QUINTO DOMINGO DE PASCUA
(Hechos
6:1-7; I Pedro 2:4-9; Juan 14:1-12)
El
evangelio hoy es una de las obras maestro del Nuevo Testamento. Jesús está dando su último discurso a sus discípulos en el
Evangelio de Juan. Trata varios temas
como su mandamiento de amor, la promesa del Espíritu Santo, y la necesidad de quedarse
conectado a él. En la sección que
acabamos de leer Jesús conforta a sus discípulos por el dolor que sentirán
cuando él vaya. En el proceso nos comparte
algunas claves de la vida espiritual.
Primero,
comparte un poco sobre su destino y, eventualmente, el destino de sus
seguidores. Compara la vida eterna con
un hotel con habitaciones para todos.
Cuando Tomás, aquí también un poco escéptico, le pregunta sobre este
lugar, Jesús le responde con referencia a sí mismo. Dice que él es “’el camino, la verdad, y la
vida.’” Porque esta frase es tan densa,
tenemos que desempacarla un poco.
Cuando
Jesús dice que él es “la vida”, quiere decir que él es nuestro destino, la vida
eterna. Ver a Dios, la visión beatífica,
es la esencia de la vida eterna. Pero Jesús
contará a Felipe: “’Quien me ve a mí, ve al Padre.’” San Pablo indica la maravilla
de esta visión cuando escribe a los corintios: “Ahora vemos como en un espejo,
confusamente; después veremos cara a cara” (I Cor 13,12). Conocer a Cristo así
debe ser más tremendo que cualquier vista natural sea la cima de Monte Everest
o la playa de Cancún. ¡Es experimentando
y deleitándose en el Creador que se dignó de hacerse como nosotros!
Jesús nos
proporciona otra clave de la vida espiritual por decir que él es el "camino". Recordamos cómo los primeros
cristianos en los Hechos de los Apóstoles eran conocidos como seguidores del
“Camino”. La palabra “Camino” aquí
refiere a Jesús como modelo de la conducta moral. En el Sermón del Monte dice a sus discípulos:
“’… ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la
Vida!’” Está refiriendo a su vida
disciplinada y principiada. Vemos esta
calidad de vida también en los santos.
El puertorriqueño Beato Carlos Manuel Rodríguez dedicó su vida al enseñar
a otros lacios . Porque tenía
varios problemas de salud, no podía seguir una vocación sacerdotal. Pero su condición no le detuvo enseñar y
animar grupos sobre la liturgia de la Iglesia.
También
Jesús reclama ser la verdad. Él es la verdad
de Dios Padre encarnada en un ser humano.
En otras palabras, él es el amor abnegado que se humilló para compartir
nuestro lote. Además, como
nuestro compañero, no sólo extendió la mano para curar nuestras enfermedades
sino también sufrió una muerte horrífica para liberarnos del pecado. Cuando lo seguimos cien por ciento, tenemos
que esperar sufrir también. Desgraciadamente, muchos no quieren sufrir para
nada. No quieren caminar un par de
cuadras para conservar el medioambiente y mucho menos quieren sacrificar un par
de horas para visitar a los enfermos. Pudiéramos
aprender de esos ucranianos valientes que están arriesgando sus vidas para
defender su patria aunque pudieran haber huido el país como refugiados.
Hay algún
interés en la vida espiritual hoy en día.
Las librerías tienen secciones repletas con títulos acerca de la
espiritualidad de varias fuentes. Todos
estos libros – sean cristianos, judíos, o de “nueva edad” – harán referencia al
guía espiritual supremo de las edades, Jesucristo. Él sigue ser como nadie más "el camino,
la verdad, y la vida".
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