El domingo, 6 de febrero de 2022

 EL QUINTO DOMINGO ORDINARIO, 6 de febrero de 2022

(Isaías 6:1-3.3-8; I Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11)

Antes de su conversión, San Agustín estaba dividido.  Quería vivir castamente, pero no quería dejar la lujuria.  Sabía la necesidad de cambiar su vida, pero no podía recoger las fuerzas para hacerlo. Un día estaba en un jardín sintiéndose miserable por su indecisión. Entre sus lágrimas escuchó lo que describió después como la voz de un niño o una niña.  (Era realmente la voz de Dios.) La voz le exhortó que tomara el libro y leyera.  Agustín buscó el Nuevo Testamento que había traído consigo.  Estaba abierto a la Carta a los Romanos.  Leyó: “Basta de banquetes y borracheras, basta de lujuria y libertinaje, no más envidias y peleas. Revístanse del Señor Jesucristo y no se dejen conducir por los deseos del instinto“.  No necesitó más incentivo para decidirse.  Con estas palabras se comprometió a bautizarse.

Agustín tuvo una experiencia de Dios. Simón Pedro tiene la misma en el evangelio hoy. Después de pescar toda la noche sin tomar nada, Jesús le pide que echara las redes de nuevo. Cuando lo hace, Simón y sus compañeros tienen una pesca abrumante.  Sabiendo que está en la presencia de un hombre de Dios, Simón se echa a los pies de Jesús.  Reacciona como el profeta Isaías en la primera lectura.  “¡Apártate de mí, Señor -- dice -- porque soy un pecador!”

Siempre es así en un encuentro con Dios.  La persona reconoce que ha topado a un ser de virtud tan grande que le empequeñece.  De hecho, quiere desvanecerse.  Sin embargo, Dios no produce el fenómeno para destruir a la persona sino para reclutarla.  Quiere que el recluto lleve su mensaje a los demás.  Consciente del amor de Dios, la persona se dispone a dejar no solo sus vicios sino, como Simón, todo.

No es probable que vayamos a ser sobrecogidos por una experiencia de Dios.  Una razón es que tales experiencias son raras.  Otra razón es que estamos más atraídos a la ciencia para explicar fenómenos asombrosos como una pesca enorme o el puesto del sol.  (Sin embargo, a muchos se toma el respiro el nacimiento de un bebé.)  Tenemos que intuir la presencia de Dios en lo cotidiano.  Vemos a Dios en la entrega de las religiosas para educar a niños. O tal vez sea la consciencia humana que juzga lo correcto de actos casi siempre en la misma manera.  Aun los científicos tienen que ponderar si no es por Dios ¿por qué los principios de la naturaleza favorecen la creación de la vida?

Como Pedro en el evangelio y Pablo en la segunda lectura tenemos que responder a Dios con el compromiso.  Los jóvenes deberían considerar la vida religiosa o sacerdotal.  En nuestro mundo de indulgencia con uno mismo las hermanas, los hermanos y los sacerdotes señalan que el bien no consiste en los placeres sino en el verdadero amor.  El compromiso matrimonial no solo refleja el amor de Dios sino también facilita el desarrollo de los hijos.  Sí la abuela puede guiar a la muchacha a una vida digna, pero no es probable.  Desgraciadamente no más se piensa en el estado soltero como una vocación. Sin embargo, los solteros comprometidos pueden tener un papel enorme en la comunidad.  El señor Cornell Maier sirvió como jefe de una de las corporaciones más grandes del mundo.  Cuando se jubiló, pasó su tiempo como asistente en la unidad de cuidado intensivo de los neonatos.  Una vez el Señor Maier dijo que era tan exitoso porque como soltero tenía más control sobre su tiempo.

A veces los monjes chistean acerca de la voz de Dios.  Dicen que la campana llamándolos al comedor es la voz de Dios.  No es.  La voz de Dios siempre nos pide el compromiso.  Es como el grito de un neonato a su madre.  Nos asegura de su presencia, y nos llama a compromiso.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Jamás has tenido una experiencia de Dios?  ¿De qué consistió?  ¿Cómo sabes que era de Dios?


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