El domingo, 16 de enero de 2021

 SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 62:1-5; I Corintios 12:4-11; Juan 2:1-11)

Hace cuarenta años un periodista reportó que las relaciones raciales estaban mejorando.  Sin embargo, dijo, en un modo las cosas no habían cambiado.  Todavía las parejas mixtas eran un tabú.  Esta prohibición no existe hoy en día.  Por lo menos se puede ver parejas interraciales regularmente.  Aunque no ha sido realizado su sueño totalmente, los esfuerzos de Martin Luther King han tenido efecto.  De todos modos, la primera lectura hoy cuenta de un matrimonio mixto más impresionante.

Isaías dice de parte de Dios que la suerte de Jerusalén ha cambiado.  No más la ciudad tendrá vergüenza por los pecados de su pasado.  No más será famosa por su iniquidad.  Más bien será conocida como el centro de una nación justa.  El profeta ocupa una comparación brillante.   Dios, creador del universo, tomará la ciudad como su novia.  Él le dotará con la virtud.  En lugar de ser “abandonada,” la ciudad será reconocida como “desposada”.  En lugar de ser “desolada”, será la “complacencia” de Dios mismo.

Dios cumplió esta intención con el nacimiento de Jesucristo.  La Navidad representa las bodas de Dios con el pueblo Israel.  Por eso, no es coincidencia que la primera señal milagrosa hecha por Jesús tiene lugar en unas bodas.  Ella relata el mismo mensaje.  Por cambiar el agua al vino Jesús se manifiesta como el Hijo de Dios que ha llegado entre los hombres.  Ya cumplirá sus responsabilidades matrimoniales de hacer a su novia santa. 

Las bodas entre el Hijo de Dios y el pueblo tendrán repercusiones alrededor del mundo.  Como los profetas dijeron, el mundo entero vendrá para que aprenda de él.  Se aprovecharán de las acciones salvadoras de Jesús por unirse con él en el Bautismo.  Los beneficios podrán ser vistos en la segunda lectura donde San Pablo escribe sobre la distribución de los dones.  Dice que cada miembro de la comunidad tiene don que contribuye al bien de todos.  Asimismo, las diferentes naciones que constituyen la Iglesia tienen sus propios dones.  Cada una prestará su don particular al bien de la Iglesia universal.  Podemos nombrar algunos de estos dones.  Los africanos regalarán su alegría.  Los asiáticos darán su empeño.  Los latinos proporcionarán la fe profunda. Los europeos contribuirán su organización.  Seremos más con el aporte de cada una.  Y seríamos menos sin el aporte de una u otra.

El matrimonio nos ayuda entender la cercanía de Dios a Su pueblo.  Como beneficio recíproco, Dios ha elevado el matrimonio a un nivel preeminente.  Porque es asociado con Dios mismo, el matrimonio es más que un contracto o un modo legal para satisfacer el apetito sexual.  Es un voto sagrado entre un hombre y una mujer para mantenerse fieles en tiempos malos y tiempos buenos.  Es una entrega total de uno a otro de modo que la pareja sea familia donde se cría la prole.  Es un compromiso de amor hasta el fin de la vida. 

Este año, llamado el “año C del leccionario”, vamos a leer regularmente del Evangelio según San Lucas.  Pero este domingo usamos este pasaje del Evangelio según San Juan por una razón especifica.  Con la visita de los magos y el Bautismo de Jesús, la historia de las bodas de Caná forma una triple epifanía del Señor.  En estos tres pasajes Jesús se manifiesta como el Hijo de Dios que finalmente ha llegado al mundo.  Está aquí para capacitarnos ser mejores personas, mejores esposos, y mejores padres.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Cuál matrimonio, que usted conoce, imita la cercanía de Dios al mundo?

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