El domingo, 14 de mayo de2023 (Día de las Madres)

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 8:5-8.14-17; I Pedro 3:15-18; Juan 14:15-21)

Hemos escuchado rumores del Día de las madres por más de dos semanas.  Parece que las promociones en los periódicos han intentado vender cosas tan diversas como tacos y Toyotas al nombre de nuestras madres.  Hoy escuchamos rumores del Espíritu Santo en el evangelio.  Dentro de quince días vamos a estar celebrando Pentecostés, su día particular.  Tal vez deberíamos hacer caso cercano a lo que los rumores nos dictan ya que el Espíritu Santo es Dios.

Jesús dice que cuando vaya a su Padre, le pedirá que nos mande "otro Paráclito", el Espíritu Santo.  Puede que este término “paráclito” nos resulte extraña.  Queremos preguntar: ¿qué es un paráclito? Y si el Espíritu Santo es otro paráclito, ¿quién fue el primero?  El paráclito es la palabra griega de un abogado o defensor jurídico.  En cualquier sociedad donde se escrudiña el cristianismo (como es desafortunadamente en nuestra), es necesario tener a un abogado capaz.  Mientras Jesús está con sus discípulos, él ha actuado como su defensor.  Recordamos cómo él defendió a sus discípulos de las acusaciones de los fariseos que trabajaban el día del reposo.  Ahora el Espíritu los defenderá.

Por supuesto, el Espíritu Santo no tiene forma humana.  No puede alzar una voz como un abogado en la sala de corte.  Más bien penetra la atmósfera con su presencia arreglando los procedimientos e inspirando a sus clientes. La primera lectura cuenta de los apóstoles imponiendo las manos sobre los conversos samaritanos para que el Espíritu les guarde de volver caerse bajo el hechizo de espíritus inmundos.  La segunda lectura no lo menciona, pero es el Espíritu Santo que inspirará a los cristianos cómo “dar … las razones de su esperanza”.

Jesús promete el Espíritu bajo una condición.  Sus discípulos tienen que guardar sus mandamientos.  En este evangelio de San Juan el único mandamiento mencionado es el amor a uno a otro como Jesús ama a todos.  A la primera vista no parece muy difícil obedecer este mandamiento.  Pues todos en la comunidad tienen la misma formación básica y profesan la misma fe.  Sin embargo, sabemos que las envidias y rivalidades pueden asomarse entre las mejores personas.  El amor requiere que nos humillarnos como Jesús lavando los pies de sus discípulos.

Necesitamos del Espíritu Santo para enfrentar los miles de desafíos de una sociedad poscristiana. Al ver a nuestros vecinos pasar la mañana del domingo relajándose, nos preguntamos por qué debemos asistir a misa. Al leer en el periódico sobre los llamados derechos al aborto y al matrimonio homosexual, nos desafiamos a nosotros mismos a responder de manera convincente a las premisas falsas de estos reclamos. El Espíritu viene en nuestra ayuda. Él nos presenta la verdad del Padre y del Hijo para que no les fallemos en nuestra vida. Él nos inspira con entendimiento y sabiduría para que nuestras palabras estén en el blanco y nuestras acciones sean consistentes con ellas.

En los Hechos de los Apóstoles hay una referencia al Espíritu Santo que es tanto entretenida como característica de nuestra situación hoy día.  San Pablo pregunta a algunos discípulos que se si recibieron el Espíritu cuando abrazaron la fe.  Ellos responden que ni siquiera han oído del Espíritu Santo.  Aunque todos cristianos hoy hayan oído del Espíritu Santo, no todos han aprovechado de su apoyo. Queda con nosotros para defendernos en nuestros apuros.  Podemos contar con la ayuda del Espíritu Santo.

Para la reflexión: ¿Cómo estoy retado a defender mi fe?

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