EL CUARTO DOMINGO ORDINARIO,
(Deuteronomio
18:15-20; I Corintios 7:32-35; Marcos 1:21-28)
El otro día
hubo en el diario la reseña de un libro de ciencia. El reseñador elogió al autor. Dijo que es excepcional. No solo puede el autor explicar conceptos
complicados como materia oscura. También
con su premio nobel es autoridad probado.
Este autor parece semejante a Jesús en el evangelio hoy.
Entonces el grito de un demonio interrumpe la
instrucción de Jesús. Nosotros escuchamos siempre en los evangelios referencias
a los demonios. A muchos, les parecen
como caducados hoy en día. Pero no es
que los demonios en los evangelios pierdan significado. Ahora tenemos una vislumbre en el significado
de al menos un tipo de demonio. Este
demonio representa la falta de educación.
El demonio que el maestro Jesús ordena fuera del hombre es la
ignorancia, la tontería, y la superstición.
Antes de
dejar al hombre, el demonio revela quien es Jesús. No es maestro ordinario sino “el santo de
Dios”. Para apreciar lo que quiere decir
esta frase, deberíamos recurrir a la primera lectura. Según Deuteronomio Dios ha prometido a Israel
a un profeta que hablará de parte de él.
Tendrá las propias palabras de Dios en su boca. El “santo de Dios”, eso es Jesús, es el
profeta prometido a Moisés muchos siglos anteriormente.
Hoy día se puede decir la misma cosa de la
Iglesia. La Iglesia enseña con la
autoridad porque aplica lo que dijo Jesús al tiempo actual. Como con Jesús, en muchos casos, las
enseñanzas de la Iglesia van en contra del corriente del mundo. Así son sus enseñanzas sobre el aborto y los
anticonceptivos. El Papa Francisco ha
sido contundente también con la doctrina social. Dice en el título de su carta encíclica más
reciente, “Todos hermanos y hermanas”, “Fratelli Tutti”. Dentro de la
carta el papa explica lo que Jesús nos tendría hacer. Jesús nos obligaría hacernos amigos de los
inmigrantes. Querría que extendamos la mano para ayudarles hallar una vida
libre de acoso. El papa no quiere crear
el desorden. Insiste que existen medios
en nuestro alcance para aliviar el sufrimiento de muchos inmigrantes.
La
migración humana presenta a los países ricos un reto. No importan los muros que
construyen ni los aparatos que utilizan para frenarla. La inmigración continuará. En lugar de resistirla con grandes costos a
la vida tanto físico como espiritual, tenemos que acomodarla. El papa Francisco nos enseña que los
inmigrantes son nuestros hermanos y hermanas.
De alguna manera, tenemos que acomodarlos en nuestro medio.
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