El domingo, 8 de enero de 2022

(Homilía para el Bautismo de Señor sigue la de la Epifaní.)

 LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

La estrella en el evangelio hoy representa la naturaleza.  Es parte de creación natural.  Tiene la capacidad de guiar a los magos como la estrella Polaris ha ayudado a navegadores por milenios. Sin embargo, la estrella no puede llevar a los magos al recién nacido “rey de los judíos”.  En cuanto a Dios, la naturaleza tiene sus límites.  Ella puede mostrar que Dios existe, pero no puede contar cómo es.  De igual modo, la estrella puede indicar aproximadamente donde queda su Hijo, pero no se puede decir exactamente sus paraderos.

Vale la pena reflexionar un poco más sobre la estrella.  Resplandeciendo en el cielo, la estrella invita nuestros deseos.  La mayoría de nosotros hemos pedido a una estrella para alguna cosa que anhelamos. De hecho, la palabra deseo tiene su raíz en las palabras latín de sidere, significando de las estrellas.  Las estrellas en los cielos representan nuestros deseos más grandes.  Particularmente la estrella navideña quiere decir nuestro deseo para la vida en plenitud.  Si pensáramos más en la cosa, concluiríamos que la estrella de los magos representa nuestro deseo de conocer la paz, la justicia, y sobre todo el amor.  Es símbolo de nuestro deseo para transcender a nuestros límites para unirnos con Dios.

Se describen los magos en el evangelio con este deseo, esta inquietud para transcender límites naturales.  Estos personajes están asociados comúnmente con los reyes de la primera lectura.  Sin embargo, el evangelista Mateo nunca los llama “reyes”.  Podemos mantener nuestras tradiciones de los tres reyes como la fuente de regalos para niños.  Pero es importante que investiguemos al fondo el motivo de San Mateo para llamarlos “magos”.

Mago es una de esas palabras que tiene una gama de significados, algunos positivos y otros negativos.  Por ejemplo, cuando se llama una persona “orgullosa”, no estamos seguros de que la persona sea egoísta o sea cumplida en algo importante.  En la antigüedad los magos eran astrónomos buscando la verdad.  Sin embargo, algunos tenían la mala fama de tunantes como el mago Barjesús que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles.  Este tipo de ambigüedad se encuentra en la religión.  Practicada bien, la religión trae la paz y la fuerza a uno para superar los retos de la vida.  Pero practicada de modo de los extremistas, la religión resulta en la iniquidad que causa daño a los demás.

En su evangelio Mateo ciertamente describe a los magos como buscadores de la verdad.  Representan un movimiento nuevo de la humanidad hacia Cristo.  No son judíos sino extranjeros que reconocerán al Dios verdadero por su Hijo Jesucristo.  Nos enseñan que cada persona humana es inclinada a conocer, adorar, e imitar a Dios.

Los magos encuentran en Jesús el fin de su búsqueda para la verdad, y le dan el culto apropiado.  También para nosotros Jesús cumple el deseo de la vida en plenitud.  Encontrado en la Sagrada Escritura, Jesús nos enseña la conducta que produce un mundo mejor.  Recibido en los sacramentos, Jesús nos fortalece el corazón para vivir las enseñanzas.  Observado en los santos, Jesús nos asegura que la vida puede terminar en el amor perfecto.


El Bautismo del Señor

(Isaías 42:1-4.6-7; Mateo 3:13-17)

Cuando María saludó a Isabel al comienzo del evangelio de Lucas, el evangelista dijo: “…la criatura saltó en su vientre”. El infante en su vientre, por supuesto, era Juan el Bautista quien “saltaba de alegría” en la presencia de Jesús.

El evangelio de Mateo no informa de una visita de María a Isabel cuando ambas están embarazadas. Sin embargo, en el evangelio de hoy ocurre algo parecido. Juan, el profeta ardiente que atrae a los líderes judíos al desierto de Judea, reconoce la superioridad de Jesús. Cuando Jesús viene a él para el bautismo, Juan le dice que él (es decir, Juan) debe ser bautizado por Jesús.

El evento indica la humildad de Jesús tanto como la de Juan. Jesús sabe al menos algo de su origen divino, pero se somete al bautismo de Juan. Él le dice a Juan que permita que el bautismo “cumpla toda justicia”. La justicia de Dios llama a uno a ser humilde ante otro. Siempre debemos respetar a otras personas y nunca imponerles arbitrariamente nuestra voluntad. Cuando el Papa Francisco fue a Canadá el año pasado para disculparse con los pueblos indígenas por los abusos de los funcionarios de la Iglesia, estaba “cumpliendo con la justicia”.

Pero en el evangelio de Mateo, “toda justicia” significa algo más. Se refiere al plan de Dios para salvar al mundo del pecado y la muerte resultante. Jesús es el humilde siervo de Dios de quien Isaías profetizó en la primera lectura de hoy. Ha sido llamado para hacer justicia. Esto no significa que encarcelará a los humanos, todo lo contrario. Jesús traerá justicia pagando la deuda del pecado humano. Por ser Dios, su muerte en la cruz, simbolizada por la inundación con agua en el Bautismo, compensa todos los pecados humanos. Aun así, debemos arrepentirnos de nuestros pecados y volvernos a Jesús. Al hacerlo, nuestros ojos se abren para que podamos pasar de las guaridas del pecado al camino de la vida.

Dios reconoce la justicia de Jesús bastante dramáticamente en el evangelio. Dice que “los cielos se abrieron”, lo que recuerda al lector conocedor del final del Libro de Isaías. Allí el profeta clama: “¡Oh, si rompieras los cielos y descendieras…” Eso está sucediendo cuando Dios proclama al mundo que Jesús es Su Hijo que le agrada.

Mateo presenta el bautismo de Cristo como una gran epifanía. Él nos está diciendo que aquí está el divino Hijo de Dios para que lo veamos, oigamos y sigamos. Más allá de la humildad, nos enseñará a disciplinar nuestros deseos y extender nuestro amor a todos.


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