TERCER DOMINGO DE PASCUA
(Hechos 2:14.22-33; I
Pedro 1:17-21; Lucas 24:13-35)
Discípulos caminando
juntos: esta frase puede describir el trasfondo del evangelio de hoy. También representa cómo el Papa Francisco ve el
“Sínodo sobre la sinodalidad”. Como
todos nosotros deberíamos saber ahora, el papa ha lanzado esta nueva manera de
ser Iglesia. Quiere que los sínodos,
cuya raíz griega significa caminar juntos, se hagan el modo de la Iglesia para compartir
las diferentes perspectivas y esperanzas de sus miembros. En otras palabras, desea mucho más diálogo
entre todos los que constituyen la Iglesia. Por una mirada cercana de este
evangelio podemos identificar otras características de una Iglesia sinodal.
Dice el pasaje que
Jesús se les acerca a los dos discípulos y comienza a hablar con ellos. Jesucristo tuvo el lugar primario en el
Segundo Concilio Vaticano hace sesenta años. De hecho, el documento más céntrico del
concilio, la Constitución dogmático sobre la Iglesia, se llama “Lumen
gentium”, eso es, "la luz a las naciones", quien es ningún otro
que Jesucristo. Por el Bautismo han sido
incorporados en él todos tipos de personas – tanto mujeres como hombres; tanto
laicos como ordenados y religiosas. Por
eso, el Papa Francisco quiere que todos sean escuchados en la conversación
sobre cómo llevar a cabo la misión de la Iglesia en nuestro tiempo.
Algunos se preocupan
de que una conversación tan expansiva termine en cambios nunca imaginados en el
pasado. Sin embargo, tenemos las Escrituras y la tradición de la Iglesia para
mantenernos en el camino marcado por Jesús.
Este evangelio apunta cómo Jesús “les explicó todos los pasajes de la
Escritura que se referían a él”. Estas
mismas Escrituras, por supuesto juntadas con el Nuevo Testamento, siguen
determinando lo válido y lo prohibido hoy.
Sería traicionar al Señor trocar su palabra por las ideas corrientes del
mundo.
En el pasaje Jesús
pone en relieve la necesidad de que sufriera el mesías. Para ganar la victoria sobre el pecado y la
muerte Jesús tuvo que padecer la cruz.
Al ser miembros de Jesucristo, es de nosotros participar en esa cruz. El
sufrimiento toca temas sexuales que a menudo parecen como las mayores
preocupaciones del mundo actual. Les cuesta
a los matrimonios practicar la enseñanza de la Iglesia sobre los
anticonceptivos. Les cuesta a los
homosexuales tanto como a los solteros, las religiosas y los sacerdotes
mantener la castidad con anhelos de la intimidad como todos. Sin embargo, por hacer sacrificios en estas
maneras podemos acercarnos al Señor Jesús.
Ciertamente él quiere
quedarse cerca de nosotros. En el
evangelio Jesús se queda con sus compañeros para compartir el pan. Esto no es solo una cena acogedora sino la
Eucaristía. En ella Jesús se nos da a sí
mismo como sustento para la vida espiritual.
La misma Eucaristía impulsará adelante el proceso sinodal. Pues nos indica que nuestro objetivo no es
llevarnos con los modos del mundo sino conformarnos con la voluntad de
Dios. Nos enseña que nuestro tesoro no
se encuentra en la bolsa de valores sino en el amor compartido en la
comunidad. Nos precisa que mientras hay
diferentes papeles en el funcionar de la Iglesia, todos somos igualmente dependientes
en Cristo.
El Papa Francisco ha propuesto sínodos de todos tipos de fieles como modo de poner en práctica el Concilio Vaticano II. No quiere cambiar las estructuras de la Iglesia establecidas en la historia. Más bien quiere que las estructuras sean más fieles a Cristo. Ve los sínodos como puentes peatonales sobre que todos crucemos juntos las aguas turbulentas de este mundo. Los ve como nuestro puente comunal a Cristo.
PARA LA REFLEXIÓN: Si tuvieras la oportunidad para expresar al papa Francisco tus pensamientos acerca de la Iglesia, ¿qué le darías?
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