El domingo, 8 de noviembre de 2015

EL TRIGÉSIMA SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(I Reyes 17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)

Hace dos años estrenó la película cinemática Filomena.  Trató de la búsqueda de una madre soltera para su hijo.  Descubrió que la institución católica donde le dio a luz al bebé injustamente le regaló por adopción.  La mujer podría haber hecho una demanda contra la institución.  Pero como la viuda el evangelio hoy la madre actúa en una manera más bendita.

Jesús ve a la viuda poniendo su ofrecimiento en el tesoro del templo.  Sabe que es viuda por su vestido.  Sabe la cantidad porque se avisa en voz alta cada donativo.  Jesús comenta a sus discípulos cómo los ricos depositan cantidades grandes, a lo mejor con monedas de plata u oro.  Entretanto la viuda presenta dos cobres que valen unos centavitos.  Sin embargo, según Jesús su aporte es más grande que aquellos de los demás.  Pues ella ha entregado todo el sustento que tenía para vivir. 

El donativo de la viuda sirve bien como una parábola, una demostración del Reino de Dios que Jesús vino a anunciar.  Es un acto que procede del entendimiento que la vida es un don de Dios y que El espera que se le devuelva con creces. 

Se puede hacer otra comparación que asemeja más al propósito del evangelista.  Marcos coloca esta historia un poquito antes de la narrativa de la pasión de Jesús.  A lo mejor su propósito es indicar que el donativo de la viuda anticipa la entrega de su vida.  En otras palabras para la viuda el donativo es un sacrificio tan enorme como lo de Jesús en la cruz.  Los dos sacrificios son expresiones de la llegada del Reino de Dios al mundo. El primero sugiere lo que nosotros podamos hacer.  El segundo nos gana el favor de Dios para hacerlo.

A lo mejor nuestra mente queda incrédula con la historia.  Queremos preguntar: ¿No es imprudente ofrecer todo lo que tiene?  ¿Qué va a comer mañana si derrocha toda su subsistencia hoy? Esto es la lógica del mundo, no del Reino.  Cuando entramos al Reino, no nos preocupamos de mañana.  Sabemos que Dios nos proveerá las necesidades.  Como la viuda de Sarepta en la primera lectura no muere por dar de comer al profeta, Dios no permite que perdamos cuando compartimos nuestros bienes.  Muchas familias conocen esta verdad por acogerse a visitantes inesperadas a su mesa la mesa. 

No se espera a nosotros que vendamos la casa para ayudar a los pobres.  Pero podemos reflexionar en cómo ser más agradecidos para la vida y menos posesivos de lo que tenemos.  Nuestro objetivo debe ser cuando lleguemos al fin de la vida que podamos rezar, “Ten misericordia de mí, Señor.  He tratado de vivir por ti”. 

Estamos llegando al final del año.  Los días en el norte atardecen temprano.  Los árboles se deshojan cada día más.  En las lecturas evangélicas del domingo Jesús ha llegado a Jerusalén, el lugar de su entrega completa.  En la selección hoy nos indica que la humilde viuda hace un sacrificio semejante.  Su propósito es invitarnos a nosotros hacer lo mismo.  Qué no nos preocupemos.  Todo nos saldrá bien.  Que hagamos un sacrificio semejante.

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