EL DECIMOSÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(II Reyes
4:42-44; Efesios 4:1-6; Juan 6:1-15)
Queridos hermanos y hermanas, hoy
comenzamos un anomalía en la liturgia.
Por cinco domingos interrompamos nuestra lectura del Evangelio según San
Marcos para reflexionar sobre el “Discurso de Pan de Vida” en el Evangelio
según San Juan. El discurso nos ayuda
entender la Eucaristía que el Vaticano II llamó “la fuente y cumbre de la vida
cristiana”.
Se puede ver la lectura hoy como la materia
sobre que Jesús reflexiona en el discurso.
Su pretensión es levantar la cuestión: “¿Quién es Jesús?” No podemos entender
la Eucaristía si primero no tenemos un concepto correcto de Jesús.
La lectura emprende con mucha gente
siguiendo a Jesús al otro lado del mar de Galilea. Lo han visto haciendo curas milagrosas, y quieren
ver más de ellas. No es que tengan la fe
en Jesús todavía; son simplemente asombrados de su poder. Comprenden una muchedumbre inmensa de cinco
mil hombres y ¿quién sabe cuántas mujeres y niños?
Jesús asume el papel de anfitrión bondadoso
cuando pregunta a Felipe: ”¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Quiere
que todos se nutran, pero tiene en cuenta más que proteínas . Va a proveer la nutrición espiritual para que
tengan la vida en plenitud. Esto es el
motivo para el interrogante. Quiere
saber si Felipe ha penetrado su humanidad para reconocer motivo divino.
Como si fuera una misa, Jesús toma el pan,
da gracias a Dios por ello, y lo reparte entre la gente. Porque es buen anfitrión sirve el pescado de
la misma manera. Pues el pan y pescado
comprendía los alimentos básicos para el almuerzo entre los palestinos hace dos
mil años. Eran como la arroz y
habichuelas o tortillas y frijoles para varios pueblos hoy en día.
Después del reparto de comida, Jesús pide a
sus discípulos que recojan las sobras. Porque
recogen solo el pan, se puede decir que ello, y no el pescado, es el alimento enfatizado
aquí. Los doce canastos de sobras indican
no solo la enormidad del milagro sino algo más profundo. Cada canasto representa una de los doce
tribus de Israel. Como Dios alimentó a los
israelitas con el maná en el desierto, Jesús alimenta a la muchedumbre a la
orilla del mar de Galilea. La
implicación es clara. Jesús es como Dios
en su preocupación y su acción por el bien del pueblo. El libro de Éxodo explica que por saciarse
con el maná los israelitas sabrían que el Señor era su Dios. Así los galileos deberían reconocer a Jesús
como Dios por la multiplicación de los panes.
Sin embargo, la gente no alcanza a esta conclusión
todavía. Llaman a Jesús solo “el profeta”
de quien Moisés habla en el libro de Deuteronomio. También intentan proclamarlo rey. Estas descripciones palidecen cuando se
comparan con la realidad. El profeta sería
semejante a Moisés, no a Dios. También cada
rey humano sirve por un tiempo limitado y con poder sujeto a ser superado por lo
del otro rey. Solo Dios reina para
siempre con poder absoluto.
Pero ¿qué tipo de pan tiene Jesús que se
multiplica para nutrir a pueblos enteros?
Y ¿qué es la nutrición espiritual que rinde la vida en plenitud? Finalmente ¿exactamente cómo deberíamos entender
la vida en plenitud? Para responder a
estas inquietudes tenemos que reflexionar profundamente en el Discurso de Pan
de Vida en los próximos domingos.
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