DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO
(Jeremías 20:10-13; Romanos 5:12-15;
Mateo 10:26-33)
Se toma el
evangelio de hoy del “sermón apostólico” del Evangelio según San Mateo. Es uno de los cinco grandes discursos que
constituyen el cuerpo del evangelio. Escuchamos del principio de este sermón el
domingo pasado con Jesús enviando a sus discípulos proclamar el Reino. El próximo domingo oiremos una parte de su
conclusión. En el segmento ahora Jesús
quiere animar a sus mensajeros.
Deberíamos hacerle caso porque, seamos nosotros sacerdotes o seamos
laicos, el Señor nos pide a llevar su mensaje al mundo.
Primero Jesús dice a sus apóstoles que “no tengan miedo”. Es seguro que van a encontrar oposición. Los bandoleros rondan en los caminos buscando a los viajeros. En los pueblos los fariseos van a resistir a aquellos que minen su autoridad. ¿Qué nos dará miedo a proclamar el Reino hoy? En Nigeria los militares musulmanes han creado miedo entre los cristianos. Con impunidad atacan a los fieles en iglesias y toman presos de niños en escuelas. En nuestro país el miedo no es de ser aniquilados sino desvalorados. Si la persona proclama su fe en público, puede ser considerada infantil. Si expresa la enseñanza católica sobre un tema políticos
, puede ser excluida. Aún
es posible que incurra multas por tomar posición en contra de una nueva
política del estado.
Sin
embargo, no tenemos que temer porque Dios nos ha prometido su apoyo. En el evangelio Jesús recomienda la
confianza. Dice que, si el Padre cuida a los pájaros del cielo, va a
protegernos aún más. Trevor Williams, un
jugador de beisbol de las ligas mayores, confiaba en este amor cuando criticó
en Twitter a los Dodgers de Los Ángeles.
Dándose cuenta de que los Dodgers iban a dar premio a un grupo que se
disimula como monjas católicas para promover el amor homosexual, Williams
proclamó: “Invitar y honrar a un grupo que se burla de manera descara y
profundamente ofensiva de mi religión…socava el valor del respeto y la
inclusión que debe defender cualquier organización”.
Es posible
que el Señor Williams tuviera este evangelio en cuenta cuando hizo su Tweet. Jesús promete a sus apóstoles: “A quien me
reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre”. Williams concluyó su mensaje diciendo: “Como
católicos, miramos a Jesucristo y la forma en que fue tratado y nos damos
cuenta de que cualquier sufrimiento en este mundo nos une a él en el
otro”.
A lo mejor
no tenemos una cuenta de Twitter. Ni tenemos
el aparato ni la inclinación a poner una bocina en la esquina para divulgar
nuestra fe en el Señor. No obstante, no
nos faltan oportunidades de manifestar nuestra fe en público. Si estamos acostumbrados a rezar antes de
comer en la casa, ¿por qué no lo hacemos en un restaurante? Llevar un collar de cruz como puede ser una
muestra de fe. De hecho, en Inglaterra
es considerado un crimen para una maestra llevar tal collar en el aula. Salir de un cine o apagar la tele cuando se
muestran escenas obscenas es acto de fe que requiere la fortaleza. Aceptar con gratitud a un bebé con el
Síndrome Down puede indicar gran fe.
Deberíamos rezar que jamás Dios nos ponga en la situación de tener a un
ser querido en el estado vegetal persistente.
Pero si nos pasa a nosotros, que proclamemos la fe por darle el cuidado
requisito para vivir.
En la
primera lectura el profeta Jeremías está siendo denunciado por los habitantes
de Jerusalén. Dirigido por el Espíritu
Santo, dijo que a causa de sus pecados Dios va a destruir su ciudad. Aunque su profecía resulta en su persecución,
no cesa de proclamar la voluntad de Dios.
Él está seguro de que sus perseguidores serán avergonzados. Sabe que Dios está al lado de los justos.
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