LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
(Eclesiástico
3:3-7.14-17; Colosenses 3:12-21; Mateo 2:13-15.19-23)
Una película cuenta de
una familia aparentemente abandonada por el padre. Después de dejar su familia el hombre peleó
en la guerra. Era atrozmente desfigurado
cuando regresó a su familia en secreto.
Sin palabras ni revelando su identidad vigiló sobre su esposa y sus
hijos. Al final del drama el hombre se
da su vida protegiendo su familia de intrusos violentos. En varios aspectos
este cine es como la historia de San José en el Evangelio según San Mateo.
José tiene un papel
prominente en el nacimiento de Jesús según San Mateo. No obstante, no habla ni una sola
palabra. Es hombre de la acción, pero
siempre acción justa y valiente. Cuando el ángel le manda a aceptar en su casa
a María ya embarazada, no demora hacerlo.
En la lectura hoy responde pronto al orden para llevar su familia a
Egipto. En el regreso del exilio actúa
prudentemente por llevar a Jesús y María fuera del peligro a Galilea. También impresionante José muestra el dominio
de sí mismo por no tener relaciones íntimas con su esposa.
Nos hacen falta
hombres como José para guiar nuestras familias en estos tiempos turbados. A menudo nuestros líderes políticos se comportan
en maneras vergonzosas. Algunos
académicos promueven ideas extremistas que pueden distorsionar el pensar de
nuestros hijos. Dicen, por ejemplo, que
la persona es libre para hacer cualquier cosa que quiera siempre que no viole
la ley. No reconocen ninguna moralidad más allá que esa ley. Como todo el mundo sabe el sexo y la
violencia han penetrado nuestro entretenimiento. Entretanto, el aumento de la desilusión y la
desesperanza se manifiesta por el número creciente de suicidios.
¿Cuáles cualidades
esperamos en los padres? Ciertamente
queremos hombres con la sabiduría y la fortaleza para enfrentar los grandes
desequilibrios del tiempo. Pero también
necesitamos las virtudes pacíficas que la segunda lectura hoy enumera. La Carta a los Colosenses exhorta a los
cristianos que sean humildes. Eso es que
reconozcan a sí mismos no como superiores sino como sometidos al bien común y al
mayor bien que es Dios. Es amar al otro
como a ti mismo como nos manda Jesús.
También es observar las leyes que Dios ha establecido tanto en la
naturaleza como en la revelación.
En nuestro tiempo los
rumores se dispersan por el Internet con más prisa que el viento. Por eso, es preciso que practiquen los padres
también la paciencia. Sabemos que los
mejores resultados tardan para ser realizados. La persona no puede hacerse virtuoso
del violín con sólo un año de práctica. Como indica la lectura, los padres tienen que
ser pacientes con sus hijos. Realmente la paciencia nos ayuda por toda la
vida. La paciencia es requerida en
nuestra sociedad donde hay los reclamos de la injusticia a cada vuelta. La paciencia nos permite tiempo para analizar
los problemas y buscar una solución justa para todos. También la paciencia fomenta la tolerancia
que es cada vez más necesaria en nuestras comunidades multiculturales.
En nuestros tiempos se
ha reducido San José a un talismán. Según
el mito, si se quiere vender su casa rápidamente, sólo se tiene que enterrar
una estatua de San José cabeza abajo en la tierra. Esta mentira es una desgracia porque hace un
santo en un tropiezo en el camino de la fe verdadera. Además, y tal vez más serio, pasa por alto
las virtudes de este hombre justo. Si
vamos a transcender los desequilibrios de nuestros tiempos, nos hace falta el
ejemplo de la humildad y la prudencia de San José. Más que nunca, nos hace falta el ejemplo de
San José.
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