El domingo, 11 de junio de 2023

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

(Deuteronomio 8:2-3.14-16; I Corintios 10:16-17; Juan 6:51-58)

La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) nos ocasiona oportunidad de reflexionar sobre algunas cosas.  Primero, que preguntemos: ¿Exactamente qué estamos celebrando hoy? y ¿Qué tipo de oración sugiere la celebración?  También, ¿cómo se relaciona esta fiesta con la vida de hoy? 

La celebración de Corpus Christi tiene orígenes en la Edad Media.  Mientras los teólogos debatían la presencia real de Cristo en el sacramento, la gente quiso mostrar su fe en ella.  Comenzó en Francia, pero en corto tiempo se extendió por la Iglesia universal.  Desde el siglo XIV ha destacado una procesión en la cual se lleva el Santísimo Sacramento. 

Se puede decir que Corpus Christi exhorta todos los tres tipos de oración.  Se da a la meditación buscando el cómo y el porqué de la Eucaristía.  Al hacerlo, descubrimos que Jesús instituyó la Eucaristía para hacerse presente físicamente a través del mundo.  Está en todas partes para apoyarnos en la lucha de ser santos.  Cuando tomamos el Pan Eucarístico en la Santa Comunión, no se hace tanto parte de nosotros como toda otra comida.  Más bien ello nos forma en el Cuerpo de Cristo.

La contemplación se difiere de la meditación por ser más dado al silencio interior que al interrogar.  Esta fiesta nos proporciona ocasión de enfocarnos en Jesús presente en el altar.  Él nos actúa como un ancla que nos basa en la verdad en un mundo que tiende a extraviarnos.   Expresamos el agradecimiento a Jesús por salvarnos con la oración vocal.  Sea un canto como “Bendito, bendito, bendito sea Dios…” o una oración eucarística como “Oh Sagrado Banquete, en que Cristo es nuestra comida…” tenemos que decir algo.

Desde casi el principio la Iglesia ha recomendado la celebración de Corpus Christi con una procesión.  En ella nos presentamos como el Cuerpo de Cristo con la Sagrada Hostia como nuestra cabeza.  Lo seguimos indicando nuestro compromiso a vivir el amor abnegado con lo cual Jesucristo murió para redimirnos de pecado. Por eso, no nos sorprendemos cuando encontramos a nuestro lado a una maestra que dedicó su vida a la educación de niños.  O tal vez esté nos acompañe un policía que más de una vez se arriesgó su vida defendiendo a la gente.  En otros tiempos y otros lugares los santos como San Martín de Porres y Santa Francisca Cabrini participaron en tal procesión.

Durante este mes de junio en casi todas las ciudades del mundo habrá otro tipo de manifestación en las calles.  Los homosexuales y proponentes de tipos de sexo aún más raros quieren llamar la atención a sí mismos.  No queremos burlarnos de ellos.  Pues muchos han experimentado el prejuicio cruel.  Pero tampoco deberíamos querer juntarnos en sus filas. 

El movimiento “orgullo gay” es modo de promover el amor erótico en sus diferentes formas.  No creemos que sea de ninguna manera tan digno como el amor de Cristo.  El amor erótico, que tenga su lugar apropiado dentro del matrimonio, busca el placer para el yo.  En contraste, el amor abnegado que Jesús nos mostró hace sacrificios por el bien de los demás.

Es difícil hablar de estas cosas tanto en la familia como en público hoy en día.  Pero deberíamos hacerlo para que no se extravíen otros.  Tal vez nuestra participación en la procesión de Corpus Christi día testimonio al amor abnegado de Cristo.  Pero que no nos falte a decir a nuestros hijos y nietos que el sexo tiene su lugar justo solo en el matrimonio.   Allí con todos los sacrificios que el matrimonio exige la pareja experimenta algo sumamente valioso.  Atestigua la transformación de su amor erótico en el amor de Cristo.  Esto es el propósito de la vida espiritual: que nosotros aprendamos a amar como Cristo.

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