Homilía para el Primer Domingo de Cuaresma
(Mateo 4:1-11)
Cometas en el cielo, como la Biblia, es un libro que cuenta de un hombre con dos hijos. Un hijo es talentoso, valeroso, y generoso como su padre. El otro hijo también es talentoso pero aprende cómo ser valiente y cómo amar sin condiciones sólo después de causar mucho dolor. La Biblia en su totalidad es la historia de Dios y Sus dos prole – Israel y Jesús. Israel se muestra como distinto de su Padre Dios por fallar a imitar Su fidelidad. No está perdido sino se necesita la redención. Jesús, en contraste, puede redimir a Israel porque encarna el fiel amor de su Padre. El evangelio hoy nos relata cómo el carácter de Jesús está probado. También nos sugiere que nos probemos a nosotros mismos para determinar nuestra relación a Dios durante Cuaresma.
El diablo primero tienta a Jesús por decirle: “Si eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.” Está probando la resistencia de Jesús a los deseos del cuerpo. No es solamente que Jesús, como todos, requiere la comida para sobrevivir sino que está famélico después de cuarenta días de ayuno. “¿Qué podría ser incorrecto con producir pan de comer?” quisiéramos preguntar. Mucho, si uno lo hace a la exhortación del diablo. Dios ha reconocido a Jesús como Su hijo en el bautismo. Por eso, Jesús debe confiar que Dios lo provea con todas sus necesidades. Después de su liberación de la esclavitud en Egipto Israel sucumbió al anhelo de sus estómagos. Sintiendo hambre, la nación dijo a Moisés que prefería las ollas de carne en Egipto a la merced de Dios en el desierto. Jesús, al otro lado, pasa la prueba. Dice al diablo que los humanos no viven sólo por el pan sino por la palabra de Dios. Durante Cuaresma sacrificamos algunas necesidades corporales – un poco de comida y de bebida, tal vez algún entretenimiento – para mostrar nuestra lealtad a Dios.
Pudiéramos disciplinar el cuerpo bien, pero ¿somos seguros del amor de Dios para nosotros? Muchachos a menudo prueban el amor de sus padres por tomar riesgos no necesarios para atraer su atención. Por un tiempo el intentar de suicidio, o, al menos, hablar de ello, estaba corriente como un medio de tirar la preocupación de padres. Ahora algunos prueban el amor de Dios por presumir que Dios pasará por alto sus faltas y perdonará sus pecados, si o no están verdaderamente contritos. Pero se olvidan que sus errores lo hacen más probable que cometan delitos más graves aún y menos probable que pidan el perdón. En lugar de someternos al pecado tenemos que volver a Dios pidiendo la fuerza. Los israelitas no lo hicieron en el desierto. Más bien, dudaron de Dios – como dice el Salmo 94, “aunque habían visto Sus obras.” Jesús no duda el amor de Dios ni un centímetro. Fácilmente repela la estocada del diablo para echarse de la cima del templo. Le dice: “’No tentarás al Señor, tu Dios.’”
Satanás jamás se cansa. Su intento final, por el presente, a destruir la relación entre Jesús y su Padre es tanto insidio como astuto. Jesús ha venido para reclamar el mundo por el Reino de Dios. Ahora el demonio lo ofrece en un plato. En cambio, Jesús sólo tendrá que ¡postrarse antes Satanás! Por supuesto, por adorar al diablo Jesús indicaría que Dios realmente no es el Rey. Estaría cayendo en la idolatría de los israelitas dando culto al ternero de oro. En el mundo globalizado de hoy donde el dinero se mueve tan libremente como pájaros por las fronteras, debemos interrogarnos si hacemos la plata como nuestro dios. Tenemos pistas de esta desgracia haciéndose la realidad cuando vemos a la gente desgastando sus salarios con boletos de lotería y escuchar historias de atletas derrochando sus futuros por el uso de drogas. Por el bien de nuestros futuros y también por nuestros destinos digamos con Jesús, “Retírate, Satanás.” Ahora y siempre, digamos, “Retírate, Satanás.”
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
Homilía para el 10 de febrero de 2008
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