El domingo, el 29 de diciembre de 2019


LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

(Eclesiástico 3:3-7.14-17; Colosenses 3:12-21; Mateo 2:13-15.19-23)


Una película cuenta de una familia aparentemente abandonada por el padre.  Después de dejar su familia el hombre peleó en la guerra.  Era atrozmente desfigurado cuando regresó a su familia en secreto.  Sin palabras ni revelando su identidad vigiló sobre su esposa y sus hijos.  Al final del drama el hombre se da su vida protegiendo su familia de intrusos violentos. En varios aspectos este cine es como la historia de San José en el Evangelio según San Mateo.

José tiene un papel prominente en el nacimiento de Jesús según San Mateo.  No obstante, no habla ni una sola palabra.  Es hombre de la acción, pero siempre  acción justa y valiente.  Cuando el ángel le manda a aceptar en su casa a María ya embarazada, no demora hacerlo.  En la lectura hoy responde pronto al orden para llevar su familia a Egipto.  En el regreso del exilio actúa prudentemente por llevar a Jesús y María fuera del peligro a Galilea.  También impresionante José muestra el dominio de sí mismo por no tener relaciones íntimas con su esposa.

Nos hacen falta hombres como José para guiar nuestras familias en estos tiempos turbados.  A menudo nuestros líderes políticos se comportan en maneras vergonzosas.  Algunos académicos promueven ideas extremistas que pueden distorsionar el pensar de nuestros hijos.  Dicen, por ejemplo, que la persona es libre para hacer cualquier cosa que quiera siempre que no viole la ley. No reconocen ninguna moralidad más allá que esa ley.  Como todo el mundo sabe el sexo y la violencia han penetrado nuestro entretenimiento.  Entretanto, el aumento de la desilusión y la desesperanza se manifiesta por el número creciente de suicidios.

¿Cuáles cualidades esperamos en los padres?  Ciertamente queremos hombres con la sabiduría y la fortaleza para enfrentar los grandes desequilibrios del tiempo.  Pero también necesitamos las virtudes pacíficas que la segunda lectura hoy enumera.  La Carta a los Colosenses exhorta a los cristianos que sean humildes.  Eso es que reconozcan a sí mismos no como superiores sino como sometidos al bien común y al mayor bien que es Dios.  Es amar al otro como a ti mismo como nos manda Jesús.  También es observar las leyes que Dios ha establecido tanto en la naturaleza como en la revelación.

En nuestro tiempo los rumores se dispersan por el Internet con más prisa que el viento.  Por eso, es preciso que practiquen los padres también la paciencia.  Sabemos que los mejores resultados tardan para ser realizados. La persona no puede hacerse virtuoso del violín con sólo un año de práctica.   Como indica la lectura, los padres tienen que ser pacientes con sus hijos. Realmente la paciencia nos ayuda por toda la vida.  La paciencia es requerida en nuestra sociedad donde hay los reclamos de la injusticia a cada vuelta.  La paciencia nos permite tiempo para analizar los problemas y buscar una solución justa para todos.  También la paciencia fomenta la tolerancia que es cada vez más necesaria en nuestras comunidades multiculturales.

En nuestros tiempos se ha reducido San José a un talismán.  Según el mito, si se quiere vender su casa rápidamente, sólo se tiene que enterrar una estatua de San José cabeza abajo en la tierra.  Esta mentira es una desgracia porque hace un santo en un tropiezo en el camino de la fe verdadera.  Además, y tal vez más serio, pasa por alto las virtudes de este hombre justo.  Si vamos a transcender los desequilibrios de nuestros tiempos, nos hace falta el ejemplo de la humildad y la prudencia de San José.  Más que nunca, nos hace falta el ejemplo de San José.

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