EL QUINTO DOMINGO ORDINARIO
(Job 7:1-4.6-7; I Corintios 9:16-19.22-23;
Mark 1:29-39)
Un día en la vida de Iván Denísovich es novela
escrita por el autor ruso Alejando Solzhenitsin. Sigue las actividades de un prisionero en un
gulag, el campamento prisión ruso en Siberia.
Describe las penas de vivir en tal lugar como la dificultad de poner
ladrillos con motero congelándose. Incluye algunas alegrías pequeñas como cuando
encuentra el héroe un pedazo de metal que podría fabricar en una herramienta.
Encontramos en el evangelio del domingo pasado y hoy algo semejante. El evangelista Marcos describe un día en el
ministerio de Jesús.
La historia comenzó con Jesús entrando la sinagoga en
Cafarnaúm. Allí echó un espíritu inmundo
de un hombre inmundo. Parece que el
espíritu era la ignorancia que el maestro Jesús podía dominar. Nos sentíamos agradecidos de tener la fe en
tal gran maestro como Jesús. Sus
enseñanzas nos traen la esperanza.
Hoy lo apreciamos por su simpatía con la gente. Cura primero a la suegra de Simón. Entonces
no falta a ayudar a muchos otros afligidos.
Se puede decir que sus curaciones extienden su predicación en el nivel
práctico. Siempre su mensaje proclama el
amor de Dios para el pueblo. Ahora
muestra este amor por aliviar las cargas que llevan los hombres y mujeres.
Curiosamente cuando otros tratan de identificar quien es
Jesús, no lo permite. Cuando el espíritu
inmundo lo llama “el santo de Dios”, el responde: “’Cállate…’” Más allá en el evangelio Pedro lo nombrará
"el mesías". Jesús responderá
por decir a los doce que no deben decir esto a nadie. Solo cuando muere en la cruz, puede ser
revelado su identidad completa. Al verlo
sufrir sin maldecir a nadie, el centurión romano dice: “’De veras, este hombre
era Hijo de Dios’”.
Se llama el esfuerzo del evangelio para encubrir la
identidad de Jesús el “secreto mesiánico”.
Parece que se guarda el secreto para que no malentiendan a Jesús los
hombres. Si supieran que es Hijo de
Dios, lo tratarían a coronarlo rey. Aún
peor, formarían un ejército para echar a los romanos de Israel. Pero el Hijo de Dios no vino para ser adulado
como un rey temporal ni llegó para derrotar ejércitos foráneos. No, su misión, la voluntad de Dios su Padre,
es vencer el pecado. Cuando lo ven
sufriendo en la cruz, muriendo y resucitado de entre los muertos, pueden
comprender su misión.
Hoy en día muchos que no conocen la historia de Jesús
tendrían otro propósito si tuvieran al hijo de Dios en su medio. Lo echarían la culpa por permitir Covid y
todas las demás maldades que afligen al pueblo.
Por eso, muchos se burlan de cristianos por creer en un Dios que no les
salva de guerras, pandemias, y otras catástrofes.
¿Cómo podríamos responder a estas críticas? En primer lugar, tenemos que afirmar la
bondad de Dios. Él nos da la vida, la
familia, y muchos otros beneficios que a menudo se toman por dadas. Segundo, tenemos que darnos cuenta del
precario en que nos encontramos por el don del libre albedrío. Los hombres pueden tramar muchos líos
solos. Sin embargo, no están solos sino
existen fuerzas espirituales oscuras que multiplican la maldad en el
mundo. Nos hace falta la ayuda de Jesús
si vamos a hacer frente a estos espíritus malos. Finalmente, sabemos que el mal no va a
vencer. En el fin de cuentas Dios, que
ya ha conquistado el mal por la obra de Jesús, volverá todas las cosas bien.
En el intermedio es de nosotros para creer en Jesús y seguir
su voluntad. Pablo dice en la segunda
lectura hoy: “’¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!’” Queremos da eco a Pablo diciendo, “¡Ay de
nosotros si no vivimos el evangelio!”
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