no.  En la lectura hoy Jesús entra el debate.  Quiere enseñar no solo que la resurrección es la voluntad de Dios sino también que sea dentro de la posibilidad de todos.  Para recalcar esta lección va a resucitar a su amigo de entre los muertos. Ésta es la razón que espera hasta que sea seguro que Lázaro es muerto antes de visitar su hogar. 

Cuando finalmente Jesús llega a la casa de Lázaro, Marta, la hermana del fallecido, se lo acoge Marta.  Como la conocemos del Evangelio de Lucas, Marta no es persona tímida.  Le dice a Jesús francamente: “’…si hubieras aquí, mi hermano no habría muerto…’”  Jesús debe explicarle que él es la resurrección y la vida de modo que la persona que crea en él aun si muere físicamente, vive espiritualmente.  Marta dice que cree que Jesús es el Mesías e hijo de Dios, aunque no parece consciente de lo que signifiquen estos títulos.

Muchos hoy en día viven con las dudas de Marta.  Dicen que creen en Jesucristo como Salvador, pero su seguimiento de él es anémico.  No quieren hablar con los demás de Jesús.  Vienen a misa solo cuando no sea inconveniente.  Tal vez no hablen con palabrotas, pero parece que les gustan los chismes y los chistes sucios.   Ésta es solo la fe a medias.

Por la tumba de Lázaro Jesús hace tres cosas significantes antes de llamarlo afuera.  Primero, llora porque es un hombre que simpatiza con los demás. Segundo, se conmueve con la ira.  Esto no es muestra de aflicción sino de disgusto profundo.  Porque está cerca el príncipe de la muerte, Jesús le muestra desdén.  Tercero, reza a Dios Padre.  Este no es simplemente un gesto para suscitar la fe de la gente sino una petición que se haga la voluntad de Dios en favor de la vida. 

Entonces lleno de la tristeza de los afligidos, ira al diablo, y confianza en su Padre, Jesús grita a Lázaro que salga.  Se ve el hombre emergiendo de la tumba envuelto en vendas porque esta resurrección solo es temporánea.  Cuando otra vez muera, Lázaro se le vestirá de vendas de nuevo.  Será al contrario con Jesús.  Cuando se resucita de entre los muertos, las vendas se quedarán en el sepulcro porque vivirá para siempre.  Si creemos en él, nunca moriremos espiritualmente.  Si lo seguimos fielmente, resucitarán nuestros cuerpos con lo suyo para siempre.

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