El domingo, 5 de febrero de 2023

 QUINTO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 58:7-10; I Corintios 2:1-5; Matthew 5:13-16)

Un grupo de jóvenes solían ir a la cárcel cada domingo.  No eran criminales sino universitarios.  Visitaban a los encarcelados para ofrecerles el apoyo.  Cuando los vio viniendo, uno de los guardias siempre hizo un comentario sarcástico.  Dijo a sus compañeros: “Aquí están los bienhechores ingenuos” de nuevo.  Los jóvenes no le hicieron caso a su detractor.  Sabían que estaban allí cumpliendo el plan de Jesús en el Sermón en el Monte.  El domingo pasado escuchamos las bienaventuranzas trazado al comienzo del discurso contando de los fines de la vida.  Hoy oímos lo que sigue, una descripción con imágenes poderosas de lo que los cristianos hay de ser.

Primero, Jesús llama a sus discípulos “la sal de la tierra”.  La sal no es nada si no es útil.  Aun hoy en día usamos cloruro de sodio en varias maneras.  Entre otras, lo ponemos en comidas para acrecentar su sabor.   Además, en climas fríos se usa para derretir el hielo en los caminos.  En tiempos pasados la sal era aún más ventajosa.  Los antiguos la usaban para preservar sus productos perecederos, para sanar sus heridas, aun para sellar sus compactos.  Por ocupar el término en su Sermón, Jesús está indicando que sus discípulos deben ser serviciales a otras personas.  Además de demostrar el amor, él sabe que ayudando a los demás, van a atraer a los muchos a la comunidad de fe.

La sal puede tener cien usos, pero el uso principal de la luz es diez veces más valioso que cualquier uso de la sal.  La luz facilita la vista y, por eso, al menos metafóricamente el entendimiento y la sabiduría.  Siendo la luz del mundo, los discípulos mostrarán cómo Jesucristo nos lleva a una vida más cumplidora.  Es vivir de tal manera que todo el mundo quiera imitar nuestros modos, incluso, como indica Jesús, dando alabanza a Dios Padre. 

Una vez una mujer telefoneó el obispado de su diócesis.  Pidió hablar con un sacerdote. Conectada a uno, le dijo que quería hacerse católica.  Cuando se le preguntó por qué, ella contó de una católica que trabajaba con ella.  Dijo que la compañera era persona tan buena que quería ser como ella.  Ciertamente la compañera sirvió como una luz en nuestro mundo que a veces parece lleno de tinieblas. 

San Pablo en la segunda lectura hoy indica lo que nos impide ser sal y luz.  Dice que llegó a Corinto sintiendo débil y temblando de miedo.  Asimismo, nosotros sentimos temeroso cuando pensamos en ayudar a otras personas, al menos a los no conocidas.  Tememos que vayamos a terminar engañados o, al menos, privados de nuestra rutina que nos provee un `poco de tranquilidad.  Si Pablo describe nuestro dilema, también prescribe su remedio.  Tenemos que poner nuestra confianza no en nuestras habilidades sino en el poder de Jesucristo.  Rezando a él, no vamos a fallar.  Al contrario, vamos a traer a otros a él mientras asegurar nuestro destino.

Existe una organización que literalmente se identifica con la apelación de Jesús en este evangelio.  Llamada "Luz de Amor", la organización ayuda a los ciegos.  Los miembros transportan a los que han perdido vista a cumplir sus tareas.  También enseñan a los ciegos cómo vivir felizmente con su discapacidad.  No sorprende que la organización recibe el apoyo de una comunidad cristiana.  Debe aspirar todo cristiano ser una "luz de amor".

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