EL DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO, 19 de junio de
2016
(Zacarías
12:10-11.13:1; Gálatas 3:26-29; Lucas 9:18-24)
Hoy
celebramos el “Día del Padre”. En todas partes la gente brindará a sus papás. Los almacenes les han dado un millón de
sugerencias para hacerlo. Aquí nos aprovechamos de la ocasión para reflexionar
en las responsabilidades del padre.
Tenemos como modelo el ejemplo del Señor Jesús en el evangelio. Por supuesto Jesús no es padre de
familia. Sin embargo, muestra algunas
virtudes para ayudar a los padres en su rol hoy en día.
El
pasaje comienza con Jesús orando.
Particularmente en este evangelio según san Lucas lo encontramos en esta
postura. Antes de escoger a los doce y
al momento de su transfiguración, Jesús reza.
Ora para discernir la voluntad de su Padre Dios. Así los padres deberían conversar con Dios en
la oración. Es cierto que tendrán que hacer
sacrificios por el bien de sus familias, pero cómo hacerlo será el tema de su
conversación. ¿Sería mejor trabajar más
para suplir las necesidades físicas de la familia o le hace falta más la
atención en la casa? La oración les
iluminará este dilema.
Otra
cosa que los padres tienen que clarificar es hasta dónde quieren seguir a Jesús. ¿Es sólo profeta que exagere los deberes de
la persona? O ¿realmente es Dios cuyas
palabras resuenan con la vida eterna? En
el evangelio Jesús sondea a sus discípulos para medir su entendimiento de lo
que ha hecho. Pregunta si lo consideran
como profeta hablando de parte de Dios.
O, posiblemente, lo piensan como el nuevo Elías cuyo rol es anunciar la
venida del Mesías.
Pedro
responde de parte de todos. Dice que
Jesús es el Mesías mismo que salvará al pueblo.
En la segunda lectura san Pablo nos da una consecuencia del hecho que
Jesús es el Mesías o, como dice él, el “Cristo”. Todos aquellos que se le han acercado por el
bautismo disfrutan del estado de ser sus hermanos. En otras palabras ya no tienen preferencia
los judíos por su ley, o los libres por su libertad, o los hombres por su
fuerza. Siguen estas distinciones con
sus propias características, pero todos hombres y mujeres ya son iguales ante
Dios. Hay aquí una lección para los
padres de familia que se enorgullecen de su autoridad. Ellos deben colaborar con sus esposas y
escuchar a sus hijos para ser justos.
Más que
nada la responsabilidad del padre es enseñar a sus niños la obediencia y la
disciplina. Vivimos en una sociedad que
exalta el yo de modo que no le importe tanto el bienestar de los demás. El sexo fuera del matrimonio ejemplifica
esto. El deseo de tener relaciones
sexuales con quien y cuando quiera le dé la gana ha causado una crisis familiar. Por el divorcio, la separación, y el tener
hijos sin casarse la mitad de los niños ya no viven al menos parte de la niñez con
los dos padres naturales. Este abuso ha
causado el crimen y el encarcelamiento con mucho más frecuencia que en casos de
familias unidas. En el evangelio Jesús
no esquiva su responsabilidad que se ha clarificado en la oración. Dice a los apóstoles que va a sufrir el
rechazo de parte de los líderes judíos y la entrega a la muerte.
Pero su
crucifixión no será el fin de la historia.
Añade Jesús que va a resucitar de la muerte para tener la vida eterna e
invita a todos que lo sigan. Tendrán que
cargar su propia cruz, eso es la vocación que han escogido en la vida. Para los padres esto significa que dejen
atrás los modos de la soltería – las aventuras, los lujos, la pereza – para encabezar
la familia. Una mujer describe cómo su
padre, un médico, después de trabajar todo el día siempre venía para cantarle
una canción de cuna. Cuando la niña se
hizo adolescente, el mismo hombre le regañó con gritos por haber hecho algo
malicioso como mentir.
Agradecemos
a nuestros padres hoy no primeramente por darnos la vida física. A lo mejor hicieron eso sin pensar nada en nosotros. Más bien los agradecemos a la medida que
hicieran por habernos formado como personas responsables. Por criarnos con la disciplina, por sacrificarse
por nuestro bienestar, por instruirnos cómo confiar en Dios les damos gracias
hoy.
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