Jesús
manda a sus discípulos a bautizar a gentes de todas las naciones “en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
En otras palabras, quiere que les introduzcan en la familia Dios. Tendrán nueva identidad, “cristianos”, que
proviene del otro nombre para el Hijo, “Cristo”, significando el ungido para
servir. También, tendrán nuevo patrimonio: ni dinero ni tierras sino la vida
eterna. Por hermanos tendrán una cuarta
parte de la población mundial, los hombres y mujeres que comprenden la Iglesia. Sin embargo, estos privilegios llevan
responsabilidades. Tendrán que servir a
los demás junto con Cristo.
La
familia es de Dios Padre lo cual pensamos como el Creador. No es que el Hijo y el Espíritu no participaran
en la creación. No, lo que se dice de
uno, se puede decir de los tres excepto que sólo el Hijo se hizo hombre. De hecho, cada uno comprende la totalidad de
ser Dios. Sin embargo, se asocia el
Padre con la creación porque se la describe en el Antiguo Testamento que se
enfoca en Dios como Soberano de todo.
Podemos asociar a Dios Padre también con el amor. Pues, el Hijo lo
reveló cómo quien ama al mundo, aun a los hijos que lo deja para derrochar su
herencia con ajenos. Miramos a Dios
Padre para proveer las necesidades y le agradecemos porque siempre nos ha
respondido generosamente. ¿Dios nos ama
como madre también? Es cierto. Existen unos pasajes bíblicos indicando que
el amor de Dios es entrañable como el vientre materno. Realmente en Dios no hay ni masculino ni
femenino porque no tiene cuerpo. Lo
llamamos “Padre” siguiendo a Jesús.
También
la familia de Dios es del Hijo que tomó la misma carne como nosotros. Estamos tan acostumbrados a pensar en Jesús
como divino que nos olvidamos de la lucha para establecer esta verdad. Por un tiempo en el siglo cuarto la mayoría
de los cristianos – pero no de los obispos – estaban de acuerdo con un teólogo
llamado Arrio lo cual enseñó que Jesús no fue igual con el Padre. Razonó Arrio que Dios no podía encarnarse
porque tiene una naturaleza infinita mientras el ser humano tiene límites. Según su modo de pensar si Dios fuera a
hacerse hombre sería como poner una montaña en una caja. Entretanto san Atanasio, el gran defensor de
la tradición católica, ofreció un argumento en contra de Ario. Dijo que la
naturaleza de Dios es misterio completamente fuera de la comprensión humana. Por eso, no se puede decir que Dios no
hiciera hombre, y porque el evangelio lo dice, no hay razón de no aceptarlo
como la verdad. Ciertamente nos consuela
mucho la doctrina de la divinidad de Jesucristo. Implica no sólo que él conoce
nuestra precaria sino también puede hacer lo necesario para ayudarnos.
Si ha
sido retador para algunos pensar en Jesucristo como Dios, ha sido más difícil
aún ver al Espíritu Santo como una persona distinta de Dios Padre y Dios
Hijo. Es así porque a veces la Biblia lo
identifica como “el Espíritu de Dios” o “El Espíritu de Cristo” como si fuera una
dimensión del Padre o del Hijo. Sin
embargo, sabemos tanto por la reflexión teológica como por otros pasajes
bíblicos que el Espíritu es una persona distinta. Se le asocia a Él con la misión de presenciar
a Dios en el mundo actual. Es el
Espíritu que nos guarda del mal y que nos transforma el pan en el Cuerpo de
Cristo. Nos aprovechamos de varios objetos
naturales para simbolizar al Espíritu Santo que por sí mismos indican la
imposibilidad de describir a Dios adecuadamente. El Espíritu es como el agua que apoya la
vida, la luz que nos ilumine las trampas del mundo, y la brisa que nos alivia
el peso del día. Sobre todo el Espíritu
es como fuego que enciende el amor en nuestro ser.
Algunos
describen a Dios con un círculo porque es infinito. Sin embargo, el círculo no transmite la idea
que Dios es de tres personas. Otros
simbolizan a Dios por un triangulo equilátero, pero los ángulos y los lados no
conllevan la idea que cada persona comprende la totalidad de Dios. Tal vez queramos imaginar a Dios como un
retrato familiar, pero ¿cómo nos vamos a imaginar a Dios Espíritu y Dios
Padre? No, no se puede imaginar adecuadamente
a Dios porque es fuera de la comprensión humana. Sin embargo, podemos contar con Él. Nos conoce y nos ama. Podemos contar con Él.
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