EL VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO
(Deuteronomio
4:1-2.6-8; Santiago 1:17-18.21b-22.27; Marcos 7:1-8.14-15.21-23)
Hace
seis años una mujer escribió un ensayo perceptivo sobre la comida y el
sexo. Preguntó si la comida se ha hecho
en nuestro tiempo el nuevo sexo. Porque
el evangelio trata de los dos temas, vale la pena revisar las ideas del ensayo
un poco ahora.
Según la
autora, los jóvenes hoy día se preocupan por la comida como sus abuelos se
preocupaban del sexo hace cincuenta años.
Por ejemplo, hoy muchos jóvenes se oponen moralmente al comer carne y las
especies de pescado en vías de extinción. También piensan malo consumir
verduras y frutos genéticamente aumentados.
Entretanto, a los mayores de hoy no hacían sentido este tipo de pensar
hace cincuenta años. A ellos cada uno
debería comer lo que le da gusto. Dirían
si tú quieres comer cangrejos o aun chapulines, es de ti para escoger.
En
cuanto al sexo las dos generaciones son igualmente opuestas a una y otra. Los mayores no aprobaban el sexo fuera del
matrimonio. Consideraban como malo visitar
una casa de prostitutas, cohabitar antes de casarse, y usar anticonceptivos
para mantener una vida libertina. Los
jóvenes contemporáneos no aceptan ninguno de estas prohibiciones. Con tal de que la pareja no es casada con
otra persona, las relaciones sexuales son aventuras del descubrimiento y
placer. Obviamente hay dos mundos
morales diversos. ¿Cuál de los dos
parece más cerca lo de Jesús en el evangelio que leímos ahora?
Los
fariseos están acudiendo a Jesús para quejarse de sus discípulos. Le dicen que los discípulos no guardan la
tradición de lavar las manos antes de comer.
Para los fariseos las preparaciones para la comida son tan importantes
como lo que se coma. Según ellos, se
tiene que cuidarse mucho con todo aspecto de la comida para vivir justamente. Jesús no concurre con este modo de pensar. Para él, al menos en el Evangelio según San
Marcos, no es la comida que entre la persona y mucho menos la pureza con que
esté preparada que cuente. Más bien es
lo que hace la persona: lo que sale de su boca y lo que producen sus manos. Por la lista de acciones que se da en el
pasaje son los pecados contra el sexto y el séptimo mandamientos que le más importan.
No se
cree que Jesús en su tiempo favoreciera la comida del puerco. También si estuviera entre nosotros hoy día a
lo mejor nos advertiría que no consumamos las especies de animales en peligro. Por lo menos, la segunda advertencia es lo
que sugiere el papa Francisco en su encíclica Laudato sí. De todos modos,
Jesús tendría más preocupación sobre el libertinaje que deja a los niños sin
dos padres en la casa. Y con mayor
intensidad aún nos amonestaría que el sexo libre está contribuyendo al millón
de abortos cada año. Nos aconsejaría no
porque considera el sexo como sucio o como un “mal necesario”. Al contrario, nos hablaría sobre estos temas porque
quiere que los matrimonios tengan relaciones realmente gratificantes. Y nos corregiría porque quiere que nuestras
familias prosperen.
En la
primera lectura Moisés amonesta a Israel que obedezca las leyes de Dios. Sabe que para hacerse en una nación grande, Israel
tiene que actuar con la virtud. Las
familias de hoy tienen que adherir al mismo camino de justicia. Como dice una canción, el diablo tiene una
línea de pescado con diez mil señuelos.
Si van a prosperar, las familias tienen que rechazar los señuelos del
mal aunque les den gusto a algunos. Tienen
que rechazar los señuelos del mal.
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