LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, 5 de enero de 2025
(Isaías
60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)
El evangelio hoy es una joya que todos
cristianos atesoran. Pero antes de que
comente en ello, quiero examinar la primera lectura que también llama la atención.
Católicos conocen bastante bien el Libro
del profeta Isaías. Aparece muchas veces
en la primera lectura de la misa dominical.
Es particularmente referido durante el tiempo de Adviento y de Navidad. Siempre
en las primicias de Adviento escuchamos Isaías proclamando la esperanza de cada
nación. Da la visión del mundo entero acudiéndose
a Jerusalén para aprender los modos de Dios. Dice: “De las espadas forjarán
arados; de las lanzas, hoces” (Is 2,3-4).
El mismo libro nos informa hoy que los
habitantes de Jerusalén han regresado del exilio en Babilonia con una visión
semejante. “Caminarán los pueblos a tu luz- proclama el libro – y a los reyes,
al resplandor de tu aurora”. En otras
palabras, los Jerosolamitas serán como las luces de un puerto atrayendo a las
naciones del mundo para aprender los modos de Dios. Hoy en día los judíos intentan resplandecer
tal luz por encender velas por ocho días en la celebración de Janucá. Por supuesto, las velas ardientes solo
simbolizan sus hechos de caridad.
Ahora podemos entender mejor el significado
de la estrella guiando a los magos en el evangelio. Comprende el cumplimiento de la profecía de
Isaías de que las naciones viniera a Jerusalén para aprender cómo convivir en
la paz. La estrella es la luz guiando a los magos, que representan las naciones
del mundo, a Jerusalén. Allí se le
dirigen al niño Jesús en Belén. La vista
del niño con su madre basta para satisfacer el anhelo para la paz. Sin embargo, serán las enseñanzas y, sobre
todo, las obras de Jesús como adulto que producirán la verdadera paz: la
salvación eterna.
Recientemente uno de los periodistas más
leídos en los Estados Unidos escribió sobre su llegada a Cristo. David Brooks se crio en una familia
judía. Como joven no practicó ninguna
religión, pero no faltaba valores espirituales.
Entonces experimentó diferentes momentos de maravilla y claridad, en
otras palabras, de la luz. Uno de estos
momentos fue cuando miró a todos lados en un vagón de metro y vio no solo cuerpos
sino almas impregnadas con el chispe divino.
Luego, en otro momento de luz, se dio cuenta de la verdad paradójica de
las bienaventuranzas de Jesús. Es el pobre de espíritu que reconoce a Dios como
su salvador que es dichoso. Es la
persona que puede llorar con los tristes que van a ser consolada. Ahora David Brooks no puede no ver a Jesús
como la luz del mundo.
La segunda lectura manifiesta como la
profecía de Isaías ha sido realizado en el mundo. El Espíritu Santo ha dirigido a los apóstoles
a todas naciones para instruirles el evangelio.
El resultado ha sido que los no judíos (los “paganos”), como los judíos
en Jerusalén al Día de Pentecostés, han aceptado a Jesucristo como Señor.
Cuando examinemos sus enseñanzas y hechos
con cuidado, es difícil no reconocer a Jesucristo como la luz emanando de
Jerusalén para unir el mundo en shalom.
Él nos provee el Espíritu Santo para que seamos divinos eternamente. Y como divinos que nos olvidemos de espadas y
lanzas para construir el Reino de amor.
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