EL VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO ORDINARIO
(Amós
8:4-7; I Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13)
La
amnesia es la pérdida de la memoria. Una
vez un hombre atribuyó una causa extraña a la amnesia. Dijo que dar a otra persona dinero le causa
la amnesia. No es la verdad pero a veces
parece así. El dinero puede causar
problemas particularmente cuando hay demasiado de ello o muy poco. En el evangelio hoy Jesús dice a sus
discípulos cómo aprovecharse al máximo del dinero.
Jesús no
recomienda que inviertan el dinero ni en tierra, oro o acciones y bonos. Más bien, quiere que dejen el dinero trabajar
por sí mismos por invertirlo en los pobres.
Su enseñanza aplica a nosotros hoy en día. Jesús quiere que nos
aprovechemos del dinero por proveer a los pobres escuelas, clínicas, y entrenamiento
de trabajo. Según Jesús utilizando la
plata para tales cosas nos garantizaría un futuro feliz. Para ilustrar la importancia de usar bien el
dinero, Jesús cuenta la parábola curiosa del administrador corrupto.
Decimos
“parábola curiosa” porque Jesús parece aconsejar comportamiento malo. Para asegurar a sí mismo beneficio en el
futuro, el administrador estafa a su amo.
Sin embargo, Jesús no está recomiendo haciendo la maldad sino usando el
dinero para obtener alguna cosa de verdad beneficiosa. Es como el profesor de la religión citando a
un notorio ladrón de banco. El ladrón
una vez respondió a la pregunta, “¿Por qué roba bancos?” por decir: “Porque
allí está el dinero”. Así, concluyó el
profesor, deberíamos buscar la vida eterna directa y inagotablemente. Pues l vida eterna vale mucho más que el dinero.
Queramos
preguntar si realmente nuestros aportes a los pobres ganan la vida eterna. ¿No es que el Reino de Dios es reservado para
aquellos que amen a Dios sobre todo y a sus prójimos como a sí mismos? Sí es cierto para hacernos herederos de la
vida eterna tenemos que amar a todos como nos ha amado Jesús. Este amor es más que darles a los necesitados
limosnas. Como ha dicho el Papa
Francisco este amor es encontrar con el pobre como si él fuera a Jesús. Es mirarlo en el ojo, tocar su mano, y
compartir su dolor. Es hacernos amigos
de los pobres como se nos hizo Jesús.
Dinero y
plata son solamente dos palabras para la misma cosa. En el último versículo del evangelio de hoy
algunas traducciones ponen otra palabra antigua para dinero. En lugar de “’No pueden ustedes servir a Dios
y al dinero’”, dicen “’No pueden servir a Dios y al mamón’”. No debemos servir al mamón, al dinero, o a la
plata ; es cierto. Pero podemos utilizarlos
para que nos sirvan ellos. Cuando los compartimos para el beneficio de los
pobres, no estamos inclinándonos hacia ello.
Más bien, el mamón, el dinero, o la plata están ubicándonos a nosotros
en el camino a la vida eterna. Sí nos ubican
en el camino a la vida.
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