LA
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA – 28 de diciembre de 2025
(Eclesiástico 3:3-7.14-17; Colosenses 3:12-21; Mateo 2:13-15.19-23)
Comencemos
nuestra reflexión con una mirada a la segunda lectura. La Carta a los
Colosenses nos exhorta a revestirnos del amor, “que es el vínculo de la
perfecta unión”. El autor desea que “la palabra de Cristo” —y no la palabra de
la calle— habite en nosotros. Y añade que todo lo que digamos y todo lo que
hagamos sea hecho “en el nombre del Señor Jesús”.
Lamentablemente,
muchos desconocen o ignoran estos consejos de lo alto. Un periodista observa cómo
el odio entre razas y religiones ha ido creciendo en nuestra sociedad. Como
prueba, señala el comportamiento de cierto grupo de jóvenes que, en lugar de
mostrar desaprobación o indignación, permiten comentarios que retratan a los
judíos como deshonestos. También menciona otra organización que no corrigió a
un miembro que describió a las personas negras en términos deshumanizantes.
El
periodista continúa observando que esta odiosa discriminación va acompañada de
un lenguaje vulgar. Hoy en día, las palabras vulgares, incluso las que se
refieren a la intimidad sexual, se dicen en voz alta y se toleran, incluso en
el hogar paterno. Y con mucha menos reticencia que hace una generación, se
insinúa la inferioridad de las minorías pobres. Es como si, para parecer
honesto o auténtico, uno tuviera que exponer los impulsos más primitivos del
corazón humano.
Todo este
lenguaje tosco y degradante va en contra de la enseñanza de Jesucristo. En su
obra de salvación, él elevó a la humanidad a la dignidad más alta de su
historia. Nos enseñó que es más noble socorrer al necesitado en su angustia que
enriquecerse a costa del otro. Una madre en una película expresó esta verdad de
manera sencilla: “Hay dos caminos en la vida: el camino natural y el camino de
la gracia”. Sigue que la naturaleza se centra en sí misma y busca controlar
todo; la gracia, en cambio, se abre hacia afuera en la entrega generosa de uno
mismo.
San José es
un modelo admirable de una vida vivida según la gracia. En los evangelios no
pronuncia palabras ofensivas; de hecho, no pronuncia ninguna palabra, porque es
un hombre de obras justas y no de discursos vacíos. San José cumple fielmente
los mandamientos y las indicaciones de Dios, sin quejas ni demoras. En el
evangelio de hoy, huye a Egipto con su familia durante la masacre de los
inocentes; luego regresa cuando cesa la persecución y lleva a Jesús y a María a
Nazaret, donde pueden vivir en paz.
Jesús mismo
ofrece un ejemplo aún más profundo, porque su gracia va mucho más allá de la
imitación externa. Siendo Dios, entra en nuestros corazones para transformarlos
desde dentro. Nos conmueve de innumerables maneras; mencionemos solo tres. La
gracia nos permite crecer en dignidad y sabiduría en el contexto familiar. Nos
fortalece contra los vicios de la avaricia y la lujuria que desgarran a las
familias. Finalmente, acrecienta nuestro amor mutuo a pesar de nuestros
defectos. Es a través de este amor purificado por el sacrificio que
vislumbramos a Dios.
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