A veces
parece fingido. Pero siempre lo hace. Cuando se le pregunta, “¿Cómo estás?” la mujer
invariablemente responde, “Bendita”. Uno
queda maravillado preguntando a sí mismo: “¿Nunca tiene un problema esta mujer?”
Sin embargo, según la segunda lectura hoy de la Carta a los Efesios “bendita”
describe la condición de todos los cristianos.
La carta
dice que nosotros cristianos somos benditos en Jesucristo. Él comprende el mejor don de Dios Padre a
nosotros, más valeroso que una fortuna o aun la vida. Pues con la gracia merecida por Jesús, estamos
levantados a nueva realidad donde se aprecia la honestad más que la astucia, la
misericordia más que la venganza. Además, como los padres pagarían el rescate por
sus hijos encarcelados, Jesús nos ha redimido de la deuda de nuestros pecados. Ya no tenemos que preocuparnos por el día de
juicio. Pues Jesús actuará como nuestro escolto guiándonos a la vida eterna.
Desgraciadamente
no siempre sentimos benditos. Ya en el
medio del verano (o invierno en el hemisferio sureño) a menudo la vida se
vuelve seca como un desierto. Quizás sea
el calor (o el frío) que nos cansa o la falta de dinero por la economía débil. La dura verdad es que algunos trabajadores andan
sin suficiente trabajo para proveer las necesidades de la casa mientras otros
ven sus cargas dobladas porque las empresas tienen que cortar costos. De todos modos sentimos vulnerables, no
benditos; en precario, no en el camino de la gloria. En estos momentos dependemos en la fe para
seguir adelante. Una vez una periodista
encontró a un pobre campesino en la República Dominicana que le invitó en su
cabaña. No tenía nada de valor en su
hogar, pero se vio un retrato del Sagrado Corazón de Jesús colgando en una
pared. La periodista escribió que nunca
en su vida había encontrado a una persona con tanta dignidad como este
hombre. No miró avergonzado ni se apiadó
a sí mismo. Sólo hizo que su huésped
sintiera acogida por hablarle directa y sinceramente. Así somos nosotros porque el mismo Jesús nos
ha salvado.
“Solamente
llama a Pirkle”, dice un letrero en la calle.
Trata de llamar la atención de los padres con hijos encarcelados. Aunque tenga mucha astucia el Señor Pirkle,
tenemos a un rescatador mucho más valeroso.
Jesús se nos apiada en nuestro precario.
Por su sangre somos benditos cuando estamos en camino y cuando tenemos
problemas. Por su sangre somos benditos.
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