El domingo, 21 de junio de 2015



DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO

(Job 38:1.8-11; II Corintios 5:14-17; Marcos 4:35-41)

Tal vez la fantasía más famosa en América es “El mago de Oz”.  El cine ha capturado la imaginación de la gente por generaciones.  La historia muestra cómo las vidas de cuatro personas cambian mientras caminan juntos.   Es una trayectoria común en el mundo de literatura.  Frecuentemente se ha utilizado el viaje como símbolo para el transcurso del tiempo en lo cual la gente crece del espíritu para realizar su destino.  En el evangelio hoy los discípulos acompañan a Jesús en un tal viaje.

Es la tarde de un día larguísimo.  Desde la mañana Jesús y sus discípulos han sido acosados por la gente.  Ha habido fariseos probando su autoridad, multitudes queriendo ver sus milagros, sus familiares deseando verlo, y la muchedumbre fascinada con sus parábolas.  Porque necesitan un descanso aparte, Jesús les dirige a sus compañeros que vayan en las barcas a la otra orilla del lago.  Se puede ver a Jesús aquí como un padre de casa proveyendo las necesidades de la vida.  Siempre ha sido el rol del padre cuidar el bien de su familia – sea con el pan y el techo o con la motivación y el descanso.  Es cierto que hoy en día muchas madres salen para trabajar y regresan con buen consejo.  Pero se ve la necesidad particular de un padre en la estadística que la mayoría de las familias que viven en pobreza no tienen a un hombre en la casa.

No queremos decir que el propósito del padre en la familia sea simplemente ganar dinero – no por mucho.  Si los hijos de la familia van a hacerse personas responsables, el padre tiene que guiarlos.  La madre -- tan buena como sea – usualmente no puede darles sola todos los recursos para asegurar su bien espiritual.  Es cuestión de las diferentes maneras de amar con que el padre y la madre tratan a la familia.  La madre está unida con el bebé desde el principio colmándolo con afecto.  Le da un gran sentido del valor.  Entretanto el padre por necesidad se dista de la criatura.  No está completamente ausente pero tampoco está siempre al lado del niño irradiando su amor.  Poco a poco el hijo aprende que puede contar con su padre aunque no se le presenta en todo momento.  Esta enseñanza  le sirve particularmente en el día en que el niño tiene que dejar el lado de su madre.  No sentirá abandonado entonces porque tendrá el recuerdo de su padre no presente siempre pero llegando con regularidad.

Esta relación de confianza aproxima la relación entre nosotros y Dios.  No siempre sentimos la presencia de Dios pero con la doctrina apropiada y, aún más importante, con el ejemplo de nuestro padre sabemos que Dios está cerca.  Está allí para posibilitar nuestro crecimiento.  De hecho, la distancia entre Dios y nosotros ya nos ha proveído la capacidad de desarrollar la libertad.  Vamos a madurar en personas libres sólo cuando sentimos la confianza de parte de Dios.  Él quiere que busquemos resoluciones de los problemas de la vida por nosotros mismos tanto como quiere que Le recemos para la ayuda.  En el evangelio el retrato de Jesús durmiendo en la popa de la barca muestra cómo Dios está a la vez ausente y presente.  Está tanto contento a permitir a sus discípulos tratar de salvarse como listo a prestarles la mano.  Cuando los discípulos se dan cuenta que no pueden aguantar la tempestad, llaman a Jesús.  Por supuesto, él actúa con la autoridad.  Su capacidad para calmar los vientos les deja con la pregunta: “¿Quién es este, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”  En verdad, Jesús es Dios que siempre ha actuado como padre para Israel salvándolo de amenazas. 

Sin embargo, los discípulos no van a ser convencidos de la identidad divina de Jesús hasta que muera en la cruz, resucite y ascienda al cielo, y envíe al Espíritu Santo.  Es decir que es necesario que se formen en la Iglesia para que conozcan a Jesús como Dios.  La Iglesia introduce a sus miembros a la gloria de Jesucristo.  Asimismo, es el rol de la madre de la familia que se quede cerca a sus hijos para enseñarles la grandeza del amor de Dios.  Entretanto cada vez el padre muestra su afecto para la madre en la casa, se fortalezca esta enseñanza.  Por eso, cada esfuerzo del hombre para amar a su mujer aporta la educación religiosa de sus hijos.  Hay un sacerdote-predicador a lo cual le gusta hablar de su familia.  Dice que su papá no era renuente para mostrar el afecto para su mamá.  Él bailaba con ella en la sala de su casa en frente de todos sin vergüenza.  Es cierto que por tales muestras de amor el sacerdote puede hablar con gran fervor sobre el amor de Dios para todos.

Hoy celebramos el Día de Padre.  Brindamos a nuestros padres por mucho más que ser la fuente de nuestra trayectoria de vida.  Si fuera sólo por esto, realmente no tuvieran mucho valor.  Los honramos por haber ganado el pan y el techo de la casa.  Aún más, los damos homenaje por haber participado en nuestro aprendizaje del amor de Dios.  Es cierto.  Los damos homenaje por habernos enseñado del amor de Dios.

No hay comentarios.: