Queridos
hermanas y hermanos, hoy seguimos leyendo el “Discurso de la Vida Eterna” del
Evangelio según San Juan. El domingo
pasado oímos que la gente resistía creer en Jesús. Ahora leemos que murmuran contra Jesús. Se han ido de una incredulidad a un
rechazo. Por esta razón el evangelista
los describe no como “la gente” o “la muchedumbre” sino como los “judíos”. Los judíos echarán a los cristianos de sus
sinagogas cincuenta años en el futuro cuando escribía el evangelista.
Desde el
principio de la lectura los judíos muestran un entendimiento equivocado de
Jesús. En el evangelio hoy dicen que
conocen su familia. Eso es, conocen a
María, José, y los otros parientes de Jesús que viven en Nazaret. Esta aclamación también es equivocada. En los cuatro evangelios no es la familia de
sangre que cuenta con Jesús sino su familia espiritual. Sus discípulos que creen en él constituyen su
familia verdadera.
Pero cuesta
mantener la fe en Jesús. En la lectura ahora
la gente tiene que superar sus dudas sobre su familia y su declaración que ha
bajado del cielo. Hoy en día muchos no
creen en Jesús porque sus enseñanzas morales les parecen extremas. Dicen: ¨¿Cómo puede atreverse a decir que el
sexo fuera del matrimonio siempre es malo?” o “¿Cómo él puede esperar que perdonemos
a aquel que nos insultó en público?” Otros no creen en Jesús por las
aclamaciones que la Iglesia acerca de él: que resucitó de entre los muertos y
que es el Señor Dios.
Para nutrir
la fe de los creyentes Jesús les da comida espiritual. La vez final en que compartiré comida con sus
discípulos, Jesús partiendo el pan, se lo dará a comer diciendo: “Esto es mi
cuerpo”. Es pan divino que les hace a
sus discípulos hombres y mujeres divinos como Jesús. Ya pueden confiar en sus palabras a pesar de
lo que digan los no creyentes. Ya pueden
explicar cómo su resurrección es evento transhistórico que no va a ser replicado
hasta el fin del tiempo. Entonces los
cuerpos de todos los creyentes pasarán de la muerte a la vida eterna.
Por
supuesto los no creyentes van a poner peros a la aseveración de que el pan del
altar es el Cuerpo de Cristo.
Desgraciadamente aún muchos católicos piensan que solo es símbolo que
nos recuerda de Jesús. Sin embargo,
Jesús en este Evangelio según San Juan hace hincapié que él realmente es
presente en la Eucaristía: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. No dice que da su “cuerpo” sino es su
“carne”. Como un león devora la carne de
su predo, los cristianos devoran la carne de Jesús. Esta comida nos da la fuerza para avanzar en
el largo camino a la vida eterna. Por
esta razón, tenemos la historia de Elías como la primera lectura hoy. Cómo Elías
tiene fuerza para completar el camino largo después de tomar el pan cocido y el
jarro de agua, nosotros podemos superar el pecado por tomar el cuerpo y sangre
de Cristo.
Dos pensamientos más. Primero, aunque los “judíos” aparecen como enemigos de Jesús en el evangelio de Juan, varios en la realidad se hicieron los primeros cristianos. De ninguna manera deben considerarse como enemigos a los cristianos hoy en día. Segundo y más importante, no es nuestra fe que hace el pan y el vino el Cuerpo y Sangre de Cristo. Más bien, nuestra fe permite que el cuerpo y sangre de Jesús sean eficaces para darnos la vida eterna. Creyendo en él y nutridos por su cuerpo y sangre, podemos cumplir sus enseñanzas y participar en su vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario