El domingo, 9 de enero de 2022

 FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

(Isaías 40:1-5.9-11; Tito 2:11-14.3:4-7; Lucas 3:15-16.21-22)

El otro día se bautizó un niño llamado Alexander.  Tiene casi un año.  Tal vez por su condición médica no fuera bautizado como recién nacido.  Pero ya que iba a entrar al hospital para una cirugía, sus padres le pidieron el bautismo de urgencia.  Porque Alexander estaba conectado con el oxígeno, tuvo lugar en su casa.  El sacerdote le derramó el agua sobre su frente diciendo: “Yo te bautizo…”  Así se unió Alexander con Jesús en el evangelio hoy.

Celebramos el Bautismo de Señor cerca de la Navidad porque las dos fiestas tienen semejante significado.  El Hijo de Dios ha llegado al mundo para salvarlo.  Más precisamente, vino para salvarnos de nuestros pecados.  No era necesario que el Hijo de Dios recibiera el bautismo de Juan de arrepentimiento.  Pues, nunca pecó.  Sin embargo, se sometió a ello para mostrar la solidaridad con la humanidad.  Como todos, él también sufrió los amargos frutos del pecado: la guerra, la enfermedad, y la hambruna con la muerte resultante

Desde el inicio de la Iglesia, el Bautismo ha sido más que un signo de arrepentimiento.  Es también la unión de nosotros con Cristo en su muerte y resurrección.  La culpa de nuestros pecados es vencida por participar en la victoria de Cristo.  También entendemos el Bautismo como la entrada en la Iglesia.  Nosotros bautizados somos miembros de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.  La segunda lectura enseña que nació Jesucristo “para salvar a todos”.  Como miembros de su Cuerpo, esta misión se hace nuestra.  Somos “para salvar a todos”. ¿Cómo podemos llevar a cabo esta misión?

El papa Francisco ha convocado un sínodo para responder a esta pregunta.  Está llamando a toda la Iglesia a un proceso de encuentro por dos años.  Escucharemos a uno a otro, plasmaremos juntos un plan de evangelización, y nos prepararemos a nosotros mismos ponerlo en práctica.  Quiere que los laicos participen en el proceso tanto como los obispos y sacerdotes.  Por supuesto, no quiere dejar fuera de la conversación a las religiosas y los diáconos.  Tampoco permitirá que se omitan los homosexuales y las minorías raciales.  Detrás de esta inclusión de todos católicos queda el aprecio para el Bautismo.  Es uno de los dos sacramentos fundamentales porque nos propulsa adelante.  Recibimos la gracia del Espíritu Santo para transformar al mundo en el Reino de Dios.

El evangelio especifica que el Espíritu baja sobre Jesús mientras ora.  La oración es necesaria porque facilita la capacitación por la gracia.  Las estrategias, las nuevas apps y los aparatos no son suficientes para realizar esta misión.  Si vamos a “salvar a todos”, tenemos que orar persistente y reflexivamente.  Se dice que el papa mismo reza ante el Santísimo a las 9 todas las noches.  Tenemos que imitarlo en cuanto podamos.

Una vez un obispo dijo que iba a tener escrita en su lápida sepulcral la fecha de su Bautismo.  Para él era más importante que el día de su ordenación o aún el día de su nacimiento.  ¿Por qué? Explicó que fue el día en que fue adoptado como hijo de Dios.  En este día se hizo hermano de Jesucristo y miembro de su Iglesia. Es verdad para nosotros también.  Como hijos e hijas de Dios, somos familia de Dios.  Así, tenemos derecho de participar en el sínodo del papa Francisco. 

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Jamás has oído del sínodo nuevo?  ¿Qué sugerías para el plan de evangelización donde vives?

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