SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
(Deuteronomio
8:2-3.14-16; I Corintios 10:16-17; Juan 6:51-58)
La
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) nos ocasiona
oportunidad de reflexionar sobre algunas cosas.
Primero, que preguntemos: ¿Exactamente qué estamos celebrando hoy? y ¿Qué
tipo de oración sugiere la celebración?
También, ¿cómo se relaciona esta fiesta con la vida de hoy?
La
celebración de Corpus Christi tiene orígenes en la Edad Media. Mientras los teólogos debatían la presencia
real de Cristo en el sacramento, la gente quiso mostrar su fe en ella. Comenzó en Francia, pero en corto tiempo se
extendió por la Iglesia universal. Desde
el siglo XIV ha destacado una procesión en la cual se lleva el Santísimo
Sacramento.
Se puede
decir que Corpus Christi exhorta todos los tres tipos de oración. Se da a la meditación buscando el cómo y el
porqué de la Eucaristía. Al hacerlo,
descubrimos que Jesús instituyó la Eucaristía para hacerse presente físicamente a través
del mundo. Está en todas partes para
apoyarnos en la lucha de ser santos.
Cuando tomamos el Pan Eucarístico en la Santa Comunión, no se hace tanto
parte de nosotros como toda otra comida.
Más bien ello nos forma en el Cuerpo de Cristo.
La
contemplación se difiere de la meditación por ser más dado al silencio interior
que al interrogar. Esta fiesta nos
proporciona ocasión de enfocarnos en Jesús presente en el altar. Él nos actúa como un ancla que nos basa en
la verdad en un mundo que tiende a extraviarnos. Expresamos el agradecimiento a Jesús por salvarnos
con la oración vocal. Sea un canto como
“Bendito, bendito, bendito sea Dios…” o una oración eucarística como “Oh
Sagrado Banquete, en que Cristo es nuestra comida…” tenemos que decir algo.
Desde casi
el principio la Iglesia ha recomendado la celebración de Corpus Christi con una
procesión. En ella nos presentamos como
el Cuerpo de Cristo con la Sagrada Hostia como nuestra cabeza. Lo seguimos indicando nuestro compromiso a
vivir el amor abnegado con lo cual Jesucristo murió para redimirnos de pecado.
Por eso, no nos sorprendemos cuando encontramos a nuestro lado a una maestra
que dedicó su vida a la educación de niños.
O tal vez esté nos acompañe un policía que más de una vez se arriesgó su
vida defendiendo a la gente. En otros
tiempos y otros lugares los santos como San Martín de Porres y Santa Francisca
Cabrini participaron en tal procesión.
Durante
este mes de junio en casi todas las ciudades del mundo habrá otro tipo de
manifestación en las calles. Los
homosexuales y proponentes de tipos de sexo aún más raros quieren llamar la
atención a sí mismos. No queremos
burlarnos de ellos. Pues muchos han
experimentado el prejuicio cruel. Pero
tampoco deberíamos querer juntarnos en sus filas.
El
movimiento “orgullo gay” es modo de promover el amor erótico en sus diferentes
formas. No creemos que sea de ninguna
manera tan digno como el amor de Cristo.
El amor erótico, que tenga su lugar apropiado dentro del matrimonio,
busca el placer para el yo. En
contraste, el amor abnegado que Jesús nos mostró hace sacrificios por el bien
de los demás.
Es difícil
hablar de estas cosas tanto en la familia como en público hoy en día. Pero deberíamos hacerlo para que no se
extravíen otros. Tal vez nuestra
participación en la procesión de Corpus Christi día testimonio al amor abnegado
de Cristo. Pero que no nos falte a decir
a nuestros hijos y nietos que el sexo tiene su lugar justo solo en el
matrimonio. Allí con todos los sacrificios
que el matrimonio exige la pareja experimenta algo sumamente valioso. Atestigua la transformación de su amor
erótico en el amor de Cristo. Esto es el
propósito de la vida espiritual: que nosotros aprendamos a amar como Cristo.
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