(Hechos
4:8-12; I Juan 3:1-2; Juan 10:11-18)
Si estuviéramos a llamar a Alberto Einstein sólo “listo” o a Marilyn Monroe sólo “bonita”, muchos se nos opondrían. No estaríamos mintiendo, pero tampoco estaríamos describiendo adecuadamente la realidad. Pues estas palabras no aproximan la capacidad de Einstein a pensar o de Monroe a voltear cabezas. Tenemos otro ejemplo de la falta de palabra a describir la realidad en el evangelio hoy.
Llamamos a Jesús, “el buen pastor”, y ciertamente es. Pero es mucho más. De hecho, la palabra original en griego kalos significa “noble” o “modelo”. Jesús es el “pastor noble” que entrega su vida por sus discípulos. Y es el “pastor modelo” que ejemplifica la vida que nosotros queremos imitar. Profundamente en nuestros corazones queremos vivir tan honestos, compasivos, y libres como Jesús. Si habría una encuesta de los humanos más admirados en la historia, ¿quién dudaría que el nombre de Jesús se ponga alto en la lista de todos?
¿Cómo podemos nosotros dar la vida como Jesús? Apenas es probable que nos maten por predicar en el centro de la ciudad, al menos en los países occidentales. Sin embargo, Jesús da su vida mucho más antes que el Viernes Santo. Desde la primera manifestación de su gloria en Caná, Jesús jamás ha dejado de sacrificarse por los demás. Cuando cura al tullido por la piscina de Betesda, se le incurre la ira de los líderes del pueblo. Cuando les da de comer a la muchedumbre, se le quita la tranquilidad. Y cuando cuenta de la necesidad de comer su carne y beber su sangre, sufre la pérdida de algunos discípulos. Nosotros también podemos dar la vida por vivir sin la búsqueda de la comodidad que caracteriza la sociedad contemporánea. Un joven tenía una empresa cibernética que valió al menos un millón de dólares. Al mismo tiempo sentía el llamado de ser sacerdote religioso. Por eso, hace siete años puso al lado su negocio para entrar en la orden de los dominicos. Precisamente ayer él hizo sus votos permanentes como religioso, el paso más decisivo en el camino a la ordenación.
No es
necesario que nos integremos en un convento para sacrificar la vida como
Jesús. Los padres de familia lo hacen por
comprometerse a sus familias. Una pareja
tenía seis hijos cuando quedó embarazada de nuevo. No hubo ninguna cuestión de aborto, pero
cuando su hijo nació con el síndrome Down, sintieron devastados. Aunque había algunos momentos duros en el
principio, aceptaron a su hijo, llamado José, completamente. Ahora, a los siete años, José se ha hecho, en
un sentido, el maestro de la familia.
Dice la mamá: “…una vez que José te conozca, meramente te ama. Él ha respaldado todo lo que siempre creíamos
como importante”. La historia ilustra lo
que Jesús significa cuando dice que da su vida para retomarla. En darse a la voluntad de Dios Padre, Jesús sabe
que el sacrificio le conducirá a la resurrección. Asimismo cuando nosotros lo seguimos, no
tenemos que angustiarnos ni por el dolor o ni por cualquiera pérdida de
valor. Pues, el Padre va a premiarnos
cien por uno.
El
Vaticano II nos asegura que todos humanos tienen la vocación a la
santidad. Para saber si Dios quiere que la
persona se haga sacerdote o religiosa, médica o mecánico, casado o soltera se requiere
el discernimiento. Hoy en día los
jóvenes se acostumbran a consultar los test que les informan para cuales
carreras tengan aptitud. Sería
provechoso también desarrollar una vida interior para entablar a Dios en
diálogo. Se hace este tipo de vida por
la oración diaria y por compartir de vez en cuando con un confesor o guía
espiritual. En el día que cumplió ochenta
y cinco años hace poco el papa Benedicto nos recordó como podemos contar con
Jesús para la dirección. Dijo que la luz de Jesús
“es más fuerte que cualquier oscuridad, que su bondad
es más fuerte que cualquier mal de este mundo…”
En los primeros días
del Cristianismo no se usaban imágenes de Jesús. Pues en el Antiguo Testamento la Ley prohíbe
todas tales representaciones de Dios. En
tiempo los teólogos razonaron que porque Jesús es la imagen verdadera del
Padre, sería solamente justa tener una imagen de él. De todos modos en el principio los artistas
cristianos buscaron otras cosas para representar a Jesús: una vid, porque dice,
“Soy la vid”; el dios del sol, porque dice, “Soy la luz del mundo”; y, sobre
todo, un pastor porque dice “Soy el Buen Pastor”. Es el pastor que nos guía por el camino de la
vida eterna. Jesús nos guía a la vida
eterna.
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