El domingo, 2 de junio de 2024

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

(Éxodo 24:3-8; Hebreos 9:11-15; Marcos 14:22-26)

La gran Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo originó en la Edad Medía para subrayar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.  Es famoso por la procesión con el Santísimo Sacramento fuera del tiemplo.  La procesión no solo expone la Eucaristía a todo el mundo sino les ofrece una bendición gratuita.

Las lecturas que acabamos de escuchar nos enseñan parte del significado de la Eucaristía.  Muestran cómo ella ha introducido una nueva época en la historia de la salvación.  La primera lectura relata el hacer de la alianza mosaica entre Dios y el pueblo Israel.  Presenta a Moisés rociando al pueblo con la sangre de los animales sacrificados a Dios.  Entonces Moisés derrama la misma sangre en el altar para ratificar la alianza con Dios.  Según los términos de la alianza el pueblo acepta la Ley para hacerlos santo.  A su vez Dios promete a proteger a Israel y mantenerlo en su afecto.

El evangelio destaca a Jesús creando la nueva alianza en la cena con sus discípulos.  Como Moisés Jesús ofrece un sacrificio a Dios y esparce sangre.  Pero en este caso se sacrifica a sí mismo, no animales.  Asimismo, es su propia sangre que se derrama.  Jesús identifica el pan que parte con su propio cuerpo que será crucificado el día siguiente. Dice significativamente que el vino que beben es su sangre que forma una nueva alianza entre Dios y los humanos.

En la segunda lectura el autor de la Carta a los Hebreos describe cómo la nueva alianza de Jesús sobrepasa la antigua alianza.  Primero, Jesús recibió su sumo sacerdocio directamente de Dios como Melquisedec, no por herencia mediante la ley.  Segundo, como sumo sacerdote, Jesús pudo ofrecer su sacrificio en el cielo, la verdadera residencia de Dios.  (Aunque parece remoto, realmente el cielo está cerca porque existe dondequiera está Dios.)

Tercero, Jesús llevó su propia sangre, que seguramente supera la sangre de animales, al altar de Dios.  Finalmente, los beneficios que brinda el sacrificio de Jesús trascienden los de los sacrificios del Templo.  Mientras los sacrificios de animales podrían conseguir el perdón de pecado, el sacrificio de Jesús obtiene la reformación del hombre.  Ahora, reconstituidos con el Espíritu Santo, no solo somos perdonados sino también fortalecidos para resistir el pecado y hacer obras dignas de la vida eterna. 

La Carta a los Hebreos merece nuestra lectura continua.  Es el intento del autor no conocido de convencer a un grupo de conversos judíos que no abandonen la fe en Cristo.  Se puede comparar estos conversos vacilando a los católicos en muchas partes el día hoy que no asisten en la misa.  Aunque fueron bautizados y confirmados, cuando se les pregunta su religión a menudo dicen “ninguna”.  Desean, como los paganos, los placeres en cuanto sean posibles.  No pueden apreciar el sumo valor de la Eucaristía que nos une en amor y nos mantiene íntimos con el Señor.

Dentro de dos semanas los americanos van a celebrar un nuevo feriado conocido como “día de Juneteenth”. La historia de este feriado nos ayuda entender el fenómeno que pasa en nuestro tiempo con la Eucaristía.  Se llama el día “Juneteenth” porque solo en el diecinueve de junio del año 1865 se dieron cuenta los esclavos en Tejas de que fueron liberados el primero de enero del año 1863.  ¡Pasaron dos años y medio sin saber de su liberación!  Ahora muchos católicos liberados del pecado por el Cuerpo y Sangre de Cristo tampoco se dan cuenta de su liberación.  Desconocen que el camino a la felicidad verdadera es vivir cerca del Señor Jesús.

Esperemos que nunca nos olvidemos de nuestra libertad del pecado por el sacrificio de Jesús.  Más bien, que la vivamos por despertar a los demás a sus beneficios.  Comencemos ahora con el final de la misa y continuemos todos los días de la semana, todas las semanas del año, todos los años de nuestras vidas.

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