El domingo, 18 de septiembre de 2011

XXV DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 55:6-9; Filipenses 1:20-24.27; Mateo 20:1-16)


Babe Ruth era el mejor beisbolista de su época. Dicen que él cambió el deporte con sus jonrones gigantes. Por supuesto Ruth ganó mucha plata por sus hazañas. Un día un periodista le preguntó qué pensó de su salario de $80,000 como más que lo del Presidente. Ruth respondió, “Tuve un mejor año que él”.

Ruth no es el único que cree que el valor del hombre depende sólo de su actuación. A mucha gente le fascinan personas con salarios exorbitantes. Quedan maravillados con ejecutivos ganando millones de dólares cada año. Envían a los cirujanos que cobran miles por una cirugía. Asimismo desprecian a aquellos cuyos salarios son una pequeña parte de lo que ganan los ricos. Sean campesinos o sean maestros de escuela les consideran como perezosos e ignorantes. En el evangelio Jesús corrige esta perspectiva que aprecia a la persona principalmente por valor económico.

La parábola de Jesús cuenta de un propietario que paga a todos sus trabajadores la misma cantidad. Tantos aquellos que laboraron sólo una hora en su viña como aquellos que se esforzaron por doce reciben el mismo denario. Cuando los pobres que soportaron el calor del día vienen a quejarse, el patrón les despide severamente. Dice que han recibido el salario en que estaban de acuerdo. Jesús no cuenta – a lo mejor porque es bien entendido – que el propietario paga a todos un denario porque es el mínimo para mantener al trabajador y su familia por un día.

Desde que el propietario de viña representa a Dios Padre, Jesús está tratando la justicia divina. Enseña que ella supera todos intentos humanos para proveer por el pueblo. Dios conoce los problemas de mente y las disposiciones del corazón de cada uno de sus criaturas. Responde a él o a ella con el mixto de penas y premios para atraerle al camino de la vida eterna. Para uno será un buen sueldo. Para otro será una gran familia. Para aún otro serán manos hábiles.

La justicia humana se aproxima la justicia divina cuando se da cuenta de la dignidad de la persona. Cada ser humano es imagen de Dios que merece el apoyo para crecer en persona responsable. El principio bajo la queja de los trabajadores – que se les pague según el esfuerzo expendido – sirve como un paso primero de la justicia. Pero no se debe terminar aquí. En la cuestión de pagos la justicia tiene que considerar también la capacidad del trabajador, sus necesidades personales, y el efecto de sus labores. Por esta razón los gobiernos han implementado mecanismos como el salario mínimo, ajustes en la tasa de impuesto, y – en necesidades extremas – la asistencia social.

Para perseguir la justicia tenemos que vigilar sobre la codicia. Sí, a veces parece que no somos adecuadamente recompensados por nuestro trabajo. Pero en lugar de siempre exigir más, primero deberíamos agradecer a Dios por lo que poseemos. Entonces, podemos revisar las cuentas para ver si realmente nos hace falta más. También, si vamos a ser justos, fomentaremos un afecto para todos – ricos y pobres. Desgraciadamente en la parábola los trabajadores de la madrugada no imaginan a sus colaboradores de la tarde como sus hijos que al menos por un día han tenido buena suerte.

Algunos definen al ser humano como (en latín) homo económico, eso es el hombre que vive para expandir su valor económico. No parece justa esta definición. Según Jesús el ser humano es homo delectus, eso es el hombre querido por Dios. Por el amor de Dios somos creados en su imagen. Por el amor de Dios somos miembros de su gran familia. Por el amor de Dios perseguimos la justicia.

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