El domingo, 18 de mayo de 2025

 

V DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Juan 13:31-33.34-35)

La Iglesia Católico siempre ha considerado el Evangelio según San Juan como su tesoro de evangelio más rico.  Más que cualquier otro libro de la Biblia este evangelio retrata a Jesús como el Hijo encarnado de Dios.  La frase que usa Tomás cuando Jesús le ofreció su mano y costado para probarse resuena en cada página: “’Señor mío y Dios mío’”.

Antes de que comentemos en la lectura breve de este evangelio para hoy, sería provechoso examinar un poco la constitución del cuarto evangelio.  Los eruditos de la Biblia nos enseñan que después del prólogo y antes de la conclusión final se puede dividir la obra en dos partes: lo que se llama el “libro de señales” y el “libro de la gloria”.  La primera parte cuenta de Jesús haciendo siete señales milagrosas e interpretando cada una con el diálogo alrededor de ella.  No es una coincidencia que el famoso Discurso del Pan de Vida ocurre inmediatamente después de la multiplicación de panes.

El “libro de la gloria” mismo muestra lo que el “libro de señales” implica.  Eso es, en las palabras del Evangelio: “Dios ama al mundo tanto que entregó a su Hijo para que el que cree en él … tenga vida eterna”.  En su Discurso de Despedida Jesús explica cuidadosamente las implicaciones para sus discípulos de este amor sacrificial.

La lectura hoy se toma del principio del Discurso de Despedida.  Jesús acaba de lavar los pies de sus discípulos, incluso los de Judas Iscariote, su traidor. Era un hecho tan humilde que ni los esclavos judíos eran obligados de hacerlo. Entonces Jesús dio el motivo para su servicio.  Dijo: “’Cómo lo he hecho por ustedes, ustedes deben hacer los unos por los otros’”. No quería decir que literalmente tenían que limpiar las plantas y tobillos de uno a otro sino que sirvieran uno y otro de corazón.

Ahora Jesús sigue interpretando su servicio. Les imparte su mandamiento de amor: “… que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”. En otras palabras, que rindan el servicio con la consideración, el cuidado y la abnegación.  En griego la palabra que mayormente se usa para este amor es agapan. Es el amor que no busca nada más que el bien de la otra persona. Agapan es sobre todo el amor de Dios por los humanos

Se ha notado que este mandamiento de amor en el Evangelio de San Juan es para los miembros de la misma comunidad.  Según esta perspectiva Jesús no nos manda a amar a nuestros enemigos como en el Sermón del Monte.  Sin embargo, cuando imparte el mandamiento Jesús acaba de lavar los pies del mismo Judas que ya tiene la intención de traicionarlo. Jesús no esquiva de amar a su enemigo aquí.  Ni debemos nosotros en nuestro servicio.

El autor ruso Fiódor Dostoievski escribió del amor agapan que es diferente que el amor en nuestros sueños.  Según él, es “amor en acción,” una cosa “dura y terrible”. Sin embargo, que no desgastemos tiempo preocupándonos cómo podemos amar a aquellos que nos han ofendido.  El reto que agapan nos presenta es visitar a los ancianos en asilos y pararnos a dar una mano al extranjero en apuro. Aprendemos a amar a uno y otro, sean parientes o sean los enemigos declarados por nuestro gobierno, por ver en ellos la semblanza de Cristo. Pues, como Jesús ellos son imágenes de Dios a lo cual tenemos que amar sobre todo.

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