El domingo, 24 de julio de 2022

 DECIMOSÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO, 24 de julio de 2022

(Génesis 18:20-32; Colosenses 2:12-14; Lucas 11:1-13)

Si un alumno pidiera a una maestra a enseñar la clase a hablar en público, ¿cómo respondería ella?  A lo mejor, estaría tan asombrada que pensaría que es una broma.  Una vez que descubra que es en serio la petición, la maestra formaría un plan de enseñanza.  Se puede ver el evangelio como el plan de enseñanza de Jesús ofrecido a sus discípulos sobre como orar.

El plan tiene tres partes.  Primero, indica exactamente a quién se dirige la oración.  Segundo, hace una lista de qué pedir.  Y tercero, desarrolla un modo efectivo para expresar las necesidades.  ¡A Jesús, siempre un maestro, no le falta buena metodología!

Por supuesto, Jesús quiere que sus discípulos recen a Dios.  Les dice que llamen a Dios “Padre”.  Lo que llama la atención no es tanto que somos para llamar a Dios “Padre”.  Aun el Antiguo Testamento en varios lugares describe Dios así.  Lo sorprendente es que Jesús no insiste que digamos “Padre nuestro” como lo hace en el Evangelio según San Mateo.  En Mateo sólo Jesús llama a Dios simplemente “Padre”.  Aquí en el Evangelio de Lucas Jesús nos permite llamar a Dios con la misma intimidad como él mismo disfruta.

Jesús quiere que pidamos en primer lugar la paz y bienestar en el mundo.  Esto es lo que significa “venga tu reino”.  Ciertamente la venida del reino incluye el fin de violencia en las calles de nuestras ciudades como el retiro de las fuerzas rusas de Ucrania.  Pero no deja fuera nuestros propios deseos para tener una vida más digna.  Tal vez nos preocupemos por no tener suficientes recursos para pagar la renta.  O posiblemente necesitemos mucho unos días de descanso.  Pidiendo el Reino abarca estos tipos de cosas también.

También somos para pedir “nuestro pan de cada día”.  Hay dos significados en juego aquí.  Primero, "pan de cada día" significa suficiente comida para que mantengamos la salud.  También la frase sugiere el pan eucarístico que nos nutre para la vida eterna.  Porque vivimos en la tierra para que tengamos la vida eterna con Dios, no deberíamos querer el uno sin el otro.

Nos puede ser difícil pedir el perdón de nuestros pecados.  Particularmente en nuestra sociedad narcisista, muchos prefieren no pensar sobre sus pecados.  Pero la verdad es que pecamos, a veces gravemente.  Mentimos, deseamos el placer desmesurado, consideramos a nosotros mismos como mejores que los demás.  Si vamos a ser incluidos en la familia de Dios, tenemos que buscar el perdón de estos y otros pecados.

Finalmente, somos para pedir que no caigamos en la tentación.  Jesús tiene en mente aquí las grandes pruebas que pueden minar nuestra confianza en Dios.  Por la petición estamos implorando a Dios que no tome la vida de uno de nuestros hijos o que no suframos dolores horríficos antes de la muerte.  Se dice que el papa Francisco tiene dificultad con esta petición porque Dios nunca nos llevaría al pecado.  Puede ser, pero no es inaudito que gente buena sufre tremendamente.

Y ¿cómo vamos a orar?  Según Jesús en este evangelio, hemos de orar con la persistencia.  En la lectura de Génesis hoy Abraham muestra cómo rezar así.  No cesa de pedir al Señor el rebajo de número de la cuota de gente buena para salvar la ciudad hasta que los términos puedan ser fácilmente cumplidos.  La oración verdadera nunca se hace por vencido porque el rezador sabe que Dios siempre quiere atraernos más cerca de Él. 

El maestro Jesús es sin par, y su plan ha sido probado a través de veinte siglos.  No obstante, si no se lo pone en práctica, sería tan inútil como un trineo de nieve durante el verano.Para la reflexión: ¿Qué tipo de cosas quieres incluir cuando dices “venga tu reino”?


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