UNDÉCIMO DOMINGO ORDINARIO
(Éxodo 19,
2-6ª; Romanos 5:6-11; Mateo 9:36-10:8)
Con la
celebración de la misa hoy reentramos plenamente en el “tiempo ordinario”. Es nuestra oportunidad de aprender del
ministerio de Jesús: cómo piensa y cómo responden a los retos de la vida.
Recordamos
que este año leemos del Evangelio según San Mateo en la mayoría de los
domingos. Ahora escuchamos cómo Mateo
percibe a Jesús evaluando la condición religiosa en Israel. Ve al pueblo “como ovejas sin pastor”. Sus líderes hacen hincapié en las finezas de
la Ley como diezmar por las hierbas y especies, pero fallan a enseñarles los
temas grandes como la humildad y la misericordia. Si el pueblo no recibe
liderazgo más responsable, Jesús sabe que ellos resultarán como sus líderes
actuales. Eso es, explotarán la religión
para verse como “buenos” mientras disimulan sus motivos codiciosos.
Se puede
comparar la condición del Pueblo de Dios ahora con la del tiempo de Jesús. Cuando hablamos del “Pueblo de Dios” actual,
tenemos en mente la Iglesia católica.
Los israelitas se hicieron en el Pueblo de Dios original cuando llegaron
a Sinaí como la primera lectura nos relata hoy.
Los seguidores de Cristo asumieron la distinción con la recepción del
Espíritu Santo en Pentecostés.
Desafortunadamente, en muchas partes el Pueblo de Dios parece
desilusionado. La mayoría de los
católicos no participa en la misa dominical.
Los jóvenes ni siquiera quieren ser identificados como “católicos”. Pero el problema va más a fondo. Muchos asisten en la misa principalmente por
hábito. No desean perfeccionarse en
Cristo. Ni quieren tomar la
responsabilidad para el bien de la comunidad.
Más bien, están contentos con la mediocridad.
Los obispos
buscan soluciones al fervor disminuyente de los fieles. Patrocinan clases de formación y programas de
renovación. Promueven los movimientos
como “el Camino de Emaús” y “Cristo renueva su Iglesia”. Pero están luchando contra una cultura que se
ha hecho hostil a la religión. El
escándalo del abuso sexual ha creado dudas.
También la ciencia ha sido exitosa a proveer remedios para todos tipos
de dificultades y contestas para la mayoría de las inquietudes humanas.
Jesús ocupa
una estrategia nueva para enfrentar el desafío en Israel. Llama a los mejores de sus discípulos para
predicar el Reino de Dios en los caminos.
Les capacita curar a enfermos, echar demonios y, increíblemente,
resucitar a los muertos. No les permiten
hacerse ricos por sus esfuerzos. Más
bien, les instruye que rehúsen pago porque no es su capacidad que logre
milagros sino lo del Espíritu Santo.
Nos hacen
falta voluntarios hoy en día como los apóstoles para tomar responsabilidad por
el bien de la Iglesia. Jóvenes pueden
sacrificar uno o dos años después de cumplir su educación básica para hacer
ministerios de pleno tiempo. Existen ya
oportunidades para servir como ministros en los campos universitarios y como
misioneros laicos en el extranjero. Los
adultos pueden comprometerse a un ministerio laical que sirva a aquellos en los
márgenes de la comunidad. Hacen falta
personas para traer la Palabra de Dios junto con la Sagrada Comunión a los
asilos de ancianos.
Hoy
celebramos el Día de los Padres. Es
tiempo de agradecer a nuestros papás.
¿Por qué? ¿Simplemente por pasar
sus genes a nosotros? No, esto no vale
la estima. Además, por proveer de las
necesidades materiales nuestras, honramos a nuestros padres por enseñarnos la
responsabilidad. Los mejores padres instruyen
a sus hijos cómo ser responsables a Dios y a sus esposas. Muestran la responsabilidad por la familia y
también por la Iglesia, el Pueblo de Dios.
Para la reflexión: ¿Cómo puedo mejorar mi servicio a la Iglesia?
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