Domingo de Pentecostés
(Hechos
2:1-11; Gálatas 5:16-25; Juan 15:16-17.16:12-15)
Hoy
celebramos el descenso del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús.
Ciertamente de las tres personas del único Dios el Espíritu es lo menos
apreciado. Sin embargo, la Iglesia
afirma que el Espíritu tiene igual dignidad con el Padre y el Hijo. Para conocerlo mejor recurrámonos a lo que
dicen las Escrituras de él. Usaremos las
lecturas de las misas de hoy y de la vigilia ayer.
La primera
lectura de la vigilia es del Génesis. Cuenta cómo Dios confundió los lenguajes
humanos cuando los hombres intentaban construir una torre que llegara al cielo.
En Pentecostés, el Espíritu se superpone a las numerosas lenguas que ese día
hablan en Jerusalén los peregrinos procedentes de todo el mundo mediterráneo. Quiere que todos comprendan el anuncio de los
discípulos.
La segunda
lectura es del Éxodo. Habla de la alianza que Dios hizo con los israelitas en
el Sinaí. Dios descendió al monte con fuego y humo para sellar su pacto. El
descenso del Espíritu con lenguas de fuego se asemeja a este acto de
confirmación. El Espíritu Santo sella la Nueva Alianza entre Dios y la
comunidad de los discípulos de Jesús. Los bautizados en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo recibirán el perdón de sus pecados y el destino
de la vida eterna.
La tercera
lectura proviene del profeta Ezequiel. Habla de Dios reviviendo los huesos
secos con un espíritu nuevo que les pone nervios, carne y piel. Este acto se
refiere a la promesa de Cristo de resucitar los restos de los creyentes al
final de los tiempos. Además, presagia al Espíritu Santo reanimando a los
discípulos con sus dones: sabiduría, entendimiento, consejo, conocimiento,
fortaleza, piedad y temor de Dios.
La cuarta
lectura del profeta Joel cuenta cómo el espíritu de Dios se derramará sobre la
gente al “Día del Señor”. Los inspirará entonces
para imaginar una sociedad justa y los fortalecerá para pregonar la visión por
el mundo.
La epístola
de ayer de la Carta a los Romanos trata de la ayuda del Espíritu a la comunidad
cristiana a orar. A través del Espíritu los discípulos no piden al Padre cosas
superficiales sino recursos para soportar los reveses de la vida hasta que
venga el Reino. El evangelio continúa en esta línea. Habla de Jesús invitando a
los sedientos de justicia a que la reciban con el Espíritu.
Las misas
de hoy le dan al sacerdote celebrante varias opciones de lectura. En todos
ellos se manifiesta la obra del Espíritu. La Primera Carta a los Corintios
informa que es necesaria la gracia del Espíritu para creer en Jesús como Señor.
Agrega que los creyentes tienen diferentes dones o talentos. Juntos forman el
Cuerpo de Cristo que está presente en el mundo para lograr el bien común.
Una lectura
alternativa de la Carta a los Gálatas proclama que el Espíritu vence el reino
del egoísmo en la vida personal. Reemplaza los vicios de la lujuria, la ira y
la envidia por las virtudes del autocontrol, la mansedumbre y la bondad.
Una opción
para el evangelio muestra a Jesús dotando a sus apóstoles del Espíritu Santo
para que reconcilien a los pecadores con Dios. En la otra opción Jesús presenta el Espíritu Santo como el “Consolador” que fortalece a los apóstoles cuando
predican su victoria sobre el pecado y la muerte.
¿Qué
podríamos decir en resumen del Espíritu Santo? Podemos declarar que el Espíritu
Santo es Dios que viene a nosotros para ayudarnos a vivir como discípulos de
Jesucristo. Él es el amor que nos une unos a otros en el Cuerpo de Cristo.
También es el benefactor que nos permite resistir los vicios y practicar las
virtudes. Él es la inspiración que nos mueve a hablar con los demás sobre
Jesucristo. Finalmente, el Espíritu Santo es la fuente de vida nueva que nos
purifica hoy de los pecados y en el día final reconstituirá nuestros cuerpos
para disfrutar de la vida eterna.
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