El domingo, 31 de mayo de 2015



La Solemnidad de la Santísima Trinidad

(Deuteronomio 4:31-34.39-40; Romanos 8:14-17; Mateo 28:16-20)

El otro día una iglesia cristiana hizo su publicidad en la radio.  Terminó con la frase, “Todos están acogidos aquí”.  Podía ser una bienvenida sincera para invitar a todos los escuchadores a sus servicios.  Sin embargo, los que conocen el ambiente actual de controversias religiosas dijeran que las palabras tienen un mensaje oculto.  En su manera de ver, por la frase “todos están acogidos”, la iglesia intenta a distinguirse de otras iglesias que supuestamente no aceptan a diferentes tipos de personas. Algunos critican nuestra Iglesia Católica así por no dejar ni a las parejas no casadas por la Iglesia ni a los homosexuales comulgar.  ¿Cómo deberíamos responder a tal crítica?

Primero, tenemos que decir que la Iglesia Católica es sobre todo una comunión de amor.  Ocupa a la Santísima Trinidad como modelo para imitarse.  Por esta razón, se puede decir que todos están acogidos en sus templos.  De hecho, al día de Pentecostés el papa Francisco dijo precisamente esto. “La Iglesia no nace aislado – dijo -- nace universal…con una identidad precisa pero abierta a todos, no cerrada, una identidad que abraza el mundo entero, sin excluir a nadie”. Es así particularmente en el caso de los homosexuales que han experimentado mucho prejuicio en la historia.  La Iglesia ha hecho una opción preferencial por los marginados que incluyen a los gay.

La Iglesia entiende la dificultad hoy día de los que quieren vivir en relaciones monógamas aunque sea con una segunda pareja o una pareja del mismo sexo.  No comparte la opinión que tales relaciones son necesariamente egoístas.  Más bien reconoce que en muchos casos las parejas están siguiendo los deseos profundos del corazón. Por eso, por la mayor parte la Iglesia no exige que las personas abandonen a sus parejas para volver a una vida solitaria.

Pero la Iglesia Católica como todas organizaciones tiene normas y tradiciones con las cuales tiene que ser coherente o dejará a existir.  En el caso del sexo, desde sus comienzos la Iglesia ha enseñado que la intimidad sexual es reservada para el matrimonio permanente entre un hombre y una mujer.  De hecho, esta enseñanza viene del Señor Jesús.  Por esta razón la Iglesia dice que las personas que tienen relaciones irregulares pueden rezar con los demás pero no deben presentarse para la Santa Comunión.  Este sacramento es reservado para aquellos cuyas vidas se conforman con la de Jesús.

¿Cómo sabemos si nuestras vidas se conforman así?  No es que todos que reciben la hostia practiquen el amor para el prójimo como Jesús siempre nos manda.  De verdad, es posible que algunos que odian a otras personas sean los primeros para formar la fila de la Comunión.  Estas personas olvidan la crítica que Jesús levantó contra los fariseos cuando citó al profeta: “’Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios’”.  Tal vez su pecado es aún más grave que aquel que sigue en una relación sexual prohibida.

De todos modos no deberíamos juzgar a otras personas sin conocer su situación bien.  A veces las parejas en situaciones irregulares aceptan el consejo de sacerdotes que vivan sin tener relaciones sexuales.  Sí, parece increíble este tipo de convivencia en una sociedad saturada con el sexo.  Sin embargo, hay varias personas que aman al Señor tanto que estén listos a dejar el placer físico.

Se ha mencionado que los que no pueden recibir la Comunión deben rezar junto con los demás. ¿Rezan para qué?  Todos deberíamos rezar que realmente seamos dignos de recibir el Cuerpo y Sangre del Señor Jesús.  También deberíamos rezar por aquellos encontrados en matrimonios irregulares que puedan resolver sus problemas tal vez con una anulación. Deberíamos rezar también para la fortaleza de vivir coherentes con Cristo.  Como se ha dicho, tal vida implica más que recibimos los sacramentos.  Por eso deberíamos rezar finalmente que amemos a todos como la Santísima Trinidad. 

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