TERCER DOMINGO ORDINARIO
(Isaías
8:23-9:3; I Corintios 1:10-13.17; Mateo 4:12-17)
Puede ser
Galilea la región de donde vino Jesús, pero no era considerado la tierra
santa. Al contrario, en tiempos bíblicos
Galilea estaba bajo de una nube de sospecho.
Isaías en la primera lectura hoy y Mateo en el evangelio cuentan por qué. Dicen que Galilea es el "distrito de los
paganos". Los no judíos habitaron
la tierra con la invasión de Asiria sete siglos antes de Cristo. Trajeron sus ídolos y sus costumbres
ofensivas a los judíos. Por esta razón, Isaías la llama “tierra de sombras”.
Isaías ve a
Dios rescatando a los israelitas en la tierra de la opresión foránea. Describe su acción como “una gran luz”
resplandeciendo sobre el pueblo. Mateo cuenta
que Jesús cumple esta profecía cuando viene a Cafarnaúm. Desde allí Jesús predicará el Reino de Dios
con palabras y hechos poderosos.
Cada vez
más nuestro tiempo se ve como una “tierra de sombras”. Ciertamente, tenemos carros, celulares, y
otros aparatos que hacen la vida cómoda.
Pero también estamos viendo el deshecho de la familia con divorcios y
nacimientos fuera de matrimonio. Muchos
hoy en día prefieren tener mascotas a criar niños. Acompañando el destrozo de la familia, la
gente está perdiendo la fe. Sí casi
todos celebran la navidad en una forma u otra, pero relativamente pocos asisten
en la misa dominical. Una señal de lo
que ha de venir es que los jóvenes a menudo responden “nada” a los sondeos
preguntando su religión.
Jesús
penetra las sombras de Galilea por su predicación iluminadora. Exhorta a la gente a arrepentirse para
experimentar la maravilla del reino de Dios.
Para Jesús el arrepentimiento consiste en más que sentir remordimiento
para nuestros pecados. Más bien,
significa dejando atrás las cosas que nos alejan de Dios y girando a Él con
oración y obras buenas. Más a caso, el
arrepentimiento nos despega de las cosas que llenan nuestras mentes con vicios
para que nos dediquemos a la bondad.
Un fraile
franciscano predica del arrepentimiento en su vida. Como joven, le gustaba mucho vestirse de ropa
fina. Dice que siempre estaba comprando
camisas y pantalones nuevos para mantenerse de moda. Ahora se le ha pasado este trozo de
vanidad. Está contento con llevando el
hábito con un par de pantalones cortos debajo.
Cada uno de
nosotros tiene que examinar su propia vida para la cosa que le inhibe acercarse
a Dios y dejarla atrás. Para muchos son
las películas que son cada vez más obscenas.
Para otras es la compañía mala que guardan. Si nuestros compañeros usan palabrotas, en
corto tiempo vamos a usarlas y, peor, pensar en tales términos. Puede ser los múltiples espejos que tenemos
en la casa alimentando nuestra vanidad. O
puede ser nuestro afán para el fútbol, hockey o la lucha profesional que
destacan la brutalidad. Por supuesto,
hay muchas más tentaciones, pero la tarea es descubrir y dejar aquella que es
guardándonos de Dios.
Pablo ve
varias sombras en la comunidad de Corinto.
En la lectura hoy Son aborda el faccionalismo. Más adelante, trata la inmoralidad, la
recepción de la Eucaristía indignamente, y la negación de la resurrección de
entre los muertos. Para cada problema
Pablo ve la resolución en Jesucristo. Es
él en quien son bautizados todos de modo que sean uno. Es él con quien están unidos de modo que la
fornicación se haga una infidelidad a él.
Es él quien les dio de comer su propio cuerpo a sus discípulos la noche
antes de su muerte de modo que cuando vienen borrachos a recibir la Eucaristía,
están rechazando a Cristo. Es él quien
resucitó de entre los muertos de modo que si no creemos en nuestra resurrección,
estemos negando su resurrección. El mismo Cristo puede también disipar nuestras
sombras. Primero, tenemos que dejarle
entrar nuestras vidas. Entonces, tenemos que abrazarlo con todo nuestro ser.
PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué cosa impide la entrada de Jesucristo en mi vida?
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