El domingo, 4 de enero de 2026

 

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

El evangelio de hoy contiene una de las historias más apreciadas de toda la Biblia. Se la ha llamado “el evangelio en miniatura” porque presenta algunos de los temas más básicos del Nuevo Testamento: 1) revela a Jesús como rey y salvador; 2) contrasta el ardor de los forasteros por encontrarlo con la resistencia del pueblo judío; y 3) sugiere el destino doloroso de Jesús al final del evangelio. Dado que la Iglesia proclama hoy este evangelio bajo la rúbrica de “la Epifanía”, abordemos estos temas a la luz de esta palabra extraña.

La palabra “epifanía” viene del griego epiphaneia, que significa “manifestación”, “aparición” o “revelación”. La “Epifanía del Señor” nos presenta a Jesús como el Hijo de Dios. Hay varias epifanías en los evangelios, como el Bautismo en Mateo cuando la voz de Dios Padre declara a Jesús su “Hijo amado”. También la Transfiguración de Jesús en la montaña es una epifanía. No obstante, el relato del evangelio de hoy es la instancia más clara de epifanía, pues muestra cómo hombres de un lugar lejano llegan a adorar el Rey de los judíos.

La historia comienza con los magos observando una estrella nueva en el cielo. Ciertamente, Mateo entiende que esta estrella representa a Jesús. Pero la estrella también simboliza la capacidad del ser humano de conocer a Dios a través de la naturaleza. El Concilio Vaticano I afirmó que la razón natural puede alcanzar el conocimiento de la existencia de Dios, aunque solo con dificultad y mezclada con error. Por esta razón, los magos deben detenerse en Jerusalén para consultar las Escrituras. Sólo cuando los escribas descubren que el Mesías iba a nacer en Belén pueden llegar a su destino.

Este proceso de los humanos llegando a conocer a Dios por la naturaleza se repite en nuestros días. Se suele pensar que la mayoría de los científicos contemporáneos son ateos. Sin embargo, según fuentes confiables, un número creciente de científicos reconoce la existencia de un Creador. Dicho sencillamente, la ciencia no logra explicar plenamente la confluencia de factores que hace posible la vida en la tierra. Si las temperaturas del planeta no fueran moderadas; si la mezcla de gases en la atmósfera no fuera precisamente de un 21 por ciento de oxígeno y un 78 por ciento de nitrógeno; si no existieran una luna grande y los demás planetas, entre otros factores, la vida en la tierra no sería posible.

Pero todo este conocimiento nos dice poco sobre la compasión de Dios y sobre su voluntad de que los seres humanos practiquen la justicia. Para conocer mejor a Dios se necesitan las Escrituras. Y para conocerlo de la manera más plena posible, se necesita el evangelio, porque Jesús es la revelación perfecta de Dios.

La segunda lectura nos explica que los apóstoles llevaron el evangelio a los paganos. Este también continúa hoy. Podemos preguntarnos: ¿qué mueve a la gente a interesarse por Dios? Algunos todavía son atraídos a Cristo por la ciencia, que plantea preguntas sin respuestas completas. Muchos más llegan a conocerlo por las vidas de los santos, que lo sacrificaron todo por amor a él. Algunos quedan profundamente conmovidos por la belleza de los santuarios, de la música religiosa y del arte, y buscan sus fuentes. Otros quedan tan impresionados por la vida buena y ordenada de los cristianos comunes que desean imitarlos.

En realidad, no importa tanto qué nos lleve a Cristo. Lo importante es que lo abracemos y lo sigamos. Él es el camino hacia Dios, porque él mismo es Dios. Y siendo Dios, nos dará la felicidad que buscamos en la vida.

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