LA
EPIFANÍA DEL SEÑOR
(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)
El
evangelio de hoy contiene una de las historias más apreciadas de toda la
Biblia. Se la ha llamado “el evangelio en miniatura” porque presenta algunos de
los temas más básicos del Nuevo Testamento: 1) revela a Jesús como rey y
salvador; 2) contrasta el ardor de los forasteros por encontrarlo con la
resistencia del pueblo judío; y 3) sugiere el destino doloroso de Jesús al
final del evangelio. Dado que la Iglesia proclama hoy este evangelio bajo la
rúbrica de “la Epifanía”, abordemos estos temas a la luz de esta palabra
extraña.
La palabra
“epifanía” viene del griego epiphaneia, que significa “manifestación”,
“aparición” o “revelación”. La “Epifanía del Señor” nos presenta a Jesús como
el Hijo de Dios. Hay varias epifanías en los evangelios, como el Bautismo en
Mateo cuando la voz de Dios Padre declara a Jesús su “Hijo amado”. También la
Transfiguración de Jesús en la montaña es una epifanía. No obstante, el relato
del evangelio de hoy es la instancia más clara de epifanía, pues muestra cómo
hombres de un lugar lejano llegan a adorar el Rey de los judíos.
La historia
comienza con los magos observando una estrella nueva en el cielo. Ciertamente,
Mateo entiende que esta estrella representa a Jesús. Pero la estrella también
simboliza la capacidad del ser humano de conocer a Dios a través de la
naturaleza. El Concilio Vaticano I afirmó que la razón natural puede alcanzar
el conocimiento de la existencia de Dios, aunque solo con dificultad y mezclada
con error. Por esta razón, los magos deben detenerse en Jerusalén para consultar
las Escrituras. Sólo cuando los escribas descubren que el Mesías iba a nacer en
Belén pueden llegar a su destino.
Este
proceso de los humanos llegando a conocer a Dios por la naturaleza se repite en
nuestros días. Se suele pensar que la mayoría de los científicos contemporáneos
son ateos. Sin embargo, según fuentes confiables, un número creciente de
científicos reconoce la existencia de un Creador. Dicho sencillamente, la
ciencia no logra explicar plenamente la confluencia de factores que hace
posible la vida en la tierra. Si las temperaturas del planeta no fueran
moderadas; si la mezcla de gases en la atmósfera no fuera precisamente de un 21
por ciento de oxígeno y un 78 por ciento de nitrógeno; si no existieran una
luna grande y los demás planetas, entre otros factores, la vida en la tierra no
sería posible.
Pero todo
este conocimiento nos dice poco sobre la compasión de Dios y sobre su voluntad
de que los seres humanos practiquen la justicia. Para conocer mejor a Dios se
necesitan las Escrituras. Y para conocerlo de la manera más plena posible, se
necesita el evangelio, porque Jesús es la revelación perfecta de Dios.
La segunda
lectura nos explica que los apóstoles llevaron el evangelio a los paganos. Este
también continúa hoy. Podemos preguntarnos: ¿qué mueve a la gente a interesarse
por Dios? Algunos todavía son atraídos a Cristo por la ciencia, que plantea
preguntas sin respuestas completas. Muchos más llegan a conocerlo por las vidas
de los santos, que lo sacrificaron todo por amor a él. Algunos quedan
profundamente conmovidos por la belleza de los santuarios, de la música
religiosa y del arte, y buscan sus fuentes. Otros quedan tan impresionados por
la vida buena y ordenada de los cristianos comunes que desean imitarlos.
En
realidad, no importa tanto qué nos lleve a Cristo. Lo importante es que lo
abracemos y lo sigamos. Él es el camino hacia Dios, porque él mismo es Dios. Y
siendo Dios, nos dará la felicidad que buscamos en la vida.
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