SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías
62:1-5; I Corintios 12:4-11; Juan 2:1-11)
Hace cuarenta años un periodista reportó que las relaciones
raciales estaban mejorando. Sin embargo,
dijo, en un modo las cosas no habían cambiado.
Todavía las parejas mixtas eran un tabú.
Esta prohibición no existe hoy en día.
Por lo menos se puede ver parejas interraciales regularmente. Aunque no ha sido realizado su sueño totalmente,
los esfuerzos de Martin Luther King han tenido efecto. De todos modos, la primera lectura hoy cuenta
de un matrimonio mixto más impresionante.
Isaías dice de parte de Dios que la suerte de Jerusalén ha
cambiado. No más la ciudad tendrá
vergüenza por los pecados de su pasado. No más será famosa por su iniquidad. Más bien será conocida como el centro de una
nación justa. El profeta ocupa una
comparación brillante. Dios, creador
del universo, tomará la ciudad como su novia.
Él le dotará con la virtud. En lugar
de ser “abandonada,” la ciudad será reconocida como “desposada”. En lugar de ser “desolada”, será la
“complacencia” de Dios mismo.
Dios cumplió esta intención con el nacimiento de Jesucristo. La Navidad representa las bodas de Dios con el
pueblo Israel. Por eso, no es
coincidencia que la primera señal milagrosa hecha por Jesús tiene lugar en unas
bodas. Ella relata el mismo
mensaje. Por cambiar el agua al vino
Jesús se manifiesta como el Hijo de Dios que ha llegado entre los hombres. Ya cumplirá sus responsabilidades matrimoniales
de hacer a su novia santa.
Las bodas entre el Hijo de Dios y el pueblo tendrán repercusiones
alrededor del mundo. Como los profetas
dijeron, el mundo entero vendrá para que aprenda de él. Se aprovecharán de las acciones salvadoras de
Jesús por unirse con él en el Bautismo. Los
beneficios podrán ser vistos en la segunda lectura donde San Pablo escribe sobre
la distribución de los dones. Dice que
cada miembro de la comunidad tiene don que contribuye al bien de todos. Asimismo, las diferentes naciones que constituyen
la Iglesia tienen sus propios dones.
Cada una prestará su don particular al bien de la Iglesia universal. Podemos nombrar algunos de estos dones. Los africanos regalarán su alegría. Los asiáticos darán su empeño. Los latinos proporcionarán la fe profunda. Los
europeos contribuirán su organización. Seremos
más con el aporte de cada una. Y
seríamos menos sin el aporte de una u otra.
El matrimonio nos ayuda entender la cercanía de Dios a Su
pueblo. Como beneficio recíproco, Dios
ha elevado el matrimonio a un nivel preeminente. Porque es asociado con Dios mismo, el
matrimonio es más que un contracto o un modo legal para satisfacer el apetito
sexual. Es un voto sagrado entre un
hombre y una mujer para mantenerse fieles en tiempos malos y tiempos
buenos. Es una entrega total de uno a
otro de modo que la pareja sea familia donde se cría la prole. Es un compromiso de amor hasta el fin de la
vida.
Este año, llamado el “año C del leccionario”, vamos a leer
regularmente del Evangelio según San Lucas.
Pero este domingo usamos este pasaje del Evangelio según San Juan por
una razón especifica. Con la visita de
los magos y el Bautismo de Jesús, la historia de las bodas de Caná forma una
triple epifanía del Señor. En estos tres
pasajes Jesús se manifiesta como el Hijo de Dios que finalmente ha llegado al
mundo. Está aquí para capacitarnos ser
mejores personas, mejores esposos, y mejores padres.
PARA LA REFLEXIÓN: ¿Cuál matrimonio, que usted conoce, imita
la cercanía de Dios al mundo?
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