La
Solemnidad de la Santísima Trinidad
(Deuteronomio
4:31-34.39-40; Romanos 8:14-17; Mateo 28:16-20)
El otro
día una iglesia cristiana hizo su publicidad en la radio. Terminó con la frase, “Todos están acogidos
aquí”. Podía ser una bienvenida sincera
para invitar a todos los escuchadores a sus servicios. Sin embargo, los que conocen el ambiente
actual de controversias religiosas dijeran que las palabras tienen un mensaje
oculto. En su manera de ver, por la
frase “todos están acogidos”, la iglesia intenta a distinguirse de otras
iglesias que supuestamente no aceptan a diferentes tipos de personas. Algunos
critican nuestra Iglesia Católica así por no dejar ni a las parejas no casadas
por la Iglesia ni a los homosexuales comulgar.
¿Cómo deberíamos responder a tal crítica?
Primero,
tenemos que decir que la Iglesia Católica es sobre todo una comunión de
amor. Ocupa a la Santísima Trinidad como
modelo para imitarse. Por esta razón, se
puede decir que todos están acogidos en sus templos. De hecho, al día de Pentecostés el papa
Francisco dijo precisamente esto. “La Iglesia no nace aislado – dijo -- nace
universal…con una identidad precisa pero abierta a todos, no cerrada, una
identidad que abraza el mundo entero, sin excluir a nadie”. Es así particularmente
en el caso de los homosexuales que han experimentado mucho prejuicio en la
historia. La Iglesia ha hecho una opción
preferencial por los marginados que incluyen a los gay.
La
Iglesia entiende la dificultad hoy día de los que quieren vivir en relaciones
monógamas aunque sea con una segunda pareja o una pareja del mismo sexo. No comparte la opinión que tales relaciones
son necesariamente egoístas. Más bien
reconoce que en muchos casos las parejas están siguiendo los deseos profundos
del corazón. Por eso, por la mayor parte la Iglesia no exige que las personas
abandonen a sus parejas para volver a una vida solitaria.
Pero la
Iglesia Católica como todas organizaciones tiene normas y tradiciones con las
cuales tiene que ser coherente o dejará a existir. En el caso del sexo, desde sus comienzos la
Iglesia ha enseñado que la intimidad sexual es reservada para el matrimonio permanente
entre un hombre y una mujer. De hecho,
esta enseñanza viene del Señor Jesús.
Por esta razón la Iglesia dice que las personas que tienen relaciones
irregulares pueden rezar con los demás pero no deben presentarse para la Santa
Comunión. Este sacramento es reservado
para aquellos cuyas vidas se conforman con la de Jesús.
¿Cómo
sabemos si nuestras vidas se conforman así?
No es que todos que reciben la hostia practiquen el amor para el prójimo
como Jesús siempre nos manda. De verdad,
es posible que algunos que odian a otras personas sean los primeros para formar
la fila de la Comunión. Estas personas
olvidan la crítica que Jesús levantó contra los fariseos cuando citó al profeta:
“’Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios’”. Tal vez su pecado es aún más grave que aquel que
sigue en una relación sexual prohibida.
De todos
modos no deberíamos juzgar a otras personas sin conocer su situación bien. A veces las parejas en situaciones
irregulares aceptan el consejo de sacerdotes que vivan sin tener relaciones
sexuales. Sí, parece increíble este tipo
de convivencia en una sociedad saturada con el sexo. Sin embargo, hay varias personas que aman al
Señor tanto que estén listos a dejar el placer físico.
Se ha
mencionado que los que no pueden recibir la Comunión deben rezar junto con los
demás. ¿Rezan para qué? Todos deberíamos
rezar que realmente seamos dignos de recibir el Cuerpo y Sangre del Señor Jesús. También deberíamos rezar por aquellos encontrados
en matrimonios irregulares que puedan resolver sus problemas tal vez con una
anulación. Deberíamos rezar también para la fortaleza de vivir coherentes con
Cristo. Como se ha dicho, tal vida
implica más que recibimos los sacramentos.
Por eso deberíamos rezar finalmente que amemos a todos como la Santísima
Trinidad.
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